Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Lunes 8 de enero de 2018


Tiempo Litúrgico: Navidad
   Color del día: Blanco   





Primera Lectura
Libro del profeta Isaías (42, 1-4. 6-7)
Miren a mi  siervo el elegido
en quien tengo mis complacencias.

Esto dice el Señor: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones. 

No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con  firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este pasaje de Isaías será citado más adelante por los evangelistas en el momento del bautismo del Señor, fiesta con la que se abre el Ciclo ordinario en la Iglesia. En él vemos la fidelidad de Dios que cumple sus promesas y nos envía al Salvador. Isaías profetiza lo que realizará Jesús en su vida pública. Al Igual que en Jesús, nosotros, los que por el Bautismo somos parte de su cuerpo y sus discípulos, somos también los elegidos y también en nosotros Dios pone sus complacencias. Esta elección no es simplemente para ser sus hijos, sino particularmente para la misión. 

Jesús ha sido llamado y elegido por el Padre para ser el redentor del mundo, y nos dice el texto de Isaías, que Dios ha puesto en él su Espíritu para que haga brillar la justicia. Esto debemos entenderlo bajo los dos aspectos que entiende la Sagrada Escritura: por un lado, la justicia en la línea de darle a cada uno lo que le toca; pero por otro, y especialmente en el sentido de la Santidad. Esta misión es ahora también la nuestra. Es por ello que tenemos que ir desarrollando ambientes y espacios en los que puedan florecer tanto la justicia (en nuestras casas y centros de trabajo, así como en toda la sociedad), como la Santidad, especialmente mediante un testimonio coherente de nuestro cristianismo. 

El cristianismo no se continúa expandiendo porque una gran cantidad de hermanos no trabaja en ninguna de estas dos áreas en su vida y en su entorno. Vemos que estas acciones deben ser hechas con discreción, pero con firmeza. Será, pues, necesario que hoy al meditar esta palabra, veamos si nuestra vida está dando este testimonio coherente de santidad y si estamos promoviendo una vida en la que resplandezca la justicia, especialmente para con los que no tienen voz.

Salmo responsorial
(28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10)
R/  Te alabamos, Señor. 

  • Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece. Postrados en su templo santo, alabemos al Señor. R. 
  • La voz del Señor se deja oír sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es imponente. R. 
  • El Dios de majestad hizo sonar el trueno de su voz. El Señor se manifestó sobre las aguas desde su trono eterno. R.

† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (1, 7-11)
Tú eres mi hijo amado;
yo tengo en ti mis complacencias.

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tu eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.

Reflexión sobre el Evangelio

El texto que acabamos de leer se nos revela de forma maravillosa el misterio más profundo de Dios: La Santísima Trinidad. Es una maravillosa teofanía en la que Dios YHVH el Eterno, el Todopoderoso, el Señor, se revela como una Trinidad de personas anunciando que Jesucristo es su Hijo, al cual confirma con poder mediante el mismo Espíritu, vínculo de unidad entre el Padre y el Hijo. Este misterio trinitario no sólo se revela sino que en el bautismo cristiano infunde en nosotros el mismo misterio. El cristiano, según la promesa de Cristo es habitado por la Trinidad mediante el Espíritu Santo, que se derrama en nuestros corazones. 

Este Espíritu, nos hace llamar como Jesús a sus Padre, "Abba" papito, pero no sólo eso, sino que nos da la fuerza como se la dio a Jesús para realizar su misión. Cada uno de nosotros, igual que Cristo, tiene una misión y para realizarla es enviado por el Padre con la fuerza del Espíritu Santo, por lo que no tenemos excusa, pues Dios nos ha equipado con poder para ser padres de familia, sacerdotes, trabajadores honestos, gobernantes preocupados de sus ciudadanos, etc. 

Todos hemos recibido el mismo Espíritu que recibió Jesús desde el momento que nos bautizaron. El Espíritu nos ayudará en todas nuestras responsabilidades basta que lo alimentemos continuamente con la oración y la fuerza de los sacramentos y así podremos llegar al final de la vida, como Jesús y decir: "todo está cumplido".

Oración

Señor Dios todopoderoso y eterno, que has querido ser fuente gratuita de todo don y bendición, suscita en nosotros un corazón agradecido por cuantas gracias has derramado en nuestras vidas y haz que nuestra alma se eleve hasta ti para alabarte y bendecirte por todo aquello que nos has dado en tu Hijo amado Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Acción

Dedicaré algunos momentos en la mañana, en la tarde y en la noche para agradecer a Dios todas las cosas buenas que me ha dado.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro 

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica