Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Viernes 30 de agosto de 2019.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Verde   

Memoria libre:

Primera Lectura 
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Tesalonicenses 4, 1-8
Lo que Dios quiere de ustedes es que se santifiquen.

Hermanos, Les rogamos y los exhortamos en el nombre del Señor Jesús a que vivan como conviene, para agradar a Dios, según aprendieron de nosotros, a fin de que sigan ustedes progresando. Ya conocen, en efecto, las instrucciones que les hemos dado de parte del Señor Jesús.

Lo que Dios quiere de ustedes es que se santifiquen; que se abstenga de todo acto impuro; que cada uno de ustedes sepa tratar a su esposa con santidad y respeto y no dominado por la pasión, como los paganos, que no conocen a Dios.

Que en esta materia, nadie ofenda a su hermano ni abuse de él, porque el Señor castigará todo esto, como se lo dijimos y aseguramos a ustedes, pues no nos ha llamado Dios a la impura, sino a la santidad. Así pues, el que desprecia estas instrucciones no desprecia a un hombre, sino al mismo Dios, que le ha dado a ustedes su Espíritu Santo.

Salmo responsorial:
(Sal 96, 1 y 2b. 5-6. 10. 11-12)
R/ Alegrémonos con el Señor. 
  • Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero. El trono del Señor se asienta en la justicia y el derecho. R. 
  • Los montes se derriten como cera ante el Señor, ante el Señor de toda la tierra. Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos. R. 
  • El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados. R. 
  • Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor y bendigan su santo nombre. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo 25, 1-13
Ya viene el esposo, salgan a su encuentro.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada uno un frasco de aceite junto con la lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: “¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!”. Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: “Dennos un poco de aceite, porque nuestras las lámparas se están apagando”. Las previsoras les contestaron: “No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor adonde lo venden y comprenlo”.

Mientras aquellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él les respondió: “Yo les aseguro que no las conozco”.

Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora».

Reflexión sobre las lecturas

Santo Tomás de Aquino, gran conocedor del corazón humano, explicaba que las dos virtudes más importantes que se refieren a la inteligencia y a la voluntad respectivamente tienen su némesis: respecto a la inteligencia está la humildad, que es la puerta del evangelio (María); la soberbia se encarga de poner todo tipo de palos en la rueda para no caminar en obediencia a Dios que nos ama tanto.

Respecto a la voluntad, la virtud más importante es la templanza, que ordena nuestras necesidades corporales hacia el mayor bien, que es la comunión de amor con las personas (vuelve a ser María); y su némesis más destacada es la lujuria y la impureza. El cuerpo no para de exigirnos cosas, muchas de ellas buenas, pero hay que ponerle medida porque nunca está satisfecho.

Y en lo referente a la sexualidad, no hay ni que explicarlo: los ojos ligeros (en verano, con poco margen para la imaginación), conversaciones subidas de tono, la red repleta de contenidos pornográficos gratuitos e inmediatos que no hay ya casi ni que buscarlos, relaciones amorosas meramente sexuales, con apps por si te apetece un rollito de primavera con quien tienes a 50 metros (él, ella, ellos, elles)… El sexo hoy día lo llena todo. Sobre todo, el bolsillo de muchos negocios que mueven billones de euros.

San Pablo no deja lugar a dudas: “esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza, que cada uno de vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios […] Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino santa”.

La virtud de la castidad significa aprender a mirar a cada persona (física o virtual) con la mirada del mismo Cristo. Dicho de otro modo: en el Cielo, nos miraremos todos con esos ojos de Cristo. Y Él no utiliza nunca a nadie, ni nos mira pensando en cosas raras: el Señor no nos usa nunca, nos ama. Y eso es la castidad. ¿¡A que es una maravilla!?

La impureza implica un desorden en ultima instancia del amor. La sexualidad que forma parte de nuestra vida es el instrumento corporal que tenemos para manifestar lo más bello del ser humano: amar. Somos hombre o mujer y amamos según eso que somos. Pero nunca debemos utilizarnos: ni siquiera a uno mismo, que eso es el pecado solitario (“pero padre, si yo no hago mal a nadie”…). San Pablo lo vuelve a describir muy bien: “nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño”.

Eso es el mercadeo de la genitalidad omnipresente: pasar por encima de nuestros hermanos, convertirlos en objetos. Y lo de caer en el engaño… ¡es el mundo de la mentira, la manipulación, la extorsión y la corrupción! Es tratarnos como al ganado. Una genitalidad mal vivida carece del amor verdadero que exige la sexualidad: se usa a las personas, no se las ama.

El gran Miguel Ángel pintó a todos en la Capilla Sixtina como Dios les trajo al mundo. La única vestida era la Madre de Jesús. En el Cielo estaremos así. Porque nos miraremos y amaremos con la mirada del Señor. No nos usaremos.

Pidamos al Señor la virtud de la castidad, aunque nos cueste mucho y aunque sea lo más a contracorriente en nuestra sociedad. Si entendemos que es un don de Dios y un camino de libertad en el amor, aprenderemos del Amor a amar bien a los demás y a uno mismo. Eso es formar parte de las vírgenes sensatas. 

Pero su némesis, la necedad, también está en muchos corazones, que piensan que la castidad no forma parte del Evangelio, o han sucumbido en su lucha por lo arduas que resulta. En fin: no hay nada mejor que mirar siempre el amor bello, noble, casto, sincero y omnipresente de nuestro buen Dios. ¡Es la escuela de la sensatez en la sexualidad!

Por Comentarista 6 | viernes, 30 agosto 2019 | Comentario a las Lecturas | Arqchidiócesis de Madrid
(Las negritas en los textos no son del original)

Oración

Padre clemente, que nos has mostrado tu fidelidad a la alianza pactada con nuestros primeros padres, enviándonos a tu Hijo para sellar ese pacto de amor y amistad, míranos a nosotros, tus hijos, que constantemente nos alejamos de ti y somos infieles a tu amistad, y concédenos imitar la fidelidad de tu Hijo que lo llevó incluso a la muerte, y una muerte de cruz, para que merezcamos así, gozar de la herencia eterna que has prometido a quienes se mantengan firmes hasta el final. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Acción

Voy a reflexionar, al inicio o al término de la jornada, para decubrir aquellos aspectos de mi vida en que no soy fiel al amor incondicional que Dios me regala en Cristo.

Adaptado de:
La Misa de Cada Día (CECOR), Archidiócesis de Madris, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica