Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color del día: Blanco
Santoral:
Primera Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (10, 12-23)
Con una sola ofrenda hizo perfectos
para siempre a los que ha santificado.
Hermanos: Cristo ofreció un solo sacrificio por los pecadores y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.
Lo mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un pasaje de la Escritura: La alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos días, palabra del Señor, es ésta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Y prosigue después: Yo les perdonaré sus culpas y olvidaré para siempre sus pecados. Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.
Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Uno de los textos clásicos de esta fiesta, es este hermoso pasaje que refiere claramente a Jesús, quien con su sacrificio se convierte en víctima, sacerdote y altar. Este texto, en el momento de su escritura fue muy importante, ya que los judíos pensaban que era necesario seguir ofreciendo sacrificios por los pecados. El Autor de esta carta nos dice que ya Jesús pagó completamente por ellos, que él, por medio de su sacrificio en la cruz, se ofreció gratuitamente al Padre para que todos los hombres fueran perdonados por su sangre derramada en su pasión.
Dado que Jesús es Dios, su sacrificio se convierte en algo pleno y perfecto, y perdura por los siglos, siendo así que ya no necesitamos ningún otro sacrificio. En virtud de nuestra humana fragilidad, Dios quiso que, este sacrificio eterno y perfecto, fuera no solo recordado sino que se mantuviera en el Pueblo con el fin de introducirlo en el ambiente del misterio que se mueve en "su tiempo" en el maravilloso kairos de Dios. Es por eso que, cada vez que se celebra la Eucaristía, misteriosamente nos trasladamos al Clavario para entrar en la dinámica maravillosa de la eternidad de Dios. Jesús ahora, por medio del sacerdote, realiza la ofrenda de sí mismo, ya que en ese momento es el mismo Cristo, pues el sacerdote actúa "in persona Christi", para continuar en una dinámica perenne el misterio del Calvario y, con ello, nuestra propia redención.
Esto debe llevarnos, por un lado, a valorar el misterio de la Eucaristía que nos transporta místicamente en el tiempo al momento en que Jesús nos redime por su sangre; pero, por otro lado, nos lleva a valorar la acción sacerdotal que se lleva a cabo en el altar por medio de nuestros sacerdotes. Es realmente digno de alabanza el don de Dios que ha querido que un simple mortal, como lo es el sacerdote, pueda en ese momento revestirse de eternidad y transportarse &eeacute;l y toda la comunidad al momento más importante de toda la creación. Demos, pues, gracias a Dios que nos ha salvado, que nos continua salvando y que nos permite participar misteriosamente de esta obra, en el mismo momento en que ocurre. Alabado sea por siempre nuestro Dios.
Salmo responsorial:
(Sal 39, 6ab. 9bc. 10. 11ab)
R/ Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
- Tú, Señor y Dios mío, ¡qué de prodigios y de planes en favor de nosotros no has dispuesto; nadie contigo puede compararse. R.
- Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío, pues tu ley es la entraña de mi entraña. R.
- He dado a conocer tu salvación ante todo tu pueblo; tú bien sabes, Señor, que no guardé silencio. R.
- No callé tu justicia, proclamé tu lealtad y salvación. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (22, 14-20)
Hagan esto en memoria mía.
En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”.
Reflexión sobre el Evangelio
Dos acciones pueden ser consideradas como las propias del sacerdote ministerial: La Reconciliación y la celebración Eucarística. De manera particular, en la Eucaristía actualiza de nuevo la Cena y posibilita a la Iglesia comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo, elementos sin los cuales, como lo dice el mismo Jesús no se pude tener vida, no se puede resucitar.
Jesús ha sellado una nueva alianza, una alianza de amor, por medio de la cual nosotros aceptamos ser su pueblo y él ser nuestro Dios. Aceptamos vivir de acuerdo al Evangelio y él nos promete darnos la gracia para ser verdaderamente felices. Con el amén que pronunciamos cuando el sacerdote levanta el cáliz con la sangre de Cristo y la patena con su cuerpo, estamos reafirmando este compromiso.
Por eso, más que una aclamación, debería ser un grito jubiloso o un programa de vida. La próxima vez que participes en la Eucaristía, recuerda que después de la consagración, por medio de las palabras del sacerdote, ya no hay más pan ni más vino, sino el cuerpo y la sangre de Cristo, y que esto fue posible por el don que Dios les dio a sus apóstoles de ser con él también sacerdotes. ¡Qué gracia infinita ha donado Cristo a su Iglesia en los sacerdotes!
Oración
Señor Jesús, tú que has entregado tu vida por nosotros y que has querido perpetuar tu sacrificio en la cruz, a través del sacrificio de la Eucaristía, haz que nosotros participemos siempre con entusiasmo en el banquete en que nos alimentas y con el que nos haces dignos de participar de tu vida divina y del don perpetuo que el Padre nos hace en esta vida como arras de la vida futura.
Acción
Dedicaré un momento de mi oración para unirme al Sacrificio de la Eucaristía y participar así del don de Dios.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica