Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Martes 29 de setiembre de 2015


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Blanco

Santoral:



Primera Lectura: Daniel 7, 9-10. 13-14
"Miles y miles le servían"

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. 

Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo Responsorial: 137
"Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor."
  • Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario.
  • Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
  • Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.

Evangelio: Juan 1, 47-51
"Veréis a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre"

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño." Natanael le contesta: "¿De qué me conoces?" Jesús le responde: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi." Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel." Jesús le contestó: "¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores." Y añadió: "Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."

Reflexión sobre la Primera Lectura

La liturgia nos sugiere este hermoso trozo del Antiguo Testamento, en el cual Daniel profetiza lo que años después los apóstoles verán con sus propios ojos. 

Quisiera que centráramos nuestra reflexión, no sólo en el contenido de la visión, que como sabemos, está referida a Cristo, sino en la manera cómo Dios se revela a nuestro corazón cuando oramos. Es difícil aceptar que hoy en día tengamos tan pocos “místicos”, es decir, hombres y mujeres de oración profunda, hombres y mujeres que son capaces de entrar en una relación íntima y personal con Dios. Nuestro mundo, lleno de actividades y de ruido, nos ha ido apartando de esta oración. 

Para muchos, orar significa rezar unas cuantas oraciones mientras se va a toda prisa al trabajo, mientras se hace fila en una dependencia pública; finalmente, decir, medio dormido, algunas jaculatorias antes de acostarnos. Se nos olvida que para orar, para poder llegar a tener una relación íntima con Dios, necesitamos tiempo. Necesitamos dedicar un tiempo sólo para Dios. Un tiempo en el que, en compañía de nuestra Biblia, con los ojos cerrados, podamos centrar nuestra atención en Dios. 

No dejes que tus actividades te atropellen, date tiempo para orar, dale tiempo a Dios.

Reflexión sobre el Evangelio

Los testimonios acerca de los ángeles en la Sagrada Escritura no dejan duda de la existencia de estos seres espirituales creados por Dios para su servicio, pero también para el servicio de nosotros, los hombres. 

Por ello, la Iglesia invoca a san Miguel Arcángel como fiel defensor de los proyectos de Dios y para someter el ataque de Satanás sobre los cristianos. Invoca a san Rafael Arcángel en las enfermedades y para proteger las ciudades contra las grandes catástrofes. 

Finalmente, invoca a san Gabriel Arcángel como el mensajero de confianza de Dios por quien nos da a conocer sus proyectos salvíficos, y por medio del cual nuestra respuesta llega a su presencia. No tengamos temor de invocarlos y de solicitar su intercesión.

Oración

Señor, reconozco que, en muchas ocasiones, el único momento que dedico a la oración son estas líneas que leo y que, desafortunadamente también, no las leo todos los días. Si tú me das veinticuatro horas cada día, cómo no devolverte al menos una cada mañana.

Acción

Hoy iniciaré un camino de oración en el que, cada día, vaya incrementando el tiempo de oración, hasta que un día pueda llegar a decir: Señor, ¡qué bien estamos aquí!

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa
Verificado en:
Ordo Temporis 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica