Lecturas de la Misa y reflexión sobre el Evangelio - Viernes 17 de abril de 2015

Tiempo Litúrgico: Pascua
Color: Blanco

Santoral:


Primera Lectura: Hechos 5,34-42
"Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús"

En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a aquellos hombres y dijo: "Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. No hace mucho salió un tal Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, dispersaron a todos sus secuaces, y todo acabó en nada. Más tarde, cuando el censo, salió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí gente del pueblo; también pereció, y dispersaron a todos sus secuaces. 

En el caso presente, mi consejo es éste: No os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios." Le dieron la razón y llamaron a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo.

Salmo Responsorial: 26
"Una cosa pido al Señor: habitar en su casa."
  • El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
  • Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
  • Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

Evangelio: Juan 6,1-15
"Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron"

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?" Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo." 

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" Jesús dijo: "Decid a la gente que se siente en el suelo." Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie." Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: "Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo." Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo."

Reflexión
Jesús presente en la Eucaristía

En la primera lectura escuchamos un consejo de Gamaliel. Frente a quienes querían prohibir totalmente el cristianismo en sus orígenes, este maestro de la ley dice: “si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos”. Cuando nosotros, a veintiún siglos de distancia leemos este texto nos preguntamos: ¿cuál es la razón de nuestra pervivencia? ¿qué nos mantiene aún unidos al evangelio? ¿qué permite que la caridad no se apague?

La respuesta para nosotros es clara: es el mismo Señor, presente en su Iglesia el autor de la realidad del cristianismo hoy. Nuestra fe es posible porque Jesús está vivo y es él el que nos sostiene. La misma historia de la Iglesia es la narración de esta permanencia de Jesús a lo largo de los siglos. Él ha acompañado a los que nos han precedido en el camino de la fe y Él es la razón de que nosotros hoy le confesemos como nuestro salvador.

La conciencia de la presencia de Jesús en la Iglesia cobra especial relieve ante el sacramento de la Eucaristía. El evangelio de hoy nos habla de ello a través del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Ese milagro anticipa, veladamente, la realidad de la Eucaristía. De hecho, nos ayuda a entender mejor el sacramento de la Eucaristía. Podemos decir que Jesús está presente en la Eucaristía porque, resucitado de entre los muertos, vive para siempre. Jesús, que ya no está sujeto a las leyes físicas de la corporalidad, puede multiplicarse por el mundo a través del sacramento de la Eucaristía sin dejar de ser uno. Y, desde este sacramento, comunica su nueva vida; se une a cada uno de nosotros para transformarnos con su amor.

De modo sumario, fijémonos en algunas de las enseñanzas del evangelio de hoy:

1.- El hambre de la multitud que sigue a Jesús nos habla del hambre espiritual que hay en el corazón de todo hombre. Tiene razón Felipe al preguntar “¿con qué compraremos pan para que coman éstos?”. No hay dinero para saciar el anhelo de felicidad del hombre. Es algo que nos tiene que ser dado por Dios. Jesucristo, gratuitamente, se nos ofrece como alimento.

2.- Frente a la tentación de apartar a los hombre de Cristo o de despedirlos a otros lugares para saciar su hambre, el Señor nos dice que hay que permanecer junto a él.

3.- Cristo incorpora a su Iglesia al misterio de comunicar su vida. El milagro de la Eucaristía es posible por la iniciativa gratuita del Señor, pero se realiza en la Iglesia. Ella custodia el milagro y vive a diario de él. A través de la Iglesia se sigue produciendo la comunión de Dios con el hombre. La Iglesia custodia el sacramento en todos sus aspectos, también en evitar que nada se pierda.

4.- En el modo de realizar el milagro se señala el vínculo entre la gracia de Dios, el amor que se nos da, y lo que esta produce: el amor al otro. El alimento de la Eucaristía nos enseña que igual que Jesús se une a nosotros también nosotros debemos vincularnos a los demás por el amor de caridad que nos llega desde el corazón de Cristo.

Escrito por Comentarista 9 el 17 de abril de 2015. Posteado en Comentario a las Lecturas, sitio web Archidiócesis de Madrid.

Acción

Señor, le tengo miedo al dolor o al rechazo y sé que en ocasiones es por culpa mía, pero enséñame a ser fiel a ti cuando sea yo despreciado, rechazado o marginado por causa tuya, Señor y permite que merezca de ti la corona que me tienes prometida. Amén.

Hoy pediré a Dios que me ayude a ser más comprometido con el anuncio de su mensaje de amor y de paz. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa - Archidiócesis de Madrid
Verificado en:
Ordo Temporis 2015, Conferencia Episcopal de Costa Rica