Lecturas de la Misa y reflexión sobre el Evangelio - Lunes 10 de agosto de 2015


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Rojo

Santoral



Primera Lectura: II san Pablo a los Corintios 9, 6-10
Al que da de buena gana lo ama Dios

Hermanos: El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios. Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura: «Reparte limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.»

El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia.

Salmo Responsorial: 111, 1-2. 5-6. 7-8. 9 
Dichoso el que se apiada y presta. 
  • Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita.
  • Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.
  • No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
  • Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad.

Lectura del santo Evangelio: san Juan 12, 24-26
A quien me sirva, el Padre lo premiará

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.»

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este pasaje, referido en su contexto a la colecta que estaba haciendo san Pablo para los pobres de Jerusalén, es tomada para ayudarnos a reflexionar sobre la generosidad en nuestra vida apostólica. 

Pues, de la misma forma que se aplica a la vida económica, se aplica a nuestra vida espiritual y apostólica, el que siembra poco, cosechará poco; si dedicamos poco tiempo a la oración, obviamente que tendrás resultados escasos en tu vida; si tenemos pereza para leer la Sagrada Escritura, si todo nuestro tiempo lo dedicamos a las banalidades y poco a formarnos como buenos cristianos, a conocer y a profundizar cada día más en el misterio de Dios, no podemos esperar que nuestra vida de comunión con Dios crezca sola. 

Y de ahí que nuestra vida moral y social se vea empañada frecuentemente y no resplandezca como debería, empobreciendo tristemente todas nuestras relaciones, y privándonos de la alegría y la paz que provienen precisamente de la vida espiritual. 

Quien es capaz de sufrir atroces tormentos y permanecer fiel al Señor, es porque en su vida ha sembrado con abundancia y generosidad. No seamos perezosos y démosle más tiempo a Dios y la vida espiritual.

Pbro. Ernesto María Caro

Reflexión sobre le Evangelio

[ ... ]  Por eso, el Señor habla en el Evangelio de hoy del grano de trigo que cae en tierra y muere. La vocación del grano es quedar enterrado o, dicho más gráficamente, entregado a la tierra para filtrar su esencia con los nutrientes y dar mucho fruto, el milagro de una novedad absoluta. El proceso de germinación es muy interesante, porque la semilla por sí parece una criatura en reposo absoluto, adormilada, y de aspecto más bien pachucho. 

Pero en la tierra se desarrolla de manera imparable, es como si hubiera encontrado el medio adecuado para desencadenar su propio ser. El Señor, que estuvo en silencio treinta años disfrutando de la compañía de los hombres, cerca de aquellos que sembraban, de los segadores, que sabía de vendimias, recolección y cosechas, buscaba siempre el ejemplo más adecuado para hablar al corazón del hombre de su naturaleza.

No hemos nacido para el estrangulamiento de la soledad, ni para el aprovechamiento individualista, sino para el derramamiento, que es palabra infrecuente. No sólo se derraman la sangre y las aguas fuera de su cauce, sino también el corazón, que necesita darse enteramente para conocer su naturaleza. 

El que no se da se pierde, porque bloquea sus recursos naturales. En este punto se nos hace imprescindible oír a la Madre Teresa “no hay que hacer mucho, ni hacerlo todo, basta con estar en disposición de hacer”. El corazón creyente está “en modo atención”, porque sabe que su Señor le espera a diario en un millón de ocasiones para dar lo mejor de sí.

ESCRITO POR COMENTARISTA 4 EL 10 AGOSTO, 2015. POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS, SITIO WEB ARCHIDIÓCESIS DE MADRID

Oración

Señor, hoy me doy cuenta con tristeza que recuerdo con mayor facilidad la trama, diálogos, actores y, hasta en ocasiones, el director, productor y escritor de algunas películas o telenovelas que he visto; pero, ¿seré capaz de recordar de qué trataron las lecturas del domingo pasado? Quiero llenarme de tu amor para poder dar a los que me rodean más de ti.

Acción

Revisaré en mi vida cuánto tiempo dedico a la televisión, cine, radio u otra cosa insustancial, lo compararé con el tiempo que le dedico a las cosas de Dios y haré los arreglos necesarios en mi vida para sembrar más en el Señor.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Adaptado de:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa
Verificado en:
Ordo Temporos 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica