Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Viernes 28 de junio de 2019.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Blanco   



Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (34, 11-16)
Yo mismo apacentaré a mis ovejas
y las haré reposar.

Esto dice el Señor Dios: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad.

Las sacaré de en medio de los pueblos, las congregaré de entre las naciones, las traeré a su tierra y las apacentaré por los montes de Israel, por las cañadas y por los poblados del país. Las apacentaré en pastizales escogidos, y en lo alto de los montes de Israel tendrán su aprisco; allí reposarán en buenos prados, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel.

Yo mismo apacentaré a mis  ovejas; yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios.

Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré en la justicia”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Una imagen frecuente en la literatura de Israel para identificar al Pueblo y la relación que lleva Dios con él es el del pastor y sus ovejas. 

Este texto de Ezequiel hace referencia a un pasaje muy largo referido a los malos pastores, a aquellos que en lugar de cuidar a las ovejas, es decir a su Pueblo, lo habían descuidado, lo cual los había llevado al sufrimiento. YHVH Dios se compadece tiernamente del Pueblo y promete hacerlo ahora él mismo. En este trabajo que ahora Él toma por su cuenta, empieza por ir a buscar a las perdidas y descarriadas, a las que se han alejado del rebaño; curar a las que por el trato de la vida se han lastimado o enfermado y a las que están sanas, mantenerlas cerca para que a su amparo crezcan.

Esta es la imagen más hermosa de la Iglesia en la que Dios mismo sale en busca de todos aquellos que por la falta de cuidado de los pastores (empezando desde nuestro padres hasta los malos ejemplos de los pastores) se han alejado y ahora viven una vida mundana, lo cual hiere y enferma a los fieles; es el mismo Jesús quien ahora cura interiormente nuestras heridas y nos acerca de nuevo al rebaño, es decir, a la Iglesia. 

Abre tu corazón, si estás triste o alejado, permite al Señor tomarte entre sus amorosos brazos y que con su dulzura inagotable que brota de su Corazón, sane todas tus heridas; permite que su Sangre preciosa te limpie y con su Cuerpo te alimente para que, recobradas las fuerzas, de nuevo en el Redil, inicies una vida plena en su amor.

Salmo responsorial:
(Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6)
R/ El Señor es mi pastor,
nada me faltará. 
  • El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R. 
  • Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. R. 
  • Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R. 
  • Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. R.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos (5, 5-11)
La prueba de que Dios nos ama está
en que Cristo murió por nosotros.

Hermanos: Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado.

En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.

Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él del castigo final. Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucha más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (15, 3-7)
Alégrense conmigo, porque ya encontré
la oveja que se me había perdido.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’.

Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse”.

Reflexión sobre el Evangelio

Una de las cosas que jamás comprenderemos es ¿por qué Dios nos ama de esta manera? ¿Por qué su amor va más allá de todo lo que podríamos nosotros imaginar? Cuando se le apareció Nuestro Señor a santa Margarita María, le mostró la herida de su corazón y le dijo: "Este es el corazón que tanto los ha amado". 

Somos realmente privilegiados, pues como dice san Pablo, el Amor de Jesús es tanto y tan grande que se entregó por nosotros; que dejó su cielo hermoso para hacerse como uno de nosotros para que pudiéramos tener vida y tenerla en abundancia.

San Agustín dirá: "se hizo hombre a fin de que nosotros los hombres pudiéramos ser como él". Este es al paroxismo del amor de Dios por nosotros, que es capaz, como lo hemos oído hoy, de dejar a todo el rebaño e ir por nosotros, hombres necios y faltos de juicio. 

Es, pues, tiempo de responder a este amor y entregarle nuestra vida, de abandonar nuestro pecado, aun aquel que sin ser mortal seguimos disfrutando y que no nos permite llegar a tener la plenitud de su amor. Abre tu vida y tu corazón a esa fuente maravillosa de amor que brota de su corazón y déjate seducir y embriagar por él. Solo este amor misericordioso, que nos ama por encima de nuestro pecado y nuestra miseria, es capaz de llevarnos a disfrutar de paz y alegría en el corazón. 

Responde a este amor de Jesús dejándote amar y recibiendo de Él su amor y su perdón.

Oración

Señor Jesús, tú que eres el verdadero pastor de la ovejas a quien todos seguimos fielmente, ayúdanos a ser dóciles a tu llamado y a ser fieles a tu voz que nos invita al seguimiento para alcanzar la vida eterna que no termina y gocemos así de tu majestad divina.

Acción

Atender a la voz de Jesús que nos llama al amor al prójimo en cada una de nuestras acciones diarias mediante el respeto y la solidaridad.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro 

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica