Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 22 de agosto de 2018.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Blanco   

Santoral:

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (34, 1-11)
Les arrancaré mis ovejas de la boca
y no se las volverán a comer.

En aquellos días, el Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel y diles: ‘Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar a las ovejas? Pero ustedes se toman la leche de ellas, se visten con su lana, sacrifican las ovejas mejor alimentadas y no apacientan al rebaño. No fortalecen a las ovejas débiles, no curan a las enfermas ni cuidan a las que están heridas. No hacen volver a las descarriadas ni buscan a las perdidas, sino que las dominan con crueldad y violencia.

Mis ovejas se han dispersado por falta de pastor y se han convertido en presa de todos los animales salvajes. Mi rebaño anda errante por todas partes, por los montes y las colinas; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra y no hay nadie que se preocupe de él, nadie que lo busque’.

Por eso, pastores, escuchen la palabra del Señor: ‘Mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha convertido en presa de todos los animales salvajes por falta de pastor, pues mis pastores no se preocupan por mi rebaño; se apacientan a sí mismos y no apacientan a mi rebaño’.

Por eso, pastores, escuchen la palabra del Señor: ‘Lo juro por mi vida: Me voy a enfrentar a los pastores para reclamarles mis ovejas y destituirlos de su cargo. Los pastores ya no volverán a apacentarse a sí mismos. Les arrancaré mis ovejas de la boca y no se las volverán a comer’. Esto dice el Señor: ‘Yo mismo buscaré a mis ovejas y las cuidaré’ ”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Un texto que, en principio debemos entender va hacia los dirigentes del pueblo, especialmente en tiempos del profeta, en donde se había olvidado la exigencia de la ley y el culto era sólo externo, lo que había causado que el pueblo se desviara hacia los ídolos, debemos también releerlo bajo la óptica de nuestra vida cotidiana, sobre todo, aquellos que tenemos autoridad, empezando desde los padres de familia, hasta los gobernantes, sin dejar por supuesto, a los pastores de la Iglesia que son a quienes, en su momento, se dirige esta advertencia del Señor. 

Quisiera hoy de manera especial dirigirme a los padres de familia, que con la excusa del excesivo trabajo que a veces se imponen o les imponen, van descuidando a las ovejas, dejándolas al arbitrio de los lobos de este mundo. Hoy más que nunca, debemos estar atentos a las amistades de nuestros hijos, a los programas que ven y sobre todo, a los ejemplos que les damos en la casa; el descuido en su crecimiento y en áreas tan importantes como éstas, ponen en grave riesgo la vida espiritual y moral de los niños, especialmente de los adolescentes. 

Recordemos que Jesús nos invita a velar por las ovejas y a ser como ÉL: El buen pastor, el que da su vida por sus ovejas. Nada les podremos dar mejor a nuestros hijos, que el ejemplo de un buen pastor que estuvo siempre al pendiente de ellos.

Salmo responsorial:
(Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6)
R/ El Señor es mi pastor, nada me faltará. 
  • El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R. 
  • Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. R. 
  • Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R. 
  • Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (20, 1-16)
¿Vas a tener rencor porque yo soy bueno?

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.

Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.

Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.

Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.

Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’.

De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.

Reflexión sobre el Evangelio

Esta parábola de Jesús tiene un profundo significado y pueden sacarse diversas enseñanzas de ella. 

Entre otras cosas, quiere mostrarnos lo que significa tener "absoluta confianza en la Palabra del Señor". Si nos fijamos, veremos que sólo a los primeros les dijo cuánto les iba a pagar, esto es un denario (es decir lo que un jornalero ganaba en aquel tiempo, lo necesario para que una familia viva un día); a los demás les dijo: "les daré lo que sea justo". Con esta promesa se fueron a trabajar.

Hoy en día, cuando alguien nos contrata, lo primero que se pregunta es ¿cuánto voy a ganar?, pues qué tal si lo justo para el señor es sólo cincuenta o cien pesos por el trabajo de 8 horas. Los últimos trabajadores confiaron totalmente en la palabra dada: "nos dará lo justo", y sin embargo, se llevaron la sorpresa de que les dio lo mismo que a los primeros.

La primera enseñanza de este pasaje es que la justicia de Dios no es matemática y va mucho más allá de nuestra pobre justicia humana, y que su palabra es de fiar, más allá de lo que nosotros pudiéramos pensar. 

Cuando leemos las promesas hechas por Jesús, debemos siempre pensar que la realidad es mucho, pero mucho más grande de lo que la palabra expresa. Con este Dios, cómo no vamos a entregarle toda nuestra vida y a trabajar sin descanso por el Reino, si lo que nos ha prometido es mucho más de lo que jamás pudiéramos haber pensado, no importa que sólo hayamos trabajado una hora.

Oración

Señor, te pido por mis hijos, hoy tan expuestos a los peligros de los lobos que los acechan en el internet, en las películas, en los videojuegos. Dame la sabiduría para evitar que estos peligros lleguen a su vida. Sobre todo, ayúdame a estar siempre cerca de ellos, a darme el tiempo para platicar con ellos. No permitas que mi vida acelerada ponga en riesgo lo que más quiero en la vida. Y cuando no esté yo cerca, te pido que estés tú, que los libres del mal y los mantengas en el buen camino, que buscaré con todas mis fuerzas, enseñarles a través de mi ejemplo. Hazme un buen pastor como tú.

Acción

Hoy me tomaré tiempo para estar con mis hijos. No veremos hoy la televisión sino que platicaremos de lo que es importante para ellos.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica