Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color del día: Verde
Santoral:
Primera Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los corintios (1, 1-9)
Por Cristo, Dios los ha enriquecido en todo.
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes nuestro hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: a vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia que Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Salmo responsorial:
(Sal 144, 2-3. 4-5. 6-7)
R/ Bendeciré tu nombre por siempre, Señor.
- Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. R.
- Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas. R.
- Encarecen ellos tus temibles proezas y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tu justicia. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (24, 42-51)
Estén preparados.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad os digo que le confiará la administración de todos sus bienes.
Pero si dijere aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Reflexión
La Iglesia nos propone hoy, para la primera lectura, el inicio de la primera carta de san Pablo a los Corintios. Como sabemos, además de los Evangelios, de los Hechos de los Apóstoles y del Apocalipsis hay en el Nuevo Testamento un conjunto de textos inspirados. Son las cartas apostólicas. Las hay de Pablo, de Judas, de Juan, Santiago y Pedro. Ese hecho nos indica que aquellos hombres escribieron inspirados por Dios. Aunque la revelación ya se ha cerrado, con la muerte del último apóstol, dicho hecho nos da que pensar.
El Señor quiso servirse de aquellos hombres para transmitir su revelación. Es decir, a través de ellos, daba a conocer su voluntad que, además, iluminaba las circunstancias concretas. De ahí que el Apóstol escriba a comunidades determinadas. Después la Iglesia vio que la enseñanza era universal y no sólo reducible a unos hombres determinados. Pero en su inicio Pablo escribe a unas personas determinadas y les ilumina sobre su vida y sobre cómo han de caminar en el seguimiento concreto de Jesús. Esa preocupación particular del Apóstol no deja de impresionarme.
Porque a veces pensamos que basta con unas enseñanzas generales, una especie de principios universales. Pero no es así. El cristianismo consiste en caminar junto a Jesucristo quien se vale de otros hombres, incorporados a su vida y que en la Iglesia desempeñan determinadas funciones ministeriales, para acercarse a cada uno de nosotros y acompañarnos en la vida cristiana.
Por eso empieza Pablo diciendo: “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios”. San Pablo es consciente de su realidad personal, pero también de la misión especial que el Señor le ha encomendado: llamado a ser apóstol. Y a partir de ahí configura su vida. En cuanto enviado por Dios no duda en hablar en su nombre. Podía substraerse a la misión apelando a su debilidad, pero es fiel en cumplirla porque se fía de la gracia de Dios.
Por lo mismo no se dirige a los de Corinto como meros hombres sino que los trata como “santificados por Jesucristo”. El Apóstol nos muestra así las nuevas relaciones que se establecen por nuestra mutua pertenencia a Jesucristo. Entra de lleno en el misterio de la Iglesia, que no puede reducirse a una mera agrupación de hombres. Al contrario, como insiste en su lenguaje y nosotros sabemos, la forman los que han sido llamados por Jesucristo. Por eso la carta del Apóstol se mantiene en esa dimensión de llamada del Señor. Es Dios quien se sirve de él para mantener la relación con los que ha convocado para ser “santos”. El mismo que llama una vez, lo ha hecho con nosotros de forma solemne en el Bautismo, mantiene su diálogo con el hombre a fin de que podamos desarrollar todas las potencialidades de la vida nueva que nos ha sido comunicada.
Si nos fijamos, el sentido de las cartas está en relación con la llamada que el Señor hace en el Evangelio de hoy. Dice: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. La tensión a la que se nos invita no remite a la irracionalidad, al miedo porque en cualquier momento puede pasar no se sabe qué en no se sabe dónde. Al contrario, llama a permanecer en la escucha continua de la Palabra de Dios. Por eso san Pablo escribía a las primeras comunidades y también por ello nosotros podemos beneficiarnos del servicio del Magisterio de la Iglesia y de la predicación.
Que María, que conservaba el evangelio de su Hijo en el corazón y lo meditaba nos ayude a descubrir cada día más la maravilla de la Iglesia, a la que hemos sido llamados y en la que está nuestra vida.
Archidiócesis de Madrid, Comentarista 9 | jueves, 30 agosto 2018 | Comentario a las Lecturas
Oración
Padre clemente, que nos has mostrado tu fidelidad a la alianza pactada con nuestros primeros padres, enviándonos a tu Hijo para sellar ese pacto de amor y amistad, míranos a nosotros, tus hijos, que constantemente nos alejamos de ti y somos infieles a tu amistad, y concédenos imitar la fidelidad de tu Hijo que lo llevó incluso a la muerte, y una muerte de cruz, para que merezcamos así, gozar de la herencia eterna que has prometido a quienes se mantengan firmes hasta el final. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Acción
Voy a reflexionar, al inicio o al término de la jornada, para descubrir aquellos aspectos de mi vida en que no soy fiel al amor incondicional que Dios me regala en Cristo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Archidiócesis de Madrid, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica