La ciencia necesita de la virtud para defender la vida humana, afirma Papa Francisco.


VATICANO, 03 Mar. 16 / 12:38 pm (ACI/EWTN Noticias).- ''En nuestro tiempo, algunas pautas culturales ya no reconocen la huella de la sabiduría divina en lo creado y tampoco en los seres humanos”, denunció el Papa Francisco al recibir a los participantes de la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia por la Vida, en un discurso donde indicó que “no faltan conocimientos científicos” para proteger la vida débil, pero necesitan ir de la mano con la virtud y el trato humano.

“Hoy en día no faltan ni conocimientos científicos ni herramientas técnicas capaces de apoyar a la vida humana en las situaciones en que se presenta débil. Pero a veces se echa de menos la humanidad. La buena acción no es la correcta aplicación de los saberes éticos; presupone un interés real en la persona frágil. Los médicos y todos los profesionales de la salud no deben descuidar jamás cómo conyugar ciencia, tecnología y humanidad”, expresó el Papa durante el encuentro realizado en la Sala Clementina.

En su discurso, Francisco abordó el tema elegido este año por la Pontificia Academia para la Vida, “Las virtudes en la ética de la vida: mensaje importante para la cultura contemporánea”. Un tema de interés académico -afirmó- que recuerda a la cultura contemporánea que el bien que hace una persona no es el resultado de cálculos o estrategias, ni tampoco el producto de una constitución genética o de un condicionamiento social, sino el fruto de un corazón bien dispuesto, de la libre elección, que tiende al bien verdadero.

El Santo Padre recordó que “la Sagrada Escritura de diversas formas nos dice que las intenciones buenas o malas no entran en el ser humano desde fuera, sino que brotan de su ‘corazón’... En la Biblia, el corazón no es solamente el órgano de los afectos sino también el de las facultades espirituales, de la razón y la voluntad; es la sede de las decisiones, del modo de pensar y de actuar. La sabiduría de las decisiones, abierta al movimiento del Espíritu Santo, también implica al corazón''.

Sin embargo, advirtió que ''en nuestro tiempo, algunas pautas culturales ya no reconocen la huella de la sabiduría divina en lo creado y tampoco en los seres humanos. La naturaleza humana se reduce así a la mera materia, maleable según cualquier diseño”.

“¡Nuestra humanidad, sin embargo, es única y preciosa a los ojos de Dios! Por eso la primera naturaleza que hay que custodiar, para que dé fruto, es nuestra propia humanidad... que florecerá así en una gran variedad de virtudes”. Y la virtud, afirmó, es ''la expresión más auténtica de lo bueno que el hombre, con la ayuda de Dios, es capaz de realizar”.

La virtud, añadió Francisco, “no es sólo un hábito, sino la capacidad siempre renovada de elegir el bien”, es la expresión más elevada de la libertad humana, “lo mejor que ofrece el corazón del hombre. Cuando el corazón se aparta del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre muchos peligros, carece de orientación y es probable que llame al mal bien y al bien mal... cae en el error moral y se siente oprimido por una creciente angustia existencial”.

En ese sentido, recordó que la advertencia de Cristo: “Todo aquel que comete pecado es esclavo del pecado”; y que la corrupción del corazón tiene graves consecuencias para la vida social. “Esta condición –afirmó- no puede cambiar ni por las teorías, ni por el efecto de las reformas sociales o políticas. Sólo la obra del Espíritu Santo puede reformar nuestro corazón, si colaboramos: Dios mismo, de hecho, ha asegurado su gracia eficaz para los que buscan y los que se convierten ‘de todo corazón’”.

''Hablar de virtud significa afirmar que la elección del bien involucra y compromete a toda la persona. No es una cuestión ‘cosmética’, un embellecimiento exterior, que no daría frutos: se trata de desarraigar del corazón los deseos deshonestos y de buscar el bien con sinceridad”.

“También en el ámbito de la ética de la vida las normas necesarias, que sancionan el respeto de las personas, no son de por sí suficientes para realizar plenamente el bien del hombre. Las virtudes de los que trabajan en la promoción de la vida son la garantía última de que el bien será respetado realmente”, señaló.

En ese sentido, advirtió que si bien la cultura contemporánea “aún conserva las premisas para afirmar que el hombre, cualquiera que sean sus condiciones de vida, es un valor que debe ser protegido”, esta misma cultura es también “víctima de incertidumbres morales que no le consienten defender la vida de forma eficaz”.

Por ello pidió a las universidades a formar a los jóvenes para que acojan la vida humana y la cuiden “de acuerdo con la dignidad que le pertenece, en todas las circunstancias”. “En cualquier caso que los que se dedican a la defensa y a la promoción de la vida muestren ante todo su belleza. De hecho, ‘la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción, por lo que la vida humana se defiende y promueve eficazmente sólo cuando su belleza se conoce y se muestra”, afirmó.

Finalmente, reiteró su llamado a no dejar que el pensamiento humano, incluso cristiano, caiga bajo las nuevas colonizaciones ideológicas “bajo forma de virtudes, de modernidad, de actitudes nuevas”. “Son colonizaciones; es decir quitan la libertad y son ideológicas, es decir temen la realidad tal y como Dios la ha creado”, señaló.

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