Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Martes 3 de noviembre de 2015


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Blanco

Santoral:



Primera Lectura: Romanos 12, 5-16
"Aborrezcan el mal y practiquen el bien"

Hermanos: Todos nosotros, aun siendo muchos, formamos un solo cuerpo unidos a Cristo, y todos y cada uno somos miembros los unos de los otros. Pero tenemos dones diferentes, según la gracia concedida a cada uno. El que tenga el don de profecía, que lo ejerza de acuerdo con la fe; el que tenga el don de servicio, que se dedique a servir; el que enseña, que se consagre a enseñar; el que exhorta, que se entregue a exhortar. El que da, hágalo con sencillez; el que preside, presida con solicitud; el que atiende a los necesitados, hágalo con alegría.

Que el amor de ustedes sea sincero; aborrezcan el mal y practiquen el bien. Amense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno estime a los otros más que a sí mismo. En el cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del Señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.

Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia entre ustedes. No sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los humildes.

Salmo Responsorial: Salmo 130 
Dame, Señor, la paz junto a ti. 
  • Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos soberbios; grandezas que superen mis alcances no pretendo. 
  • Estoy, Señor, por lo contrario, tranquilo y en silencio, como niño recién amamantado en los brazos maternos. 
  • Que igual en el Señor esperen los hijos de Israel, ahora y siempre. 

Evangelio: Lucas 14, 15-24
"Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios"

En aquel tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: "Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios".

Entonces Jesús le dijo: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: ‘Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes‘. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes‘. Y otro más le dijo: ‘Acabo de casarme y por eso no puedo ir‘.

Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el Señor se enojó y le dijo al criado: ‘Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos‘. Cuando regresó el criado, le dijo: ‘Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar‘. Entonces el amo respondió: ‘Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete‘".

Reflexión sobre la Primera Lectura

Termina este texto que hemos leído hoy con una serie de exhortaciones y recomendaciones del apóstol para todos los cristianos, no sólo de Roma sino del mundo entero. 

Quisiera hoy acentuar el tema de estimar más a los otros que a uno mismo, pues debemos reconocer que este aspecto del Evangelio no es fácil de vivir, pues el egoísmo se revela siempre en nosotros y es difícil reconocer que nuestros compañeros de trabajo, de apostolado, nuestros vecinos, son mejores, o al menos más que uno mismo. Esto requiere, sin lugar a dudas, de la acción poderosa del Espíritu. De aquí de nuevo la insistencia de una vida espiritual firme que le permita al Espíritu Santo actuar con todo su poder en nosotros, sobre todo en esta área, y la de los enemigos y los que nos persiguen, pues solo Él pude generar en nosotros un amor tal que nos lleve a amar a todos sin distinción. 

Todos estos consejos de Pablo eran precisamente lo que distinguía a la comunidad cristiana. Por ello los demás se quedaban admirados de que alguien pudiera amar a los demás sin importar si los perseguían o no. En la célebre carta a Diogneto, éste dice cómo todos los paganos estaban admirados "por el tenor de vida que llevaban los discípulos de Cristo". 

Es tiempo de que cada uno de nosotros permita al Espíritu que, no solo los dones de los que nos ha hablado el apóstol se manifiesten, sino que además se vea claro este aspecto de la caridad. Seamos un reflejo claro de la caridad de Jesucristo.

Reflexión sobre el Evangelio

Es curioso la seguridad que muestran algunos de nuestros hermanos bautizados creyendo que, porque van a misa los domingos, tienen ya asegurada la vida eterna. 

Consideremos lo que Jesús nos dice en otro pasaje: "No todo el que me diga Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre". Es decir, Jesús nos invita a vivir conforme al Evangelio que incluye, por supuesto, participar de la Eucaristía y a llevar una vida que testifique nuestro cristianismo. 

Hoy nos dice que no se valen las excusas, éstas pueden ser magníficas, pero en la vida del Reino lo que importa es la respuesta a esta invitación. Pensemos si no le estaremos dando excusas al Señor para no vivir la radicalidad que nos exige el Evangelio.

Oración

Señor, todo lo que me invitas a vivir sé que a fin de cuentas a mí me hará una persona más feliz, porque soy testigo de que hay más alegría en dar que en recibir. Concédeme vivir guiado por tu Espíritu para producir los frutos que esperas de mí, especialmente el amor.

Acción

Convencido de que el amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos, revisaré qué tanto tiempo dedico a mis amigos, compañeros y familiares, en ayudarles a resolver sus problemas escuchándolos y dándoles un buen consejo.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, Catholic.net
Verificado en:
Ordo Temporis 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica