Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color del día: Rojo
Santo del día:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los efesios (2, 19-22)
Ustedes han sido edificados sobre
el cimiento de los apóstoles.
Hermanos: Ya no son ustedes extranjeros ni advenedizos; son conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios, porque han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles y de los profetas, siendo Cristo Jesús la piedra angular.
Sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado, para formar el templo santo en el Señor, y unidos a él también ustedes se van incorporando al edificio, por medio del Espíritu Santo, para ser morada de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Un pequeño fragmento de una de las cartas más nutridas de formación cristiana nos deja ver desde el inicio dos elementos fundamentales de nuestra relación con Dios y de nuestro destino final. Somos "conciudadanos de los santos", es decir, ya vivimos en el cielo; nuestra vida está destinada a ser santa.
Por eso no podemos conformarnos con menos pues estamos llamados a vivir eternamente en el cielo, en donde éste, es sólo la prolongación de nuestra vida en la tierra vivida en el amor de Jesús y a través de su Evangelio. Por otro lado, y quizás de manera aún más importante, resalta el hecho de nuestra filiación divina, pues somos "miembros de la familia de Dios". Cada vez que pienso en esto no puedo salir de mi asombro al pensar que soy hijo de Dios, que Dios es mi padre y que Jesús es mi hermano, que María es mi madre y que en esta familia también yo soy importante.
Qué maravilla saber que nuestro Padre nos ama y ha creado para nosotros todo cuanto existe, que nos lo ha dado como regalo, y que sólo espera la oportunidad de regalarnos su paz y su alegría para que seamos inmensamente felices en este mundo, y un día abrazarnos en el cielo junto con los demás miembros de esta increíble familia.
No desaproveches la oportunidad de fortalecer tus lazos de amor con cada uno de los miembros de la Familia celestial; recuerda que la mejor manera para hacerlo es vivir santamente.
Salmo responsorial (116, 1. 2)
R/ Vayan por todo el mundo
y prediquen el Evangelio.
- Que alaben al Señor todos los pueblos, que todas las naciones lo festejen. R.
- Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R.
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (20, 24-29)
¡Señor mío y Dios mío!
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.
Reflexión sobre el Evangelio
La bienaventuranza que hoy hemos leído en este pasaje del evangelio está dirigida a nosotros: a los que sin ver hemos creído. A los que sin ver a Jesús resucitado creemos que él está vivo, que es Dios, que camina con nosotros hasta la consumación de los siglos.
Esto es lo que nosotros llamamos fe, es decir, tener la certeza de una realidad que no vemos. Tener fe en la resurrección de Jesús, significa que nosotros creemos que él es verdadero Dios, y si esta es una verdad aceptada y vivida en el corazón, entonces estamos seguros que todo lo que él dijo y prometió mientras predicaba, es verdad.
Es verdad que somos habitados por el Espíritu Santo; es verdad que todo lo que pidamos con fe se nos dará; es verdad que tenemos reservado un lugar en la eternidad con Jesús; es verdad que la vida vivida en el amor de Jesús es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Por eso alégrate y goza tú que sin ver has creído.
Oración
Gracias, Jesús, por haber pagado un alto costo para que yo tuviera vida y para incluirme en tu familia, gracias por hacerme tu hermano y convertirme en hijo del Padre del cielo. Sólo te pido tu gracia para vivir y actuar como corresponde a un miembro de tan maravillosa familia. Además, te pido la capacidad de ir añadiendo a más personas a esta grande, divina y eterna familia.
Acción
Sabiendo que un día en el cielo podremos abrazar a cada miembro de la Familia celestial; hoy abrazaré a las más personas posibles, siendo consciente de que ellos también son parte o pueden ser integrantes de esta.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica