Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Viernes 8 de febrero de 2019.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Verde   

Santoral:

Primera Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (13, 1-8)
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.

Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable, porque a los que cometen fornicación y adulterio, Dios los habrá de juzgar.

Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?

Acuérdense de sus pastores, que les predicaron la palabra de Dios. Consideren cómo terminaron su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre

Reflexión sobre la Primera Lectura

Como en todos los tiempos, el cristiano tiene que poner atención en tres aspectos fundamentales de la vida. Por un lado, estar siempre abierto a los demás y ejercer la caridad con gran alegría, teniendo presentes a aquellos que sufren, especialmente a los que sufren por causa del Evangelio.

Si nuestra fe hoy es poco valorada es porque hemos dejado de lado la atención a los pobres y marginados y nos hemos hecho cada vez más egoístas pensando sólo en nuestros problemas. Por otro lado, es necesario estar siempre alertas contra el pecado, pues es lo único que nos puede llevar a la muerte eterna; no podemos bajar la guardia ni un solo momento, recuerda que somos débiles, que el espíritu está pronto pero la carne es débil. 

Y, finalmente, la confianza plena y total en Dios. Si bien hoy pasamos por momentos difíciles en todo el entorno económico mundial, esto no es exclusivo de esta época. El cristiano sabe que tiene un Padre amoroso que siempre cuida de él, por lo que vive en paz y con alegría. Hermanos, no dejemos atrás estas cosas, escuchemos hoy la voz del Señor que en esta carta habla a nuestro corazón y nos invita a ser para el mundo luz y sal: respondámosle con alegría.

Salmo responsorial:
(Sal 26, 1. 3. 5. 8b-9abc)
R/ El Señor es mi luz y mi salvación. 
  • El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? R. 
  • Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor. R. 
  • Porque el Señor me procuró un refugio en los tiempos aciagos; me esconderá en lo oculto de su tienda y él me pondrá a salvo. R. 
  • El Señor es mi luz y mi salvación. El corazón me dice que te busque y buscándote estoy. No me abandones ni me dejes solo, mi Dios y salvador. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (6, 14-29)
Es Juan, a quien yo le corté la
cabeza, y que ha resucitado.

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: “Es Juan, a quien
yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”.

Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.

Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.

La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.

Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?” Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.

Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Reflexión sobre el Evangelio

La cobardía siempre será causa de injusticias. De la misma manera que Jesús es condenado por cobardía, así fue la suerte para san Juan. Y esta es la suerte que corren muchos de nuestros hermanos a manos de personas "buenas" pero cobardes. 

Hombres y mujeres que saben que lo que harán es una injusticia, pero ante el temor de perder su "buena fama", su posición, su trabajo, son capaces de cometer las peores atrocidades. Nosotros no estamos exentos de experimentar esta cobardía, pues nuestra naturaleza es débil y ante una situación extrema, podríamos correr el riesgo de traicionar a Jesús y su evangelio. De ahí la importancia de la oración y de la vida de intimidad con Jesús. 

Ya lo decía el Maestro: "Velen y oren para que no caigan en la tentación". Cuando se presenta ante nosotros una situación de injusticia no hay lugar para la cobardía. El amor a Cristo nos apremia y habrá llegado el momento de mostrarnos verdaderamente como cristianos. ¿Estás preparado?

Oración

Dios amor, te pido que pongas en mi corazón ese amor que es tu esencia, quiero sentir a cada momento la necesidad de atenderte a ti en el que más necesita, en el que sufre y en el que no te conoce, santifica mi vida en el servicio y la entrega desinteresada. Sé muy bien que tú cuidas de mí y que nunca me dejarás ni me abandonarás.

Acción

Hoy iré con algún necesitado "preso o enfermo" y atenderé su necesidad, pensando que es a Jesús a quien estoy atendiendo.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro 

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica