Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Viernes 15 de setiembre de 2017


Tiempo Litúrgico: Ordinario
   Color del día: Blanco   




          Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a Timoteo (1, 1-2. 12-14)
Antes fui blasfemo, pero Dios
tuvo misericordia de mi.

Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por disposición de Dios, nuestro salvador, y de Cristo Jesús, nuestra esperanza, te deseo a ti, Timoteo, mi verdadero hijo en la fe, la misericordia y la paz, de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia, y la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús.

Reflexión sobre la Primera Lectura

En este inicio de la carta a su querido amigo y compañero de evangelización, san Pablo reconoce que no es por sus méritos el que Dios lo haya escogido, sino por la gran misericordia del Padre. 

Este aspecto de la vida apostólica es muy importante, ya que algunos hermanos no toman parte activa en la evangelización o en el trabajo pastoral de sus parroquias por el hecho de no sentirse dignos o capacitados para hacerlo. Debemos recordar que esto es una gracia y que a Dios no le importa lo que hayamos sido antes de nuestro encuentro con Jesús. Dios sabe que si no lo conocemos, difícilmente podremos amarlo y servirlo. 

Pero una vez que lo hemos conocido, y que estamos buscando con todo nuestro corazón el amarlo, Dios nos da todas sus gracias y su amor para poder ayudarle en la construcción del Reino. Seamos disponibles y abrámonos a la infinita misericordia de Dios.

Salmo responsorial
(15, 1-2a y 5. 7-8. 11)
R/ Nuestra vida está en manos del Señor. 
  • Protégeme Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos. R. 
  • Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente, tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado jamás tropezaré. R. 
  • Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a tí. R.

Secuencia a la Virgen de los Dolores

La Madre piadosa estaba
junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh cuán triste y afligida
estaba la Madre herida,
de tantos tormentos llena!
cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena!

¿Y cuál hombre no llorara
si a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecado del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al hijo amado
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarlo me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde lo veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance, vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (19, 25-27)
¿Y cuál homre no llorara si a la Madre
comtemplara de Cristo en tanto dolor?

En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.

Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.

Reflexión sobre el Evangelio

Jesús sabía lo que su Madre Santísima estaba sufriendo, y sabía que no había nadie más para hacerse cargo de ella. Por ello la entrega a su mejor amigo para que la cuide y la tenga "como a su madre". 

En estos últimos años la gente se pregunta por qué ha disminuido la piedad mariana (y me refiero a la auténtica, no a la que está basada en el sensacionalismo de una posible aparición o mensaje), la piedad mariana que muestra un amor tierno y sincero hacia la Madre de Dios. Según me parece que esto es porque hoy los cristianos no queremos acompañar a Jesús hasta la cruz. Tenemos miedo, como lo tuvieron Pedro y los demás. 

Sólo Juan, el "amigo" de Jesús, lo acompañó y sólo él tuvo la dicha de tenerla en su casa. Si realmente quieres tener a María como madre, si quieres que Jesús te la entregue, tienes que estar dispuesto a acompañarlo en el camino de la cruz. Y si piensas que esto no es verdad, pregúntate: ¿cómo es tu amor y tu piedad hacia María Santísima?

Oración

Señor, quiero servirte y ser instrumento tuyo para la salvación de mis hermanos y para el consuelo de los que viven sin la esperanza de la vida en ti. Dame el privilegio de ser un siervo tuyo y envíame a donde tú lo desees.

Acción

Hoy repetiré constantemente durante el día: "Envíame a mí, Señor".

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica