Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Viernes, 5 de febrero de 2021.


Tiempo Litúrgico: Ordinario I – Semana IV. 
   Color del día: Rojo.   

Memoria obligatoria:

Memoria libre:

Primera Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (13, 1-8)
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.

Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable, porque a los que cometen fornicación y adulterio, Dios los habrá de juzgar.

Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?

Acuérdense de sus pastores, que les predicaron la palabra de Dios. Consideren cómo terminaron su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

Salmo responsorial
(Sal 26, 1. 3. 5. 8b-9abc)
R/ El Señor es mi luz y mi salvación.
  • El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? R.
  • Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor. R.
  • Porque el Señor me procuró un refugio en los tiempos aciagos; me esconderá en lo oculto de su tienda y él me pondrá a salvo. R.
  • El corazón me dice que te busque y buscándote estoy. No me abandones ni me dejes solo, mi Dios y salvador. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (6, 14-29)
Es Juan, a quien yo le corté la cabeza,
y que ha resucitado.

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: “Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”.

Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.

Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.

La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.

Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?” Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.

Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Reflexión: Coherencia entre la fe y la vida

“Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto”. Sin embargo, termina por mandar que le corten la cabeza ¿Cómo es posible hacer compatible la admiración y decidir su muerte? El evangelio nos da la respuesta: “el rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados no quiso desairarla”.

Herodes no es un hombre coherente y nosotros no estamos exentos de este peligro, ya sea por miedo, por no quedar mal, por dejarse ganar por la sensualidad. Hay una ruptura interior que le impide vivir esa unidad de pensamiento y acción. Si no vivimos como pensamos acabaremos pensando como vivimos para justificar la falta de coherencia.

El Papa San Juan Pablo ya nos recordaba en la Exhortación “Fieles cristianos”, lo serio de vivir esa falta de unidad de vida: “la separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los más graves errores de nuestra época”.

El mundo se quedaría en tinieblas si los cristianos, por falta de unidad de vida, no ilumináramos y diéramos sentido a las realidades concretas de la vida. Nosotros somos, en medio del mundo como la levadura dentro de la masa, para transformarlo. El cristiano coherente con su fe es sal que da sabor y preserva de corrupción. Y para esto contamos, sobre todo, con su testimonio en medio de las tareas ordinarias, realizadas ejemplarmente.

Sería, además un gran escándalo para el mundo si esta falta de unidad de vida la vieran en nosotros. No podemos separar nuestra fe de nuestra vida. No es posible ser cristianos, discípulos de Cristo y maltratar a los demás, no ser serviciales, dejarnos llevar de la pereza y el capricho, la sensualidad… San Agustín se preguntaba, en este sentido, “¿qué pensar de los que se adornan con un nombre y no lo son? ¿de qué sirve el nombre si no se corresponde con la realidad? (…).

Así, muchos se llaman cristianos, pero no son hallados tales en realidad, porque no son lo que dicen, en la vida, en las costumbres, en la esperanza, en la caridad” (“Comentario primera Carta de San Juan 4,4). Esto significara muchas veces ir un poco contracorriente, contra el pensamiento dominante o las modas. 

Hoy celebramos el martirio de Santa Águeda. Los mártires han sido siempre audaces para huir de quedar bien, o de ser políticamente correctos. San Gregorio Magno ya avisaba a los cristianos de entonces, y ahora a nosotros también, que hemos de estar dispuestos a padecer por ser coherentes con la fe: “Hay algunos que quieren ser humildes, pero sin ser despreciados; quieren contentarse con lo que tienen, pero sin padecer necesidad; ser castos, pero sin mortificar su cuerpo; ser pacientes, pero sin que nadie los ultraje.

Cuando tratan de adquirir virtudes, y a la vez rehúyen los sacrificios que las virtudes llevan consigo, se parecen a quienes, huyendo del campo de batalla, quisieran ganar la guerra viviendo cómodamente en la ciudad” (“Moralia, 7, 28, 34).

Como rezamos en el Salmo de hoy: “El Señor es mí luz y mi salvación”. Hemos de volver nuestra mirada a Él una y otra vez. Sobre la Roca que es Cristo se construye la unidad de vida, es decir, la unidad interiorentre la vida espiritual y la vida. No podemos separar nuestra vida espiritual del trabajo, de la vida ordinaria: se vive como se reza y se reza como se vive.

Pidamos a Nuestra Madre, que nos enamoremos de su Hijo y podamos así vivir con alegría las luchas que sean necesarias para manifestar en nuestra vida el tesoro de nuestra fe.

Por Comentarista 5 | viernes, 5 febrero 2021 | Archidiócesis de Madrid

Oración

Señor, desconozco cuándo será el fin de mis días en esta tierra, sin embargo, espero ese día con una expectativa anhelante; sólo te pido, Señor, que cuando sea el momento yo haya verdaderamente terminado mi misión aquí y que, al mirarte cara a cara, pueda escucharte decir: "Bien, siervo bueno y fiel, pasa a disfrutar del gozo de tu Señor".

Acción

Hoy pensaré en las cosas que me gustaría aportar con mi vida y cómo me gustaría que fuera mi final en esta tierra.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Archidiócesis de Madrid
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B – 2021, Conferencia Episcopal de Costa Rica