Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 1 de junio de 2016.


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Rojo

Santo del día: 



Primera Lectura: 2° san Pablo a Timoteo (1, 1-3. 6-12)
Reaviva el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos

Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, conforme a la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Cuando de noche y de día te recuerdo en mis oraciones, le doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura, como lo aprendí de mis antepasados.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios.

El nos ha salvado y nos ha llamado a llevar una vida santa, no por nuestros méritos, sino por su propia determinación y por la gracia que nos ha sido dada, en Cristo Jesús, desde toda la eternidad. Esta gracia es la que se ha manifestado ahora con el advenimiento de nuestro salvador, Jesucristo, quien ha destruido la muerte e irradiado la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio, del que he sido nombrado predicador, apóstol y maestro.

Por este motivo soporto esta prisión, pero no me da vergüenza, porque sé en quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él con su poder cuidará, hasta el último día, lo que me ha encomendado.

Salmo responsorial: 122, 1-2a. 2bcd 
R/ En ti, Señor, tengo fijos mis ojos. 
  • En ti, Señor, que habitas en lo alto, fijos los ojos tengo, como fijan sus ojos en las manos de su señor, los siervos. R. 
  • Así como la esclava en su señora tiene fijos los ojos, fijos están en el Señor los nuestros hasta que Dios se apiade de nosotros. R.

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (12, 18-27)
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.

Jesús les contestó: “Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Una carta maravillosa la que hoy nos presenta la Liturgia en la que vemos el amor del apóstol por su discípulo y sobre todo el amor que tiene a Cristo y a su Evangelio, "por el cual lleva cadenas" y "no se avergüenza de estar preso" por esta causa. El llamado que Dios nos ha hecho a la santidad impulsa a san Pablo a recordarle a Timoteo, y con ello a todos y cada uno de nosotros, que el cristiano debe ser una persona diferente pues la gracia de Dios lo habita. Desgraciadamente hoy en día muchísimos cristianos han olvidado este llamado y se han dejado conducir por sus pasiones integrándose de nuevo al mundo del cual Cristo nos separó al comprarnos con su sangre preciosa. 

Es triste encontrar hermanos cuyo vocabulario, los lugares que frecuentan, sus amistades, el trato para con los demás, dista mucho de una vida SANTA. Es necesario, mis queridos hermanos, recuperar esta identidad. Que el mundo nos reconozca por esa pertenencia a Cristo, sin importar si por ello tuviéramos, como Pablo, que soportar persecución, pues esto sería el signo evidente de que nosotros también estamos siguiendo a Jesús, que por nosotros fue también perseguido.

Reflexión sobre el Evangelio

Una de las cosas que siempre ha cuestionado y preocupado al hombre es su destino final. ¿Qué pasa después de la muerte? 

Para el cristiano, la respuesta de Jesús ilumina este misterio y lo hace vivir en paz, pues ahora sabe que no existe la muerte sino simplemente una transformación. El hombre creado por Dios vivirá para siempre. La "muerte" dispone al hombre para disfrutar la eternidad. Contrariamente a otras filosofías y "teologías", el cristianismo, basado en la revelación de Dios, afirma (y esta es nuestra esperanza) que al ocurrir la muerte física, Dios nos resucitará de manera semejante a como lo hizo con Jesús.

Nuestro cuerpo volverá a tomar su carne, será nuestro mismo cuerpo pero ahora será un cuerpo glorificado, un cuerpo que no sufre más, un cuerpo que no puede ya experimentar la muerte. Ciertamente no podemos entender perfectamente este misterio, ni cómo será, o qué significa tener un cuerpo glorificado. 

Sin embargo, le creemos a Jesús, creemos que su palabra se cumplirá y que nuestra existencia perdurará para siempre, pues nuestro Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.

Oración

Señor, apártame para ti, apártame de la fuerte influencia negativa de este mundo, ayúdame a controlar mis pasiones desenfrenadas que me conducen a la muerte y a permanecer lejos de ti; ilumina mi vida para que toda esté orientada a ti y así, a pesar de cualquier precio a pagar, purificar mi vida y ser más como eres tú, tener tus sentimientos y tu corazón.

Acción

Hoy pondré especial atención en las pequeñas incomodidades diarias y en las cosas que me cuesta hacer de modo cotidiano, y además de hacerlas bien, las haré con gusto, pensando en que eso contribuye a mi camino de santidad.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net
Verificado en:
Ordo Temporis 2016, Conferencia Episcopal de Costa Rica