Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Jueves 12 de octubre de 2017


Tiempo Litúrgico: Ordinario
   Color del día: Verde   



          Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Malaquías (3, 13-20)
Ya viene el día, ardiente como un horno.

“Ustedes me han ofendido con sus palabras, dice el Señor, y todavía preguntan: ‘¿Qué hemos dicho contra ti?’ Han dicho esto: ‘No vale la pena servir a Dios. ¿Qué hemos ganado con guardar sus mandamientos o con hacer penitencia ante el Señor de los ejércitos? Más bien tenemos que felicitar a los soberbios, pues hacen el mal y prosperan, provocan a Dios y escapan sin castigo’ ”.

Entonces, los que temen al Señor hablaron unos con otros. Y el Señor puso atención y escuchó lo que decían y se escribió ante él un libro en el que están registradas las obras y los nombres de los que temen al Señor y lo honran.

“El día que yo actúe, dice el Señor de los ejércitos, ellos serán mi propiedad personal y yo seré indulgente con ellos, como un padre es indulgente con el hijo que lo obedece. Entonces verán la diferencia entre los buenos y los malos, entre los que obedecen a Dios y los que no lo obedecen.

Ya viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Tenemos un dicho entre nosotros que reza: "caras vemos, corazones no sabemos", esto es porque las apariencias engañan. Es fácil pensar que los que viven al margen de Dios, los que no cumplen con ir a misa, ni oran; que aquellos que oprimen a los demás y viven de sus riquezas son felices. La verdad es que todo esto es sólo apariencia, pues quien no tiene a Dios no tiene nada. En la superficie se ven personas normales, sonríen y se divierten pero la realidad es que viven una profunda soledad. 

Es por ello que buscan el trabajo desmedido, las fiestas, el ruido, el alcohol, las drogas, el sexo; pues la realidad es que nada puede llenar el vacío que se produce en el corazón del hombre cuando éste ha desterrado a Dios de él. Lo más triste es, como nos lo presenta la lectura de hoy, que algunos se dejan atraer por esta visión superficial y terminan por abandonar, ellos también, al Señor. 

La felicidad no está en la prosperidad económica, ni en el poder, ni en el placer; la verdadera y única felicidad está en Dios. Dios no nos ofrece ni oro ni plata, nos ofrece su amistad y con ello, durante esta vida, la paz y el gozo perdurable, y en la otra, la gloria eterna. Busca ser feliz con lo que tienes, y recuerda que si tienes a Dios, lo tienes todo.

Salmo responsorial (Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6)
R/  Dichoso el hombre que confía en el Señor. 
  • Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos. R. 
  • Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito. R. 
  • En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo. R.

† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (11, 5-13)
Pidan y se les dará.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?

Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”

Reflexión sobre el Evangelio

Este evangelio tiene una doble enseñanza. La primera nos invita a no desfallecer en nuestra oración. Dios gusta de escuchar nuestras súplicas, aun cuando nos escuchó desde el principio, le gusta nuestra insistencia, quizás para fortalecer nuestra fe. La segunda es que Dios se porta como un padre que no da cosas que puedan ser negativas o nocivas para sus hijos. 

Por ello, no todo lo que pedimos se nos dará. Estas dos enseñanzas deben ir siempre unidas, ya que, como no sabemos qué cosa es buena o mala para nuestra vida y la de los demás, debemos pedir con insistencia y sin desfallecer. 

Pero, por otro lado, debemos de mantener la paz en nuestro corazón, sabiendo que Dios no nos concederá lo que, en su infinito amor, sabe que podría ser peligroso para nuestra vida material y sobre todo, espiritual. Aprendamos a confiar en el infinito amor de Dios y a no desfallecer en nuestra oración.

Oración

Señor, cuando veo a una persona haciendo el mal, quiero que de inmediato sufra un castigo pero, cuando yo peco, no me atrevo ni siquiera a reconocerlo, ni a confesarlo, y mucho menos estoy dispuesto a hacer penitencia por mi falta. Por ello hoy te pido perdón; sólo tú, Señor Jesús, puedes cambiar mi vida.

Acción

Hoy meditaré en mis pensamientos y acciones, no vaya a ser que mi nombre no aparezca en el libro de los que temen y honran al Señor.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A - 2017, Conferencia Episcopal de Costa Rica