Tiempo Litúrgico: Ordinario II - Semana XXIV.
Color del día: Rojo.
Fiesta:
Primera Lectura
Del libro de los Números (21, 4b-9)
Cuando una serpiente mordía a alguien,
este miraba a la serpiente de
bronce y salvaba la vida.
En aquellos días, el pueblo se cansó de caminar, y habló contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: «Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.
Salmo responsorial
(Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38)
R/ No olvidemos las hazañas del Señor.
- Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca: que voy a abrir mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado. R.
- Cuando los hacía morir, lo buscaban, y madrugaban para volverse hacia Dios; se acordaban de que Dios era su roca, el Dios Altísimo su redentor. R.
- Lo adulaban con sus bocas, pero sus lenguas mentían: su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su alianza. R.
- Él, en cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor. R.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Juan (3, 13-17)
Tiene que ser elevado
el Hijo del Hombre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Reflexión
HABLA LA PALABRA: El estandarte
En la Antigua Alianza Dios todopoderoso le pidió a Moisés que elevará un estandarte donde colgase una serpiente: bastaría con mirarla para quedar sanado de las mordeduras de las serpientes que atemorizaban el camino de la libertad del pueblo elegido.
En la Nueva Alianza, será Jesús el exaltado en una cruz porque, como le dijo a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”.
Y san Pablo en el himno cristológico de su carta a los Filipenses lo confirmó de un modo solemne y contundente: “Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble”.
HABLA EL CORAZÓN: Las verdaderas cruces
La verdadera cruz no esta en las cruces de oro o de marfil, ni siquiera en las de madera de moda entre los jóvenes. Las cruces visibles tienen un único valor: sirven para recordarnos Quien es el que ésta crucificado en las cruces invisibles, que son las cruces de la vida de cada día, porque cada día tiene su afán, y su cruz.
Están tras las puertas de cada uno de tus vecinos, en los nombres de tu agenda, o en la lista que cada mañana se lee en el aula de tu escuela, o en el fichero de tus compañeros de trabajo, porque la cruz está en los ojos de cada hombre, espejos de todas las heridas de su alma y de su cuerpo.
La cruz está en todos tus recuerdos y en todos los rincones de tu casa. La cruz es siempre una suplica expresada en grito o en llanto, o en lenta y confiada oración: porque la cruz es todo vacío que sólo puede ser llenado por Jesús, toda soledad que sólo puede ser acompañada por Jesús, toda dolor que sólo puede ser curado por Jesús, todo pecado que sólo puede ser perdonado por Jesús.
La cruz es la vida del hombre cuando este la descubre como una barca a la deriva sin Jesús, como un resplandor de claridad con Jesús.
Adaptado de:
La Misa de Cada Día (CECOR), Archidiócesis de Madrid, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo A – 2020, Conferencia Episcopal de Costa Rica