A veces, muchas veces, olvidamos que nuestra vida no debe ser solamente sobrevivir, o solamente trabajo sin un objetivo. El trabajo es sano, pero puede convertirse en un vicio en el momento que olvidamos cuál debe ser nuestra meta final con el trabajo o con cualquier actividad que realicemos en la vida.
La meta está muy clara: cumplir la voluntad de Jesús, seguir las enseñanzas y el camino del Maestro.
Es por eso que debemos llenar de tranquilidad y de paz nuestra alma cada vez que tengamos un problema. Hace poco escuché una predicadora que decía que la única manera de resolver un problema que nos aqueje y nos quite la paz es serenar nuestros pensamientos, tranquilizar nuestra mente y ponerlo todo en manos de Dios.
Debemos aceptar que no tenemos las soluciones para todo, somos seres humanos imperfectos, somos débiles ante las dificultades y en este mundo de tanto estrés, nuestra capacidad para tomar buenas y sanas decisiones se ha disminuido y se afecta en la presión que recibimos por hacer algo, lo que sea pero algo. Jesús tiene de seguro todas las soluciones para los problemas aunque parezcan extrañas o no las comprendamos. Pero tenemos que tener confianza absoluta y total en Él, depositanos en sus brazos y aceptar su voluntad.
Debemos pedirle al Espíritu Santo la sabiduría para poder seguir los designios del Señor y decir como nuestra Madre María Santísima: "hágase en mi tu voluntad".