¿El Domingo?

Se ha preguntado usted querido hermano y hermana, ¿Por qué viene a misa?... Quizá, ésta sea una pregunta, a la que nunca le hemos dado mucha “pelota”, y que podría tener unas respuestas que realmente nos sorprenderían a todos. Por eso dedíquese un momento y pregúntese ¿Por qué vengo a misa? ¿Qué me mueve a venir a la Misa? ¿Por qué la misa del domingo es tan importante? ¿Quién me está invitando a venir?, y ¿para qué?...

Este es un muy buen comienzo, si queremos entender lo que significa el domingo para el cristiano católico, y estas respuestas que nos hemos planteado, podrían ser  una excelente oportunidad para redimensionar, para entender, para disfrutar y profundizar la experiencia de la Eucaristía dominical.

En los boletines anteriores, ofrecimos una catequesis pedagógica, precisamente sobre la Eucaristía. Obviamente, hay más cosas que decir y profundizar sobre ella, pero por el momento era una pincelada, con la idea de que usted hermano y hermana, se anime a profundizar más en ella, no sólo en una dimensión teóricamente sino en su dimensión más importante, como experiencia sublime que es, a fin de cuentas las cosas de la fe, más que teoría, son experiencias, que surgen del encuentro con  una persona: la persona de Jesucristo.

Ahora en los siguientes números de nuestro boletín parroquial, nos vamos a dedicar a analizar y profundizar en el misterio del Domingo como Día del Señor, y para eso  quisimos empezar con el examen de conciencia que se proponía al inicio de este artículo titulado ¿El Domingo?... sólo si logramos entender el sentido profundo de este día, quizá la auténtica respuesta aparecerá sin problema.

El beato Juan Pablo II, en el año 1998, regalo a la Iglesia un bellísimo documento llamado Dies Domini (día del Señor), y en él nos llamaba la atención, cuando preocupado apuntaba que el hombre cuando reduce el domingo a un simple fin de semana, pierde la capacidad de mirar al cielo y de ver el cielo, y lo que es peor aún decía el Papa, aunque está vestido de fiesta exteriormente, en su corazón se le hace imposible hacer fiesta. ¿Pero de qué Fiesta, habla Juan Pablo II?

Hermanos, el domingo, es el día en que Cristo ha vencido la muerte, y con esta victoria nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. El Día en el que el Padre lo ha resucitado, para que todos resucitemos con él en función de ser nosotros el cuerpo místico de Cristo. Esto es lo que celebramos en la Eucaristía, cada vez que venimos a ella. No es recordar sino hacer presente y actualizar esta experiencia de redención, en nuestro aquí y en nuestro ahora. Por eso el motivo de nuestra fiesta no es un “algo” sino un “alguien”. En efecto, los domingos venimos a misa a encontrarnos con una persona viva, con Jesucristo Glorificado y Resucitado, el que nos ha compartido incluso la posibilidad de la vida eterna, siendo el único requisito, creer en él y asumir como nuestro su proyecto, que es el proyecto del Padre.

Como ven, venir a Misa es más que un simple precepto, más que una simple obligación, más que una simple rutina. Yo esperaría que ninguna de estas últimas tres posibilidades sean las que nos muevan a venir a misa: o ¿venimos porque debo cumplir un precepto u obligación? ¿o se nos ha hecho rutina?. Precisamente, a esto se refería el Papa, cuando nos recalcaba, el peligro de estar vestidos de fiesta, sin poder hacer fiesta, porque nuestra Fiesta es la persona de Jesucristo, para ello es muy importante tener experiencia de encuentro con Él, de lo contrario no podremos dar auténticos motivos para congregarnos y celebrar la Misa, ahí sí, que sería una visita semanal sin fruto alguno…Les invito a que juntos redescubramos la importancia de nuestro Domingo, como Día del Señor.
Álvaro Solano Lizano.
Publicado originalmente en el boletín parroquial de San Isidro de Coronado