Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Martes 9 de enero de 2018


Tiempo Litúrgico: Ordinario
   Color del día: Verde   

Santoral:


Primera Lectura
Libro de Samuel (1, 1-20)
El Señor se acordó de Ana y de su oración;
y ella dio a luz a Samuel.

Había un hombre en Ramá, de la tribu de Efraín, llamado Elcaná, que tenía dos mujeres, Ana y Peninná. Peninná tenía hijos y Ana no los tenía. Todos los años Elcaná subía desde su ciudad al santuario de Siló, para adorar al Señor de los ejércitos y ofrecerle sacrificios. Ahí vivían los dos hijos de Elí, Jofní y Pinjás, sacerdotes del Señor. 

Cuando ofrecía su sacrificio, Elcaná daba a Peninná y a cada uno de sus hijos, su parte; pero a Ana le daba una porción doble, porque la amaba con predilección, aun cuando el Señor no le había concedido tener hijos. Peninná, su rival, se burlaba continuamente de ella a causa de su esterilidad y esto sucedía año tras año, cuando subían a la casa del Señor. Peninná la humillaba y mortificaba, y Ana se ponía a llorar y no quería comer.

Una vez Elcaná le dijo: “Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿Acaso no valgo yo para ti más que diez hijos?

En aquel tiempo, después de tomar la comida ritual en Siló, Ana se levantó y se puso a orar ante el Señor. Llena de amargura y con muchas lágrimas, hizo esta promesa: “Señor de los ejércitos, mira la aflicción de tu sierva y acuérdate de mí. Si me das un hijo varón, yo te lo consagraré por todos los días de su vida, y en señal de ello, la navaja no tocará su cabeza”.

Mientras tanto, el sacerdote Elí estaba sentado a la puerta del santuario. Ana prolongaba su oración y Elí la miraba mover los labios, pero no oía su voz. Pensando que estaba ebria, le dijo: “Has bebido mucho. Sal de la presencia del Señor hasta que se te pase”. Pero Ana le respondió: “No, señor. Soy una mujer atribulada. No he bebido vino ni bebidas embriagantes; estaba desahogando mi alma ante el Señor. No pienses que tu sierva es una mujer desvergonzada, pues he estado hablando, movida por mi dolor y por mi pena”.

Entonces le dijo Elí: “Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido”. Ella le contestó: “Ojalá se cumpla lo que me dices”. La mujer salió del templo, fue a donde estaba su marido, y comió y bebió con él. Su rostro no era ya el mismo de antes.

A la mañana siguiente se levantaron temprano, y después de adorar al Señor, regresaron a su casa en Ramá. Elcaná tuvo relaciones conyugales con su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella y de su oración. Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo: “Al Señor se lo pedí”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Jesús les dijo a sus discípulos: "Todo lo que pidas con fe lo recibirás". Pero, ¿qué significa pedir con fe? 

La respuesta la encontramos en este pasaje, en el que el autor sagrado nos dice que después de orar y de hablar con el profeta, "el rostro de Ana ya no era el mismo". Es decir, la mujer apesadumbrada que va a pedir a Dios un hijo para consagrárselo de por vida, es ahora una mujer feliz que efectivamente cree que esto será a su tiempo. Creer significa actuar como si lo que habrá de suceder en el futuro fuera ya ahorita una realidad. 

Esto quita de nuestro rostro el rasgo de la angustia y de la frustración ante la seguridad de que Dios ha escuchado, y lo que hemos pedido ya está realizado en el futuro. Sin quitar la libertad de Dios que sabe lo que es bueno y lo que no para nuestra vida, por lo que ninguna oración o actitud lo pueden convencer de darnos algo que no fuera bueno para nosotros. Esta actitud de fe nos hace esperar con paz a que la voluntad de Dios actúe en nosotros y en nuestras familias.

Cuando pidas algo al Señor, cambia tu rostro y tu actitud creyendo firmemente que Dios, en sus planes, ha dado ya cumplimiento a lo que pediste. Esto traerá paz y alegría a tu vida.

Salmo responsorial
(Sal 1Sam 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd)
R/  Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador. 
  • Mi corazón se alegra en el Señor, en Dios me siento yo fuerte y seguro. Ya puedo responder a mis contrarios, pues eres tú, Señor, el que me ayuda. R. 
  • El arco de los fuertes se ha quebrado, los débiles se ven de fuerza llenos. Se ponen a servir por un mendrugo los antes satisfechos; y sin tener que trabajar, pueden saciar su hambre los hambrientos. Siete veces da a luz la que era estéril y la fecunda ya dejó de serlo. R. 
  • Da el Señor muerte y vida, deja morir y salva de la tumba; él es quien empobrece y enriquece, quien abate y encumbra. R. 
  • El levanta del polvo al humillado, al oprimido saca de su oprobio, para hacerlo sentar entre los príncipes en un trono glorioso. R.

† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (1, 14-28)
No enseñaba como los escribas,
sino como quien tiene autoridad.

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”

Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.

En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Reflexión sobre el Evangelio

Este pasaje de San Marcos busca, entre otras cosas, hacer notar la autoridad que tiene Jesús. Su autoridad va más allá incluso de lo que sus contemporáneos pudieran pensar, pues no es un rabí cualquiera, es el Hijo de Dios. 

Es increíble que, después de dos mil años, todavía haya quienes ponen en duda la palabra del Maestro, pensando que puede ser confundida con cualquier otra enseñanza del mundo. La palabra de Jesús es poderosa y eficaz, no solo instruye sino que sana y libera. 

Es por ello que la lectura asidua de la Escritura ayuda, no solo a conocer a Jesús y su doctrina, sino que ejerce un poderoso influjo en nuestra salud espiritual (en ocasiones, incluso física) liberándonos de ataduras y frustraciones. ¿La lectura de la Sagrada Escritura ya te es un hábito cotidiano? ¿Acostumbras traer tu Biblia siempre?

Oración

Señor Dios y Padre nuestro, que siempre estás atento a nuestras súplicas y no desoyes el clamor de tus hijos, te pedimos que nos ayudes a ser como tú y estemos prontos a atender las necesidades de quienes nos piden apoyo y atención para que, imitándote a ti, seamos algún día merecedores de tu gloria, amén.

Acción

El día de hoy intentaré, al menos una vez, escuchar con atención lo que un hermano me pide y haré lo que esté a mi alcance para ayudarle y socorrerle.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica