Lecturas de la Misa y reflexión sobre el Evangelio - Jueves 6 de agosto de 2015


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Blanco





Primera Lectura: Libro de Daniel 7, 9-10. 13-14
"Su vestido era blanco como nieve"

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo Responsorial: 96, 1-2, 5-6, 9
"El Señor reina, altísimo sobre la tierra"
  • El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.
  • Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
  • Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.

Segunda Lectura: II Pedro 1, 16-19
"Esta voz del cielo la oímos nosotros"

Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: "Éste es mi Hijo amado, mi predilecto." Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Evangelio: Marcos 9, 2-10
"Su rostro resplandecía como el sol"

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." 

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

Reflexión sobre la Primera Lectura

La liturgia nos sugiere este hermoso trozo del Antiguo Testamento, en el cual Daniel, profetiza lo que años después los apóstoles verán con sus propios ojos.

Quisiera que centráramos nuestra reflexión, no sólo en el contenido de la visión, que como sabemos, está referida a Cristo, sino en la manera cómo Dios se revela a nuestro corazón cuando oramos. Es difícil aceptar que hoy en día tengamos tan pocos “místicos”, es decir, hombres y mujeres de oración profunda, hombres y mujeres que son capaces de entrar en una relación íntima y personal con Dios. Nuestro mundo, lleno de actividades y de ruido, nos ha ido apartando de esta oración.

Para muchos, orar significa rezar unas cuantas oraciones mientras se va a toda prisa al trabajo, mientras se hace fila en una dependencia pública; finalmente, decir, medio dormido, algunas jaculatorias antes de acostarnos. Se nos olvida que para orar, para poder llegar a tener una relación íntima con Dios, necesitamos tiempo. Necesitamos dedicar un tiempo sólo para Dios. Un tiempo en el que, en compañía de nuestra Biblia, con los ojos cerrados, podamos centrar nuestra atención en Dios.

No dejes que tus actividades te atropellen, date tiempo para orar, dale tiempo a Dios.

Reflexión sobre el Evangelio

En una ocasión le preguntaron a san Francisco sobre su relación con Dios, pues todos sabían que era muy profunda y querían saber más sobre sus experiencias místicas, desafortunadamente para nosotros, su respuesta fue: "Mi secreto es para mí y para Dios", así que poco sabemos de lo que ocurría en esos momentos de intimidad con Dios. En el pasaje que hemos visto nos refiere el evangelista sobre una de las experiencias más hermosas que tuvieron con Jesús al verlo glorificado, como lo veremos en el cielo. Esta visión los embelezó tanto que no querían ya regresar a la realidad. 

Con cuanta razón decía san Pablo: “Ni ojo vio ni oído escuchó, ni puede venir a la mente del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. Dios está esperando para darnos a conocer la profundidad de su amor y darnos a gustar, como a los apóstoles, la plenitud de su gloria, pero para ello necesitamos subir a la montaña, es decir, caminar hacia la cima de nuestra oración, lo que sin lugar a duda requiere tiempo y sobre todo determinación. Decía Santa Teresa que quien quiere y se decide en llegar a la experiencia mística poniendo todo lo que está de su parte, ciertamente Dios no se la negará. No te desanimes en la subida al monte de Dios, si perseveras en la oración lo alcanzarás.

Oración

Señor, reconozco que, en muchas ocasiones, el único momento que dedico a la oración son estas líneas que leo y que, desafortunadamente también, no las leo todos los días. Si tú me das veinticuatro horas cada día, cómo no devolverte al menos una cada mañana.

Acción

Hoy iniciaré un camino de oración en el que, cada día, vaya incrementando el tiempo de oración, hasta que un día pueda llegar a decir: Señor, ¡qué bien estamos aquí!

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa
Verificado en:
Ordo Temporis 2015 Conferencia Episcopal de Costa Rica