Lecturas de la Misa y Reflexión sobre el Evangelio - Miércoles 1 de abril de 2015

Tiempo litúrgico: Semana Santa
Color: Morado

Santoral: 


Primera Lectura: Isaías 50, 4-9a
No me tapé el rostro ante ultrajes

En aquello días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Salmo Responsorial: 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 
Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
  • Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
  • La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
  • Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.

Evangelio según san Mateo 26, 14-25
El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregarlo! 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: - «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: - «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: - «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.”»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: - «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: - «¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió: - «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.» Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: - «¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: - «Tú lo has dicho.»

Reflexión
El deseo del Señor

Ya nos acercamos al Triduo Pascual. Es miércoles santo y Jesús les encomienda a los discípulos una misión: Id a la ciudad, a casa de Fulano y decidle: “El Maestro dice: deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”.

Jesús hoy no solo me pregunta si quiero acompañarle a su Pascua. Me desvela el secreto más profundo de su corazón: deseo celebrar la Pascua con mis discípulos. ¿Eres cristiano? ¿Estás bautizado? Entonces eres discípulo de Jesús, entonces Jesús desea celebrar esta pascua en tu casa contigo.

Sí, ¡así de impresionante! Jesús desea celebrar este año la Pascua contigo. Porque nosotros estos días no sólo recordamos lo que sucedió hace dos milenios, ¡no! ¡Revivimos lo que entonces aconteció! De ahí que podamos acompañarle a su pasión. De ahí que desee celebrar con nosotros su Pascua, es decir, su paso salvador, que va desde la cruz a la luz.

¡Jesús desea celebrar la pascua con sus discípulos! Lucas en su evangelio nos dará una pista más de cómo es ese deseo del Señor: Ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros antes de padecer (Lc 22, 15). No se trata de un simple “me apetece estar con vosotros” o un “tengo ganas de veros”, se trata de un deseo ardiente como el fuego. Así está el Corazón de Jesús antes de la pasión: ardiendo de amor por nosotros.

Hoy podemos entrar en el Corazón de Jesús y ver qué esconde su deseo. El papa Benedicto XVI comentando este pasaje nos decía que ese deseo de Jesús esconde algo más profundo: En el deseo de Jesús podemos reconocer el deseo de Dios mismo, su amor por los hombres, por su creación, un amor que espera. El amor que aguarda el momento de la unión, el amor que quiere atraer hacia sí a todos los hombres, cumpliendo también así lo que la misma creación espera; en efecto, ella aguarda la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19). Jesús nos desea, nos espera. Y nosotros, ¿tenemos verdaderamente deseo de él? ¿No sentimos en nuestro interior el impulso de ir a su encuentro? ¿Anhelamos su cercanía, ese ser uno con él, que se nos regala en la Eucaristía? ¿O somos, más bien, indiferentes, distraídos, ocupados totalmente en otras cosas?

Después de haber entrado en el Corazón del Redentor y ver lo que esconde su deseo, podemos ahora entrar en nuestro corazón y ver que es lo que esconden nuestros deseos porque no podemos olvidar que lo afectivo es lo efectivo. Nos movemos por lo que llevamos en el corazón.

Pidamos en este Miércoles Santo, en el pórtico del Santo Triduo Pascual, que el Señor purifique nuestros deseos para que nuestro corazón esté puesto en él y también podamos nosotros decirle hoy: Jesús yo también deseo ardientemente celebrar esta Pascua contigo porque soy tu discípulo.

ESCRITO POR COMENTARISTA 7 EL 1 ABRIL, 2015. POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS, Sitio web Archidiócesis de Madrid

Acción

Tú eres mi ayuda, por eso no quedaré confundido, y sé que no quedaré avergonzado. Pues sé qué cercano estás de mí, tú que me haces justicia. ¿Quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? si el Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?

Hoy dedicaré un rato de oración para confiar a Dios toda mi vida: el pasado, el presente y mi futuro.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Archidiócesis de Madrid - Evangelización Activa - Evangelio del Día
Verificado en:
Ordo Temporis 2015, Conferencia Episcopal de Costa Rica