Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Viernes 1 de enero de 2016.

Tiempo Litúrgico: Navidad
Color: Blanco


Santoral


Primera Lectura: Libro de los Números 6. 22-27
Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré

El Señor habló a Moisés: – «Di a Aarón y a sus hijos: esta es la fórmula con que bendeciréis a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.” Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»

Salmo Responsorial: 66, 2-3. 5. 6 y 8
R. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.
  • Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R.
  • Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. R.

Segunda Lectura: Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7
Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer

Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial.

Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡Abba! Padre.» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21
Encontraron a María y a José, y al niño. le pusieron por nombre Jesús

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacía Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto; conforme a lo que se les había dicho. 

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Reflexión: Ser Madre

Ahora que las ideologías de moda se las dan de progresistas solo porque quieren imponer el mito de la mujer autónoma, vaciando de significado la feminidad y negando el don de la maternidad, se hace más que atractiva y actual la figura de esta Mujer (así, con mayúscula), en la que Dios nos revela un nuevo significado de la feminidad y una nueva plenitud para la maternidad. La verdad es que no me imagino a ninguna feminista de aquella época (o de esta), desmelenada ante el pesebre, manifestándose a favor del aborto como derecho de la mujer, o reivindicando para el pobre José el derecho a parir un hijo. No. El Señor hace las cosas con tanta normalidad, tan a lo humano, que ni sus planes ni su modo de actuar entran en los esquemas de nuestra razón, de nuestros planes o de nuestras previsiones. Puestos a inventar lo humano, o puestos a imaginar lo divino, ya se ve que no tenemos ni la más mínima idea.

Con la solemnidad de la Madre de Dios, se cierra esta Octava de Navidad, en la que la Iglesia no ha dejado de contemplar y celebrar embelesada el misterio del Niño de Belén. Da igual el rincón del pesebre en el que nos coloquemos: el misterio es el mismo, aunque lo veamos desde distintas perspectivas. Podemos contemplar al Niño desde la paternidad de José; podemos contemplar al Niño desde la experiencia de los pastores; podemos intentar ponernos junto a aquellos animales, que aceptaron la visita de aquel huésped en su establo; podemos contemplar al Niño desde la adoración de los Magos; podemos también contemplar al Niño desde el corazón de su Madre. Todas las perspectivas nos conducen al mismo Niño de Belén, y desde todas se saborea con acentos nuevos ese misterio de un Dios hecho carne, ante el que la Iglesia queda como embelesada en estos días de Navidad.

Eran tantas las emociones y afectos de esos meses y días, que en el corazón de María no cabía ni una emoción más. Cuántas cosas guardaba y meditaba también José en su corazón. Aquel Niño, que había entrado en el mundo cobijado bajo el corazón de una madre, los tenía a los dos, a José y María, anonadados y embelesados. Aquel Dios, que quiso encerrarse en el misterio de la maternidad de una mujer, comenzaba ya así a revelarnos lo más íntimo de su ser. ¿Cómo no ver en la paternidad de José, en la maternidad de María, un reflejo de esa fecundidad trinitaria que hace de los Tres, del Padre, del Hijo y del Espíritu, un misterio de comunión y de mutua donación? Ser madre es acoger la vida y el amor, como hace el Espíritu Santo en la Trinidad. Pero, no es propio de la madre recibir para adueñarse sino para dar, como hace también el Espíritu Santo fuera de la Trinidad: recibe la vida y el amor del Padre y del Hijo para entregarlos a todos los hombres a través de la Iglesia. 

Por eso, en la maternidad virginal de María la Iglesia se entiende a sí misma, y también en Ella la mujer encuentra una fuente inagotable de significado, que explica la riqueza de su feminidad y su vocación de mujer: ser madre. Este misterio de maternidad es lo que deslumbró a aquellos rudos pastores, que fueron corriendo hasta Belén, y lo que había cautivado el corazón contemplativo de José durante los meses previos al nacimiento del Hijo. Pidámosle a él, a José, que nos enseñe a contemplar la maternidad de María con ese mismo corazón emocionado con el que supo recibir de las manos de su Esposa el cuerpo de Dios Niño.

ESCRITO POR COMENTARISTA 2 EL 1 ENERO, 2016. POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS, SITIO WEB ARCHIDIÓCESIS DE MADRID.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelio del Día, Archidiócesis de Madrid
Verificado en:
Ordo Temporis 2016, Conferencia Episcopal de Costa Rica