Tiempo Litúrgico: Ordinario II - Semana XVI.
Color del día: Blanco.
Fiesta:
Primera Lectura
Lectura del libro del Cantar
de los Cantares (3, 1-4)
Encontré al amor de mi alma.
Esto dice la esposa: “En mi lecho, por las noches, a mi amado yo buscaba. Lo busqué, pero fue en vano. Me levantaré. Por las plazas y barrios de la ciudad buscaré al amor de mi alma.
Lo busqué, pero fue en vano. Y me encontraron los guardias de la ciudad, y les dije: ‘¿Qué no vieron a aquel que ama mi alma?’ Y apenas se fueron, encontré al amor de mi alma”.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Celebramos hoy una fiesta que nos recuerda el amor que puede desarrollarse en una persona que solo ha recibido amor de otra. Este es el caso de María Magdalena, quien hasta donde nos cuentan los evangelistas era la “enamorada” a la que el Señor había rescatado de una vida terrible.
Ella, igual que el apóstol Juan, son mencionados por el autor del cuarto evangelio como los “enamorados de Cristo” y con quien, por reciprocidad, Jesús llevaba una relación especial. No es por ello raro que en uno de los himnos de la Liturgia de Pascua se proponga, a María como la Esposa que espera al Esposo.
Debemos de entender que esta propuesta tanto de los evangelios como de la Liturgia, está orientada a mostrar, no la relación que había en entre ellos sino el amor que entre ellos se desarrollaba.
Era un amor unitivo, un amor especial, pero que respeta la condición de cada uno. Y es que estamos llamados a desarrollar este tipo de amor entre nosotros. María, que amaba tiernamente a Jesús, va a buscarlo con el alba y se encuentra al amor de los amores, que ha venido también a buscarla a ella, pues sabe que sufre grandemente pues lo supone muerto.
Así también nosotros debemos amar a Jesús y él nos buscará en los momentos más terribles de nuestra vida para que, como a María, consolarnos y asegurarnos que está vivo y que nada tenemos que temer, y así, como dice Jesús, “nuestra tristeza se convertirá en gozo.
Salmo responsorial
(Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9)
R/ Señor, mi alma tiene sed de ti.
- Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua. R.
- Para admirar tu gloria y tu poder, anhelo contemplarte en el santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios. R.
- Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con júbilo en los labios. R.
- Fuiste mi auxilio y a tu sombra, canté lleno de gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (20, 1-2. 11-18)
Mujer, ¿por qué estás llorando?
¿A quién buscas?
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”.
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabbuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”.
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Reflexión sobre el Evangelio
Este pasaje nos ilustra cómo, quien ha tenido una experiencia de Jesús resucitado, se convierte inmediatamente en testigo de la Resurrección y, con ello, en evangelizador. La palabra que usa el griego para la acción realizada por María Magdalena al ir a anunciar es Angellousa“ que viene de ángel y que identifica a los portadores de noticias de parte de Dios.
María ha sido capaz de reconocer en ese jardinero la presencia real de Cristo. Él la ha llamado por su nombre y ella le ha dicho: Maestro. Mucha gente piensa que pasar una hora delante del Santísimo Sacramento es pérdida de tiempo (algunos ni se lo han propuesto).
Es ahí en donde, delante del misterio, el hombre puede llegar a reconocer en ese pedacito de pan la presencia real de Jesús y, con ello, convertirse también en un ángel, en un portador y anunciador de buenas noticias para los hermanos.
Necesitamos llenar nuestras oficinas, nuestras escuelas, nuestros barrios de ángeles, de hombres y mujeres que, como María Magdalena, puedan decir: Jesús está vivo, yo lo he visto y ha cambiado mi vida y si lo que hizo conmigo, lo puede hacer también contigo.
Oración
Señor Jesús que amaste profundamente a Santa María Magdalena y le encomendaste el anuncio de tu resurrección a tus discípulos, enséñanos a estar siempre dispuestos a escucharte sentados a tus pies en oración, atentos a tu palabra y obedientes a tu evangelio para que, como ella, podamos merecer encontrarnos contigo en los momentos difíciles de nuestra vida.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Acción
El día de hoy dedicaré unos minutos de oración, silencio y soledad para mostrarle a Jesús mi amor por él y dejar que él toque mi corazón y mi vida con su gracia.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A – 2020, Conferencia Episcopal de Costa Rica