Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color del día: Blanco
Santoral:
Primera Lectura
Lectura del libro de Job
(3, 1-3. 11. 16. 12-15. 17. 20-23)
¿Para qué dar la luz de la vida a un miserable?
Job abrió sus labios y maldijo el día de su nacimiento, diciendo: “¡Maldito el día en que nací, la noche en que se dijo: ‘Ha sido concebido un varón’! ¿Por qué no morí en el seno de mi madre? ¿Por qué no perecí al salir de sus entrañas o no fui como un aborto que se entierra, una creatura que no llegó a ver la luz? ¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me amamantaron?
Ahora dormiría tranquilo y descansaría en paz, con los reyes de la tierra, que se construyen mausoleos, o con los nobles, que amontonan oro y plata en sus palacios. Allí ya no perturban los malvados y forzosamente reposan los inquietos.
¿Para qué dieron la luz de la vida a un miserable, aquel que la pasa en amargura; al que ansía la muerte, que no llega, y la busca como un tesoro escondido; al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir la sepultura; al hombre que no encuentra su camino, porque Dios le ha cerrado las salidas?”
Reflexión sobre la Primera Lectura
Como parte de nuestra realidad humana, es normal que alguna vez haya aparecido un "por qué" dirigido fuertemente a Dios, y que sigue estando en nuestros labios tantas veces. Igual le pasó a Job, y lo llevó a maldecir su propia vida y a rebelarse contra Dios por castigar a un inocente. Es un grito que no es sólo de Job.
Es el grito de tantos hermanos como tú y como yo que en diferentes momentos de la vida hemos manifestado un "por qué" después de experimentar un momento difícil en la vida. Es el grito de Jesús en la cruz, en el dolor y la soledad: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Es el grito de los que han sufrido y siguen sufriendo injustamente. La pregunta que seguimos planteando cuando vemos la desgracia de los niños o de los inocentes mientras que, en apariencia, los malvados se salen con la suya y Dios parece bendecirles.
¿Por qué? Pero, los cristianos contamos con una realidad maravillosa: la muerte y resurrección de Jesús. Y ésta es la causa de nuestra felicidad por la que es posible dar con la clave de cada "por qué". Debemos abrir nuestro corazón al Señor y convertir nuestro dolor y sufrimiento en oración, paz, alegría y felicidad.
Salmo responsorial:
(Sal 87, 2-3. 4-5. 6. 7-8)
R/ Señor, presta oído a mi clamor.
- Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia. Que llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor. R.
- Porque mi alma está llena de desdichas y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan entre los que bajan a la tumba, soy como un inválido. R.
- Tengo ya mi lugar entre los muertos, igual que los cadáveres que yacen en las tumbas, de los cuales, Señor, ya no te acuerdas, porque fueron arrancados de tu mano. R.
- Me has colocado en el fondo de la tumba, en las tinieblas del abismo. Tu cólera pesa sobre mí, y estrellas contra mí todas tus olas. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (18, 1-5. 10)
Sus ángeles en el cielo ven continuamente
el rostro de mi Padre, que está en el cielo.
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?”
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”.
Reflexión sobre el Evangelio
En nuestro mundo tecnificado, es difícil aceptar la existencia de un mundo espiritual, de un mundo que no es tangible ni medible. Este campo pertenece sólo a la fe y a la fe de los "pequeños", de los que son como niños.
Y es que los pequeños ven las cosas, más que con los ojos del cuerpo, con los ojos del corazón. Esta es la razón por la cual Jesús nos invita a ser como niños, a que nuestros criterios de tiempo y espacio sean informados por las categorías de lo infinito, de lo trascendente; que abramos nuestra mente y nuestro corazón al auxilio divino que Dios nos ha dado por medio de nuestros ángeles custodios.
Trata hoy de hacerte consciente de la presencia espiritual en la que Dios ha querido que vivamos.
Oración
Señor, espero firmemente en la resurrección gloriosa para vivir contigo eternamente, por eso mismo, Jesús, te pido la gracia de sufrir pacientemente en la tribulación y poder decir, como san Pablo, me gozo en la tribulación, sabiendo que ella me lleva paso a paso a la esperanza de la eternidad.
Acción
Hoy daré gracias verbalmente a Dios por cualquier situación difícil que esté pasando, sabiendo que él interviene en todo para bien de los que le amamos.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica