Tiempo Litúrgico: Navidad.
Color del día: Blanco.
Día VI octava de la Natividad del Señor.
Memoria libre: Santa Anisia, virgen y mártir.
Antífona de entrada
Sab 18, 14-15
Cuando un profundo silencio envolvía todas las cosas y la noche estaba a la mitad de su camino, tu Palabra todopoderosa, Señor, bajó desde el trono real del cielo.
Gloria
Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor, sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
Oración colecta
Concédenos, Dios todopoderoso, que, viéndonos sujetos a la antigua esclavitud bajo el yugo del pecado, nos libere el nuevo nacimiento según la carne de tu Unigénito. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
El que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan 2, 12-17
Os escribo, hijos, porque se os han perdonado vuestros pecados por su nombre.
Os escribo, padres, porque conocéis al que es desde el principio.
Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno.
Os repito, hijos, porque conocéis al Padre.
Os repito, padres, porque ya conocéis al que existía desde el principio.
Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno.
No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo – la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero -, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia.
Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
En un mundo que se presenta lleno de atractivos de toda clase, es fácil caer en la tentación de amarlo y de elegirlo por sobre el valor único y definitivo que es Dios. Es por ello que el Apóstol nos previene: "No amen al mundo ni lo que hay en él".
Esto no lo dice porque el mundo sea malo, pues como nos lo dice el Génesis, Dios "hizo todo muy bien", y por ello todo es bueno. El problema se presenta cuando deslumbrados por el "oropel" del mundo dejamos a Dios, o lo relegamos dentro de nuestra vida haciendo que sus mandamientos y preceptos pierdan validez e importancia en nuestra vida.
San Pablo decía: "Todo me está permitido pero no todo me conviene". Dale el primer lugar a Dios en tu vida y ten el Evangelio al centro de todas tus actividades; esto hará que sea el Espíritu quien dirija tu vida, quien te llevará a disfrutar de todo lo que Dios ha creado para nuestro bienestar y nuestra felicidad.
Salmo responsorial
Sal 95. 7-8a. 8b-9. 10
R. Alégrese el cielo, goce la tierra.
- Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
- Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda. R.
- Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente». R.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Un día sagrado nos ha iluminado; venid, naciones, y adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. R:
EVANGELIO
Hablaba del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Jerusalén
Lectura del santo Evangelio
según san Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día.
Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, y se llenó de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
En este pasaje del Evangelio nos encontramos con Ana, la profetisa. Lucas nos da muchos detalles personales de su vida, pero sin duda, el más importante de estos detalles era que Ana nunca se apartaba del templo, servía a Dios noche y día, con ayunos y oraciones.
Te puedes imaginar la perseverancia y la fe que se necesita para vivir así, en constante espera y oración durante tantos años. Ana había sufrido la pérdida de su esposo muy joven, pero en lugar de caer en la amargura, en la depresión, dedicó su vida a Dios.
Su vida nos enseña que las pérdidas y el dolor pueden convertirse en un lugar de encuentro con Dios si perseveramos en su presencia, en la oración. Y ¿cuál fue el resultado a su perseverancia? Nos dice la Palabra que cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño, Ana se acercó.
Ella no se perdió el momento, su constancia en el templo la puso en el lugar y en el tiempo exacto para ver el cumplimiento de la promesa. Ella vio a Jesús y en ese instante comenzó a dar gracias a Dios y hablar del niño a todos los que esperaban al Salvador.
Su vida de espera se convirtió en una vida de testimonio y tuvo su recompensa. Ella no se guardó la alegría, su gozo se volvió anuncio para todos los que estaban ahí con ella y que vivían esperando la ayuda de Dios.
La aplicación para nuestra vida puede ser clara: a veces nos cansamos de orar por ese milagro, por esa persona que no cambia o por esa situación que parece difícil o que está estancada. Pero la vida de Ana nos recuerda que la constancia da fruto. Este Evangelio nos cuestiona: ¿acudimos a Dios solo cuando tenemos una necesidad extrema o lo tenemos presente en nuestra vida de manera perseverante y constante?
Debemos recordar que el Señor honra la fidelidad. Si nos mantenemos firmes en la oración, sirviendo y buscando su rostro, como lo hacía Ana, Él nos pondrá en el lugar correcto, en el momento preciso para ver su gloria. Y cuando lo veamos, nuestra respuesta deberá ser la misma de Ana: darle gracias y anunciarlo con alegría.
Estos últimos días del año son muy adecuados para hacer un alto en el camino y hacer conciencia de que Dios siempre está presente. Con seguridad tú, como yo, no eres de los que está todo el día en el templo como Ana, pero hay que recordar que Dios está siempre presente en tu corazón y ése, ése es tu templo. Es ahí donde quiere que lo descubras.
Piensa en esa situación o esa persona por la que llevas mucho tiempo orando y por la que quizá ya te sientes desanimado. Imita la perseverancia de Ana, fija una hora específica del día, aunque sea por un minuto, ponte un recordatorio solo para orar por esa necesidad y comprométete a no soltarla durante toda la semana.
Haz una oración sencilla, pero con fe y perseverancia. Deposita en Él toda tu confianza, mantente atento porque Él te responderá en el momento más oportuno y se manifestará con todo su poder para mostrarte su misericordia y que su gracia estará siempre contigo.
Antífona de comunión
Jn 1, 16
De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Señor Dios, que nos unes a ti al permitirnos participar en tus sacramentos, realiza su poderoso efecto en nuestros corazones, y que la misma recepción de este don tuyo nos haga más dignos de seguirlo recibiendo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
Señor, sé que este mundo no es mi patria, sé que soy ciudadano del cielo y que es allá, junto a ti, a donde pertenezco, sin embargo, Señor, mientras me encuentro aquí, enseñame a no apegarme de tal modo a las cosas que termine por darles más importancia que a ti, ni que las rechace a tal grado que ya no pueda ser yo un testimonio de tu amor en el mundo.
Acción
Hoy meditaré en las cosas de este mundo a las que me apego más, éstas pueden ser personas, cosas, actividades; iré una por una diciéndole a Dios que le pertenecen y que se las entrego, lo haré de corazón y confiando en la bondad de Dios.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Misal Católico, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo A, 2025-2026, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).
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