Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 18 de noviembre de 2015.


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Verde

Santoral


Primera Lectura: II Macabeos 7, 1. 20-31
"El creador del universo os devolverá el aliento y la vida"

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Pero ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor. 

 Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua: "Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni ordené los elementos vuestro organismo. Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida, si ahora os sacrificáis por la ley."

Antíoco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando. Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo, no sólo con palabras, sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no hacía ningún caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien. 

Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma: "Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crie tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contiene y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos." 

Estaba todavía hablando, cuando el muchacho dijo: "¿Qué esperáis? No me someto al decreto real. Yo obedezco los preceptos de la ley dada a nuestros antepasados por medio de Moisés. Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los hebreos, no escaparás de las manos de Dios."

Salmo Responsorial: 16
"Al despertar, Señor, me saciaré de tu semblante." 
  • Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño.
  • Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
  • Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.

Evangelio: Lucas 19, 11-28
"¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?"

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: "Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que le aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." 

Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades. ." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." 

El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres un hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." 

Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Os digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia."" Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén."

Reflexión sobre la Primera Lectura

Un pasaje tremendo el que nos presenta para nuestra meditación el libro de los Macabeos en el que podemos ver lo que significa realmente el amor a Dios y la fidelidad a sus mandamientos y a la Alianza. 

El desprecio total que una persona puede llegar a hacer con tal de permanecer fiel al amor y al don recibido por Dios. Hemos leído cómo toda la familia, desde el mayor al menor, desprecian todo con tal de permanecer fieles a Dios. Es triste que hoy tantos de nosotros le volvamos la espada a nuestro amado Señor, por cosas tan insignificantes como pudiera ser un programa de televisión, una película, una conversación.

¿Qué pasaría, me he preguntado con frecuencia, si hoy le tocara de nuevo a nuestra Iglesia volver a vivir una persecución como la que vivió la primera comunidad? ¿Qué pasaría con nosotros los cristianos? ¿Seríamos capaces de responder como hemos visto hacerlo a esta familia? ¿Nuestras propias madres serían quienes nos darán la fuerza y el valor para no retraer nuestro cuello de la guillotina? Es importante que hoy revisemos este aspecto de nuestra vida y veamos ¿Qué tanto amamos a Dios? ¿Qué tanto estaríamos dispuestos a decir, como nuestros mártires (pienso en el padre Pro), que ante el pelotón formado grita con todas sus fuerzas: “viva Cristo Rey”. 

¿Seremos los cristianos del siglo XXI capaces de sentirnos orgullosos de ser cristianos y poner en juego todo con tal de proclamar abiertamente que Jesús es el Señor y que bajo ninguna circunstancia lo negaríamos? Para saber si seremos o no capaces de esta entrega, simplemente veamos qué tan fácilmente podemos renunciar a aquello que tanto nos gusta pero que no agrada al Señor. Si podemos hacer esto, estamos en el camino de la fidelidad.

Reflexión sobre el Evangelio
“Hacedlos fructificar”(cf Lc 19,13): trabajo humano y Reino de Dios.

Cuando Dios creó la humanidad, el hombre y la mujer, dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (cf Gn 1,28). Este es, de alguna manera, el primer mandamiento de Dios, relacionado con el orden de la creación. El trabajo humano corresponde a la voluntad de Dios. Cuando decimos: “Hágase tu voluntad...” nos referimos también al trabajo que llena todas las jornadas de nuestra vida. Nos damos cuenta que cumplimos esta voluntad del creador cuando nuestro trabajo y las relaciones humanas que genera están impregnados de los valores de la iniciativa, del coraje, de la confianza, de la solidaridad que son otros tanto reflejos de la imagen de Dios en nosotros... 

El creador ha dotado al hombre del poder de dominar la tierra. Le confía el dominio de la naturaleza por el propio trabajo, por sus capacidades para llegar a un desarrollo feliz de su propia personalidad y de la comunidad entera. Por su trabajo, el hombre obedece a Dios y responde a su confianza. Esto no está ajeno a la petición del Padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino.” El hombre actúa para que el plan de Dios se realice, consciente de ser imagen y semejanza de Dios y de haber recibido de él su fuerza, su inteligencia, sus aptitudes para realizar una comunidad de vida por el amor desinteresado hacia sus hermanos. 

Todo lo bueno y positivo en la vida del hombre se desarrolla y llega a su meta auténtica en el Reino de Dios. Habéis escogido bien el lema: “Reino de Dios, vida del hombre,” porque la causa de Dios y la causa del hombre están ligadas la una a la otra. El mundo progresa hacia el Reino de Dios gracias a los dones de Dios que permiten el dinamismo del hombre. Dicho de otro modo: orar para que venga el Reino de Dios significa orientar todo el ser hacia aquella realidad que es el fin último del trabajo del hombre.

San Juan Pablo II (1920-2005), papa. Homilía ante los trabajadores en Luxemburgo, mayo 1985 

Oración

Señor, que mi amor por ti se refleje hacia los demás, de tal manera que pueda crecer en ellos también la esperanza de la vida eterna.

Acción

Revisaré en qué momentos o situaciones de mi vida niego a Dios, y haré los arreglos necesarios para renunciar a las cosas que me apartan de la vida de la gracia.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, Evangelio del Día
Verificado en:
Ordo Temporis 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica