Evangelio, miércoles 2 de noviembre 2011


Santoral
Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Nuestro verdadero hogar
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Reflexión
La liturgia nos propone este texto, donde nos enseña que la vida cristiana está cimentada en la caridad, y nos invita a que trabajemos en esta área tan importante de nuestra vida, ya que nuestro juicio finalmente será en base a la caridad. Y esto no significa que las prácticas religiosas o nuestro conocimiento bíblico o teológico no sean importantes, por supuesto que lo son, pues deben ser un medio para que crezca en nosotros la fe y con ello la caridad.
Empecemos por cosas simples, por ejemplo, visitar a los miembros de nuestra propia familia. ¿Hace cuánto que no visitas a tus abuelos, tíos, etc., que están enfermos o necesitados? ¿Qué calidad de visita es la que practicas con ellos: la clásica visita de doctor? Si no somos capaces de vivir lo más sencillo, atendiendo a nuestra propia familia, qué difícil será que lo hagamos por los demás. No olvidemos que en esto se está decidiendo nuestra felicidad.
Si la muerte, de manera general, se presenta como un verdadero misterio más aún la muerte de una persona joven o de un niño, y en general de aquellos que consideramos "inocentes". Esto, al margen de la Sagrada Escritura, no encuentra explicación, pareciera no tener sentido, sin embargo, cuando leemos que nuestra vida termina en Dios y que nuestra estancia en esta tierra es sólo un camino hacia los brazos amorosos de nuestro Padre Celestial, todo empieza a tener sentido. Nuestra permanencia en la tierra es sólo temporal, pues nuestra casa definitiva es el Cielo. Algunos son llamados antes, otros después, pero la gran esperanza cristiana es que todos, un día, estaremos reunidos en la casa del Padre para gozar eternamente de la felicidad.
Este pasaje en particular nos instruye en el hecho de que la muerte no es un castigo, sino precisamente lo contrario, pues a través de esta puerta que llamamos "muerte" es que tenemos acceso a la eternidad de Dios.
Aprendamos a ver la muerte no con temor, sino con esperanza; para los que vivimos en el amor de Dios la muerte será quizás el momento más importante de nuestra existencia terrena; además de aprender, ayudemos a los demás a vivirlo en paz.
Señor, desconozco cuándo será el fin de mis días en esta tierra, sin embargo, Dios mío, hoy renuncio al temor a ella, renuncio en el nombre de Jesús al miedo de morir, en cambio acepto el llamado hermoso a la eternidad y espero ese día con una expectativa anhelante que aguardo respetuoso y cuidadoso de mi conducta mientras esta llega, sólo te pido, Señor, que cuando sea el momento yo haya verdaderamente terminado mi misión aquí y que al mirarte cara a cara pueda escucharte decir: "Bien, siervo bueno y fiel, pasa a disfrutar del gozo de tu Señor".
Hoy pensaré en las cosas que me gustaría aportar con mi vida y cómo me gustaría que fuera mi final en esta tierra.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.