Tiempo Litúrgico: Ordinario II - Semana XIX.
Color del día: Rojo.
Fiesta:
Primera Lectura
Lectura de la segunda carta
del apóstol san Pablo
a los corintios (9, 6-10)
Dios ama al que da con alegría.
Hermanos: Recuerden que el que poco siembra, cosecha poco, y el que mucho siembra, cosecha mucho. Cada cual dé lo que su corazón le diga y no de mala gana ni por compromiso, pues Dios ama al que da con alegría.
Y poderoso es Dios para colmarlos de toda clase de favores, a fin de que, teniendo siempre todo lo necesario, puedan participar generosamente en toda obra buena. Como dice la Escritura: Repartió a manos llenas a los pobres; su justicia permanece eternamente.
Dios, que proporciona la semilla al sembrador y le da pan para comer, les proporcionará a ustedes una cosecha abundante y multiplicará los frutos de su justicia.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Este pasaje, referido en su contexto a la colecta que estaba haciendo san Pablo para los pobres de Jerusalén, es tomada para ayudarnos a reflexionar sobre la generosidad en nuestra vida apostólica.
Pues, de la misma forma que se aplica a la vida económica, se aplica a nuestra vida espiritual y apostólica la expresión "el que siembra poco, cosechará poco"; si dedicamos poco tiempo a la oración, obviamente que tendrás resultados escasos en tu vida.
Si tenemos pereza para leer la Sagrada Escritura, si todo nuestro tiempo lo dedicamos a las banalidades y poco a formarnos como buenos cristianos, a conocer y a profundizar cada día más en el misterio de Dios, no podemos esperar que nuestra vida de comunión con Dios crezca sola.
Y de ahí que nuestra vida moral y social se vea empañada frecuentemente y no resplandezca como debería, empobreciendo tristemente todas nuestras relaciones, y privándonos de la alegría y la paz que provienen precisamente de la vida espiritual.
Quien es capaz de sufrir atroces tormentos y permanecer fiel al Señor, es porque en su vida ha sembrado con abundancia y generosidad. No seamos perezosos y démosle más tiempo a Dios y la vida espiritual.
Salmo responsorial
(Sal 111, 1-2. 5-6. 7-8. 9)
R/ Dichoso el hombre honrado,
que se compadece y presta.
- Dichosos los que temen al Señor y aman de corazón sus mandamientos; poderosos serán sus descendientes. Dios bendice a los hijos de los buenos. R.
- Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente jamás se desviarán; vivirá su recuerdo para siempre. R.
- No temerán malas noticias, puesto que en el Señor viven confiados. Firme está y sin temor su corazón, pues vencidos verán a sus contrarios. R.
- Al pobre dan limosna, obran siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (12, 24-26)
El que me sirve será honrado por mi Padre.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre”.
Reflexión sobre el Evangelio
Ciertamente Dios ha creado todo, como lo asegura el libro del Génesis: “Muy bien y muy bueno". Sin embargo, el pecado ha hecho que, a pesar de esta realidad, como dice san Pablo, no todo nos es conveniente. Y es aquí en donde se prueba realmente quién es o no verdaderamente cristiano.
La tentación se presenta indistintamente para todos, sin embargo, el cristiano, ejercitado en la oración y en la renuncia a sí mismo, convencido que la vida en Cristo vale la pena cualquier renuncia, es capaz de renunciar a todo aquello que, aunque se presenta bajo la apariencia de bien, sabe que lo conducirá irremisiblemente a perder la amistad con Dios y a sufrir las consecuencias de su pecado.
Si no nos ejercitamos en la renuncia, si no somos capaces de negarnos ni siquiera las pequeñas cosas, los pequeños gustos, será muy difícil renunciar a las más grandes y peligrosas tentaciones, lo que hará que nuestra vida quede estéril y sin fruto. Empieza por poco, pero empieza hoy.
Oración
Señor, enséñame a dar con alegría, sin temor, sino más bien con generosidad para que pueda cosechar abundantemente y merezca así, el don eterno de la plenitud en tu Reino y goce de la alegría perenne del cielo.
Acción
Revisaré en mi vida cuánto tiempo dedico a la televisión, cine, radio, lo compararé con el tiempo que le dedico a las cosas de Dios y haré los arreglos necesarios en mi vida para sembrar más en el Señor.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A – 2020, Conferencia Episcopal de Costa Rica