Lecturas de la Misa y reflexión sobre el Evangelio - Miércoles 5 de agosto de 2015


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Verde

Santoral: 


Primera lectura: Libro de los Números 13, 1-2. 25-14, 1. 26-30. 34-35
Despreciaron una tierra envidiable 

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán: -«Envía gente a explorar el país de Canaán, que yo voy a entregar a los israelitas: envía uno de cada tribu, y que todos sean jefes.» Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en Cadés. Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país. 

Y les contaron: -«Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas (hemos visto allí hijos de Anac). Amalec vive en la región del desierto, los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y junto al Jordán.»

Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés y dijo: -«Tenemos que subir y apoderamos de esa tierra, porque podemos con ella.» Pero los que habían subido con él replicaron: -«No podemos atacar al pueblo, porque es más fuerte que nosotros.» Y desacreditaban la tierra que habían explorado delante de los israelitas. -«La tierra que hemos cruzado y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí gigantes, hijos de Anac: parecíamos saltamontes a su lado, y así nos veían ellos.»

Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche. El Señor dijo a Moisés y Aarón: -«¿Hasta cuándo seguirá esta comunidad malvada protestando contra mí? He oído a los israelitas protestar de mí. Pues diles: “Por mi vida -oráculo del Señor-, que os haré lo que me habéis dicho en la cara; en este desierto caerán vuestros cadáveres, y de todo vuestro censo, contando de veinte años para arriba, los que protestasteis contra mí no entraréis en la tierra donde juré que os establecería. Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné. Contando los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme. Yo, el Señor, juro que trataré así a esa comunidad perversa que se ha amotinado contra mí: en este desierto se consumirán y en él morirán.»

Salmo Responsorial: 105, 6-7a. 13-14. 21-22. 23 
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
  • Hemos pecado con nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades. Nuestros padres en Egipto no comprendieron tus maravillas.
  • Bien pronto olvidaron sus obras, y no se fiaron de sus planes: ardían de avidez en el desierto y tentaron a Dios en la estepa. 
  • Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos junto al mar Rojo.
  • Dios hablaba ya de aniquilados; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio.

Lectura del santo Evangelio: san Mateo 15, 21-28
Mujer, qué grande es tu fe 

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: -«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: -«Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: -«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» 

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: -«Señor, socórreme.» Él le contestó: -«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: -«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: -«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija.

Reflexión sobre el Evangelio
Ponte las pilas

¿Por qué somos tan desconfiados? ¿Por qué nos cuesta tanto confiar en Dios, confiar en los demás, en nosotros mismos? Siempre queremos tener más fe y es porque nos es muy difícil mantenerla, por no decir no perderla rápido. Parece que para la mayoría es más fácil flaquear e ir perdiendo fuerza en la fe que ganarla. Y somos los hijos de Dios, los que hemos recibido este regalo de la fe y hemos sido educados en ella. Quizás, por eso, entendemos a Jesús en esta expresión tan dura ante la mujer cananea del Evangelio, que pertenecía a un pueblo infiel que, como comprobamos en la lectura del libro de los Números, habitaba allí antes de que los israelitas recibieran de Dios esta tierra: sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

La actitud de humildad de esta mujer, que refleja la gran fe que tiene en Jesús, le impresiona al Señor dando pie a la acción salvadora que cura a su hija. Los cristianos no pertenecemos a una “casta” o a un pueblo que solo se define por claves humanas o sociales. Jesús nos muestra una vez más que el nuevo pueblo de Dios, ciudadanos de su Reino, es un pueblo nacido de la respuesta a la elección y el don de Dios, un pueblo construido por claves divinas y humanas fruto del Amor universal de Dios que quedará sellado en la nueva alianza del sacrificio redentor de Jesucristo. Es un pueblo que con la fe recibida tiene que ir creciendo, fortaleciéndose y madurando gracias a los sacramentos, especialmente en torno a la Eucaristía, la Palabra de Dios y sus obras nacidas de la caridad.

Ser cristiano no consiste en ponerse una pegatina, o pertenecer a un club, o haber nacido en una familia de más o menos posición social, o haber nacido en un determinado país o región. Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas, es la expresión con la que el Señor nos enseña lo más importante de nuestra vida que define quienes somos y nos ayudará a salvarnos. Sólo aquellos que escuchemos al Señor y cumplamos su voluntad en nuestras vidas, que le sigamos, somos cristianos auténticos. Y para ello necesitamos la fe. Nuestra fidelidad a la fe recibida nos ayudará a crecer en la fe y a vivir en consecuencia. Por tanto, a no solo no alejarnos del Señor, sino a estar cada día más cerca de Él, y por tanto, de los demás, nuestros hermanos. La Iglesia es el medio por excelencia para hacerlo posible, pero tal y como es, tal y como el Señor, los Apóstoles y sus sucesores nos la muestran, no como nosotros u otros podamos desfigurarla a veces.

Esto, por nuestra parte, lleva trabajo, esfuerzo, perseverancia, honestidad y un ejercicio constante de humildad y discernimiento para dar los pasos oportunos que nos ayuden ¿Lo haces? Hay que tener fe, confiar en Dios y en sus enviados. Confiar en la Iglesia, en los pastores, en los que el Señor va poniendo en el camino. Ya sabes que no estás solo ¿Tienes alguien que te acompañe espiritualmente? ¿Le haces caso? ¿Caminas con una comunidad cristiana? Si no, ponte las pilas, ¿a qué esperas?

ESCRITO POR COMENTARISTA 3 EL 5 AGOSTO, 2015. POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS, SITIO WEB ARCHIDIÓCESIS DE MADRID

Adaptado de:
Archidiócesis de Madrid, Evangelio del Día
Verificado en:
Ordo Temporis 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica