Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Jueves 17 de setiembre de 2015

Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Verde

Santoral:



Jornada de Oración por la santificación de los sacerdotes

Primera Lectura: I Timoteo 4, 12-16
"Cuídate tú y cuida la enseñanza; así te salvarás a ti y a los que te escuchan"

Querido hermano: Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez. Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar. No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros. Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.

Salmo Responsorial: 110, 7-8, 9, 10
"Grandes son las obras del Señor."
  • Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud.
  • Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza, su nombre es sagrado y temible.
  • Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre.

Evangelio: Lucas 7, 36-50
"Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor"

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora." 

Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte." El respondió: "Dímelo, maestro." Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?" Simón contestó: "Supongo que aquel a quien le perdonó más." Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente." 

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. 

Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama." Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados." Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."

Reflexión sobre las lecturas

Quizás no de la misma manera, pero puede habernos ocurrido el juzgar a quienes, exteriormente, tienen un comportamiento que nos parece desordenado. El fariseo Simón lo resume perfectamente “es una pecadora”. Es un juicio que descalifica todas las acciones de aquella mujer. Por eso Simón no percibe ni el arrepentimiento, manifestado en las lágrimas, ni el agradecimiento, que embarga el corazón de aquella mujer y que se derrama en elocuentes signos de afectos hacia el Señor.

Simón tampoco puede entender que aquella mujer, por más pecadora que fuera, no podía manchar a Jesús. Que, por el contrario, Jesús había venido, precisamente, para traer la salvación a los pecadores. Misterio grandísimo de cómo Dios se acerca a nosotros y Él, que es totalmente santo, asume una carne como la nuestra para poder tocarnos. La mano del pecador no mancha; la del Hijo de Dios, cura y da la salvación. Frente a todos los rituales que pretendían preservar la pureza, Jesús nos muestra la misericordia. Esta no sólo nos mantiene en el camino del Señor sino que nos permite acercar a los demás el amor que Dios nos tiene y que también les tiene a ellos.

Pero impresiona sobre manera la afirmación de Jesús: “tiene mucho amor”. No podemos separar la búsqueda de la santidad del amor. Jesús precisamente se ha hecho pobre, dice san Pablo en un momento, para enriquecernos. Y, ¿cómo nos enriquece el Señor? Lo hace con su amor. De eso es de lo que estamos más necesitados. Es lo que le falta al fariseo Simón y quizás también aquello de lo que nosotros andamos escasos. Por eso hoy mi petición al Señor es, dame esa capacidad de amarte que tenía aquella mujer. Que comprenda, como decía el Cura de Ars que un pecado mío, por grande que sea, es como un grano de arena al lado de la montaña de tu misericordia.

Si tuviera ese amor sabría acercarme a ti de la manera adecuada. Sabría como llorar mis faltas sin caer en la desesperación y mostrarte mi agradecimiento convertida en una alabanza amorosa. Podría también vencer los respetos humanos, como hizo aquella mujer, que no temió acercarse a ti en medio de toda aquella gente “justa”. Irrumpió arrastrada por su amor y atraída por tu bondad. Sabía que, por mucha gente que hubiera estaba ella y tú y que ante ti y que ahí es donde se juega todo.

Y no podemos dejar de contemplar la bondad de Jesús. ¡ De qué manera tan hermosa reprende a Simón! No lo desprecia sino que le enseña a ver para cambiar su corazón. Cuando despide a su mujer, a quien le son perdonados sus pecados por su fe y que puede irse en paz, Jesús se queda en casa de Simón. No lo desprecia, porque quiere que todos los hombres se salven. No se aparta de él, porque quiere que cambie. Jesús nos enseña así a ablandar nuestro corazón. Quiere que sintamos misericordia de los demás y así comprendamos mejor su misericordia. 

Es como un círculo. El amor que Dios nos tiene nos mueve a querer a los demás y el ser misericordiosos con el prójimo nos lleva a comprender mejor cuán necesitados estamos del amor de Jesús y cómo el nos quiere. Una vez más descubrimos la grandeza del amor que Dios nos tiene y sentimos la necesidad de dejarnos amar más y de aprender a amar mejor. Que la Virgen María nos ayude en este camino.

Escrito por Comentarista 9 el día 17 de setiembre de 2015. Posteado en Comentario a las Lecturas, sitio web Archidiócesis de Madrid.

Oración

Señor, bendice a los Sacerdotes, bendice a esas personas realmente iguales a cualquiera, con sus luchas internas, con debilidades, errores y todo lo que supone la fragilidad humana, sin embargo, con una entrega total, con la capacidad de renunciar a todo por seguirte, por servirnos y por hacerte presente en el mundo. 

Llénalos de tus gracias y dones, guárdalos del mal y de todas las insidias del enemigo del Reino, dales una vida ejemplar y una muerte en tu santidad. Y que ese testimonio haga que muchos se sientan movidos a ser también tus siervos en el orden sacerdotal. Amén.

Acción

Hoy oraré específicamente por el sacerdote más cercano que tengo y durante todo el día pediré al Señor para que se incrementen las vocaciones en todo el mundo.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, Evangelio del Día, Archidiócesis de Madrid
Verificado en:
Ordo Temporis 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica