Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Lunes 9 de enero de 2017.

Tiempo Litúrgico: Navidad
   Color del día: Blanco   

Santos del día:


Primera Lectura: Libro del profeta Isaías (42, 1-4. 6-7)
Miren a mi siervo, en quien tengo mis complacencias.

Esto dice el Señor: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones.

No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este pasaje de Isaías será citado más adelante por los evangelistas en el momento del bautismo del Señor, fiesta con la que se abre el Ciclo ordinario en la Iglesia. En él vemos la fidelidad de Dios que cumple sus promesas y nos envía al Salvador. Isaías profetiza lo que realizará Jesús en su vida pública. Al Igual que en Jesús, nosotros, los que por el Bautismo somos parte de su cuerpo y sus discípulos, somos también los elegidos y también en nosotros Dios pone sus complacencias. Esta elección no es simplemente para ser sus hijos, sino particularmente para la misión. 

Jesús ha sido llamado y elegido por el Padre para ser el redentor del mundo, y nos dice el texto de Isaías, que Dios ha puesto en él su Espíritu para que haga brillar la justicia. Esto debemos entenderlo bajo los dos aspectos que entiende la Sagrada Escritura: por un lado, la justicia en la línea de darle a cada uno lo que le toca; pero por otro, y especialmente en el sentido de la Santidad. Esta misión es ahora también la nuestra. Es por ello que tenemos que ir desarrollando ambientes y espacios en los que puedan florecer tanto la justicia (en nuestras casas y centros de trabajo, así como en toda la sociedad), como la Santidad, especialmente mediante un testimonio coherente de nuestro cristianismo. 

El cristianismo no se continúa expandiendo porque una gran cantidad de hermanos no trabaja en ninguna de estas dos áreas en su vida y en su entorno. Vemos que estas acciones deben ser hechas con discreción, pero con firmeza. Será, pues, necesario que hoy al meditar esta palabra, veamos si nuestra vida está dando este testimonio coherente de santidad y si estamos promoviendo una vida en la que resplandezca la justicia, especialmente para con los que no tienen voz.

Salmo responsorial (28)
R/  Te alabamos, Señor. 
  • Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece. Postrados en su templo santo, alabemos al Señor. R. 
  • La voz del Señor se deja oír sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es imponente. R. 
  • El Dios de majestad hizo sonar el trueno de su voz. El Señor se manifestó sobre las aguas desde su trono eterno. R.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 13-17)
Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu Santo descendía sobre él.

En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.

Reflexión sobre el Evangelio

El bautismo de Jesús marca para Él, el inicio de su vida pública. Vida en la que se manifestaría como el Hijo de Dios, revestido de gracia y de poder. Ciertamente esto no ocurrió en él por el hecho de ser bautizado por Juan, ya que Él es el Hijo de Dios y lo que era antes del bautismo continuó siéndolo después. Sin embargo, esto no ocurre en nuestro bautismo en el cual, nuestra naturaleza humana verdaderamente se ve revestida de gracia y de poder; dejamos de ser creaturas para convertirnos en hijos gracias a que el Espíritu Santo, a partir de ese momento, empieza a habitar en nosotros como si fuera su propia casa. Esto, obviamente, cambia todo en nuestra vida. 

Sin embargo, para que se manifieste este cambio es necesario alimentar la gracia recibida. En el momento de nuestro bautismo, aunque nosotros no lo oigamos, resuenan también para cada uno las mismas palabras, no como una presentación, como es el caso de Jesús, sino como una información para todos. Nosotros, sí, cada uno de nosotros, es un hijo de Dios por lo que hemos sido enviados, igual que Jesús, para llevar la Buena Nueva a los pobres y para liberar a los cautivos. Somos desde nuestro bautismo una continuación del ministerio de Cristo sobre la tierra. 

Debemos por lo tanto, tomar conciencia de ello y revisar si efectivamente estamos siendo una imagen clara de Jesús. Si nuestra vida, como la de él, se orienta claramente a este doble ministerio. Esto no supone que tengamos que dejar nuestra vida actual para ser como Jesús. Cada uno ha sido llamado por Dios para realizar estos ministerios desde diferentes estados de vida: unos casados, otros soleros, incluso, esto no tiene, como en Jesús, una edad para manifestarse, sino que en nosotros la acción del Espíritu puede empezar desde pequeños, basta con que le demos espacio en nuestra vida y alimentemos nuestro corazón con una vida intensa de oración y en comunión con la Iglesia. 

Si hoy tenemos tanta gente que no conoce el amor de Dios y gente que vive atada a sus vicios y debilidades, es porque una importante parte de los bautizados no se han hecho conscientes de ser hijos de Dios, sus elegidos y por ello no han asumido su papel en la vida evangélica. Hazte, pues, consciente de esta realidad, y vive y actúa como un auténtico hijo amado de Dios.

Oración

Señor Dios, danos tu Espíritu para que oriente nuestras vidas, cumplamos en todo tu voluntad y pongamos en práctica la justicia a favor de nuestros hermanos, sobre todo, de los más débiles, y vivamos con un ardiente deseo de ser santos en cada acción que diariamente realicemos. Amén.

Acción

Trabajaré por ser justo en cada acción que realice para no cometer injusticias con mis hermanos, amigos, conocidos y familiares.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica