Pensando en el Rostro de Jesús

Jesús 1Pensaba un día en cómo podría imaginarme a la Santísima Trinidad con mi mente tan limitada. No me gusta mucho la imagen tradicional de Dios Padre como un ancianito y me parece muy vaga la representación del Espíritu Santo como una paloma, aunque así se le mencione en una ocasión en la Biblia. Hay que comprender que son apenas representaciones para que nosotros los humanos podamos formarnos una idea de Dios, de un solo Dios que es tres personas a la vez, en grandísimo e incomprensible misterio de amor.

Es así como contamos con una maravillosa Trinidad Santa, en el que la Primera Persona es el Dios Padre creador omnipotente de todo, la Segunda Persona es Dios Hijo Jesucristo redentor de la humanidad y la Tercera Persona Dios Espíritu Santo, santificador y dador de dones. Espléndida combinación de amor para la creación entera.

Y estoy seguro que mi duda se la han planteado millones de personas en el mundo, razón por la cual han surgido y seguirán surgiendo representaciones artísticas de Dios, de Jesús, de los santos y de la Virgen María. Eso no tiene nada de malo, muy por el contrario estás imágenes permiten que podamos acudir a la oración con mayor facilidad, podemos remitirnos a pasajes de los Evangelios o de la vida de los santos, por ejemplo.

Y pienso que Dios en su infinito amor a su creación nos permitió que Cristo se encarnara en el vientre de su Santa Madre María y se hiciera hombre para redimirnos y salvarnos, pero también para que sintamos que tenemos un Dios vivo, verdadero, que nos entiende, que conoce nuestros dolores y sufrimientos por que, sin dejar de ser Dios, también fue un ser humano. Y por eso podemos pensar en el rosto de Jesús, como una prueba del amor infinito de Dios.

Ahora queda en cada uno de nosotros si elegimos un rostro como el que se ha mostrado en las pinturas antiguas, o en las películas, el que se le ha revelado a los santos, o el que se le atribuye al manto de Turín. A veces un rostro serio, otras veces dulce, fuerte o adolorido por nuestras faltas. Por eso me gusta pensar en la Santísima Trinidad como el amor de Dios reflejado en la persona de Jesús para toda la humanidad y, como dice la biblia, al ver a Jesús vemos también al Padre Celestial que lo envió.

Más reconfortante pensar que todavía podemos ir más allá, y observar el rostro de Jesús en la Sagrada Eucaristía, lo podemos observar en nuestro prójimo, lo podemos observar en los niños –incluso los que están en el vientre de su madre- y lo podemos observar en las personas pobres, marginadas y abandonadas. Incluso lo podemos observar en la creación entera, los animales, las flores, los paisajes impresionantes y las estrellas del cielo. Toda la creación lleva el sello de la Mano de Dios.

¡Bendito sea Dios! Porque si alguna vez dudamos y pensamos que no podemos ver a Dios basta con abrir los ojos y sentir como su amor nos inunda desde las personas que nos rodean hasta el aire que respiramos y el agua que bebemos.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Jesús 2