Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Lunes 20 de marzo de 2017.


Tiempo Litúrgico: Cuaresma
   Color del día: Blanco   

Santo del día:



Primera Lectura: Segundo libro de Samuel (7, 4-5. 12-14. 16)
El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

En aquellos días, el Señor le habló al profeta Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: ‘Cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino.

El me construirá una casa y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este pasaje está referido, sin lugar a dudas, a Jesús quien será el descendiente esperado del pueblo y aquel que reinará por siempre. Para la realización de esta profecía Dios escogió a José de Nazaret, descendiente de la casa davídica para que él fuera quien le diera el "linaje" (diríamos hoy, el apellido) de la familia de David. 

Sabemos que José no es el padre de Jesús, pues fue engendrado del Espíritu Santo, sin embargo, cumplió en todo como padre de Jesús: le dio su apellido, lo educó, le comunicó la ley y enseñó a vivir de acuerdo a la Alianza y finalmente le enseñó su propio oficio de carpintero. Todo esto nos habla de algo que a veces se va perdiendo en nuestros hogares y es: "el tener tiempo para los hijos". 

Es tal la actividad del hombre moderno (cabeza de la familia), que muchas veces deja toda la carga de la educación en la esposa; sin embargo, la presencia y educación paterna es fundamental para el desarrollo equilibrado de los niños y niñas. Jesús, como hombre, se desarrolló gracias a la cercanía de José y su preocupación por su educación. Ojalá y todos los que han sido llamados a ser papás lo sepan imitar dándose tiempo para compartir con sus hijos.

Salmo responsorial (88, 2-3. 4-5. 27 y 29)
R/  Su descendencia perdurará eternamente. 
  • Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos. R. 
  • Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’. R. 
  • El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor ni violaré el juramento que le hice”. R.

Segunda Lectura: Carta del apóstol san Pablo
a los romanos (4, 13. 16-18. 22)
Esperando contra toda esperanz, Abraham creyó.

Hermanos: La promesa que Dios hizo a Abraham y a sus descendientes, de que ellos heredarían el mundo, no dependía de la observancia de la ley, sino de la justificación obtenida mediante la fe.

En esta forma, por medio de la fe, que es gratuita, queda asegurada la promesa para todos sus descendientes, no sólo para aquellos que cumplen la ley, sino también para todos los que tienen la fe de Abraham. Entonces, él es padre de todos nosotros, como dice la Escritura: Te he constituido padre de todos los pueblos.

Así pues, Abraham es nuestro padre delante de aquel Dios en quien creyó y que da la vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que todavía no existen. El, esperando contra toda esperanza, creyó que habría de ser padre de muchos pueblos, conforme a lo que Dios le había prometido: Así de numerosa será tu descendencia. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (1, 16. 18-21. 24)
José hizo lo que le había mandado el Ángel del Señor.

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Reflexión sobre el Evangelio

Al comienzo de su peregrinación en fe, la fe de María se encuentra con la fe de José. Si Isabel había dicho de la Madre del Redentor: “Dichosa tú que has creído” (Lc 1,45), en un cierto sentido se puede también atribuir esta bienaventuranza a José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra del Señor cuando le fue anunciada en este momento decisivo. José, es cierto, no respondió al anuncio del ángel como María, pero él “hizo lo que el ángel le había dicho: llevársela como esposa”. Lo cual es pura “obediencia a la fe” (Rm 1,5). 

Se puede decir que lo que hizo José le unió, de manera muy especial, a la fe de María; aceptó como una verdad venida de Dios lo que ella había aceptado ya en el momento de la Anunciación. El concilio Vaticano II dice: “Cuando Dios se revela el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela (Dei Verbum, 5). Esta frase, que toca a la esencia misma de la fe, se aplica perfectamente a José de Nazaret. 

Así él llega a ser, de manera singular, el depositario del misterio “escondido desde los siglos en Dios” (Ef 3,9), de la misma manera que María lo es en este momento decisivo llamado por el apóstol Pablo “la plenitud de los tiempos”, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer… para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.” (Gal 4,4-5)… José es, con María, el primer depositario de este misterio divino… Teniendo ante los ojos el texto de los dos evangelistas Mateo y Lucas, se puede igualmente decir que José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios y que así sostiene a su esposa en la fe de la Anunciación divina; Dios lo puso el primero en el camino de la peregrinación en la fe de María… El camino personal de José, su peregrinación en la fe, se concluirá primero…; pero, el camino de la fe de José sigue la misma dirección.

San Juan Pablo II (1920-2005), papa. Redemptoris custos, §4

Oración

Señor, tu amor y tu voluntad son eternas, permíteme saber escucharte y aceptar de ti lo que pides para que, como san José, sepa continuar tu obra salvadora haciendo tu voluntad cada día sin afectar ni interrumpir tu Plan de Salvación.

Acción

Hoy dedicaré un tiempo del día a la convivencia, bienestar y educación familiar.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, Evangelio del Día, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica