El Sagrado Sacramento de la Eucaristía
Cuando llegó el momento de partir a la eternidad,
la inmensidad de la bondad Divina nos ofreció el presente más grande y mejor de
todos: instituyó el Sagrado
Sacramento de la Eucaristía, Presencia Real del SEÑOR, con su Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad en el Hostia y en el Vino Consagrados. JESÚS es el
verdadero pan descendido del Cielo, comida para el alma, fuerza y inspiración
para la humanidad en la caminata existencial, vínculo poderoso que une y
congrega todos los fieles alrededor de un único Altar hasta la
consumación de los siglos.
San Mateo registró aquello inolvidable momento escribiendo las
palabras que JESÚS habló: “Y
comiendo ellos, tomó JESÚS el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus
discípulos, y dijo: Tomad, comed. Esto es MÍ Cuerpo. Y tomando el vaso, y
hechas gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos; Porque esto es MÍ Sangre
del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los
pecados." (Mateo 26,26-28)
San Marcos registró así: "Mientras ellos Comían, JESÚS Tomó pan y lo
bendijo; lo Partió, les dio y dijo: Tomad; esto es MÍ Cuerpo. Tomando la copa,
y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron todos de ella. Y ÉL les dijo: Esto
es MÍ Sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos". (Marcos
14,22-24)
San Lucas anotó las siguientes palabras: “Entonces Tomó pan, y habiendo dado gracias, lo
Partió y les dio diciendo: --Esto es MÍ Cuerpo que por vosotros es dado. Haced
esto en memoria de MÍ. Asimismo, después de haber cenado, Tomó también la copa
y dijo: Esta copa es el nuevo pacto en MÍ Sangre, que por vosotros se
derrama". (Lucas 22,19-20)
San Pablo describe así: “Porque yo Recibí del SEÑOR la enseñanza que también
os he transmitido: que el SEÑOR JESÚS, la noche en que fue entregado, Tomó pan;
Y habiendo dado gracias, lo Partió y dijo: Tomad, comed. Esto es MÍ Cuerpo que
por vosotros es partido. Haced esto en memoria de MÍ. Asimismo, Tomó también la
copa después de haber cenado, y dijo: Esta copa es el nuevo pacto en MÍ Sangre.
Haced esto todas las veces que la Bebáis en memoria de MÍ." (1Cor
11,23-25)
El Apóstol San
Juan que estaba al lado del SEÑOR describió como JESÚS pronunció las
palabras en la Última Cena: "Y JESÚS les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la
Carne del Hijo del Hombre, y bebiereis su Sangre, no tendréis vida en vosotros.
El que come MÍ Carne y bebe MÍ Sangre, tiene vida eterna: y YO le resucitaré en
el día postrero. Porque MÍ Carne es verdadera comida, y MÍ Sangre es verdadera
bebida. El que come MÍ Carne y bebe MÍ Sangre, en MÍ permanece, y YO en
él".(Juan 6,53-56)
Las palabras de JESUS son claras y auténticas. En
aquel momento de adiós ÉL creó el Fenómeno Misterioso de la Transubstanciación
que se pasa en todas las Santas Misas en la Consagración. Las especies de pan y
vino son transformados por el DIVINO ESPÍRITU SANTO, en el Cuerpo, Sangre, Alma
y Divinidad del SEÑOR JESÚS, y manteniendo sin embargo, la apariencia original
de las mismas especies.
Esto quiere decir, JESÚS está verdaderamente
presente en la Hostia Consagrada, Personalmente y en Divinidad. Entonces,
la Sagrada Comunión NO puede ser considerada como un
"símbolo" o como una "representación" del SEÑOR, porque es
ÉL mismo Quién está allí. ÉL SEÑOR
está Realmente Presente en el más pequeño fragmento de una Partícula
Consagrada, en todos los tabernáculos del mundo.
Y así, ÉL está siempre disponible a saciar el
hambre espiritual, iluminar las almas, dar la bienvenida a las súplicas y
oraciones de todos que buscan su ayuda, auxiliando e inspirando a lo largo de
la existencia, protegiendo y defendiendo las personas contra las tentaciones de
Satanás y también, consolándolos en los reveses de la vida. Lleno de amor y
misericordia ÉL se presenta modestamente en la partícula de trigo y agua y en
el vino consagrado.
En esta simplicidad esconde todo su Poder y su
Divinidad, primordialmente porque, ÉL quiere que cada uno de nosotros, no lo
busque con pompas y garrulerías, sino con humildad, reconociendo las propias
debilidades y limitaciones. De esa manera, postrado delante del SEÑOR DIOS, con
la mayor simplicidad y sincera humildad, es que debemos pedir las gracias que
nosotros necesitamos para nuestra existencia.
Esta realidad señala al razonamiento la necesidad
de cada persona de intentar aumentar cada vez más, de alguna manera, la
intensidad de la atención y del afecto que debe dedicar a DIOS. No como actitud
pensada, programada y con intereses, sino como gesto normal, generado de dentro
hacia fuera, del interior de nuestro corazón para el Corazón del CREADOR.
Un procedimiento que sea consciente y que se debe
cultivar con frecuencia. Esta preocupación representará
una continua y permanente oración a DIOS, súplica perseverante que
debe modularse y adornarse con las oraciones que nosotros debemos recitar todos
los días, para que ellos sean nuestra respuesta de amor, en un afectuoso
tributo de agradecimiento por todos los beneficios que ÉL nos proporciona y el
don de nuestra propia vida.
Adaptado de: Evangelio del Día 2013-04-04 (www.evangeliodeldia.org)