Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Jueves, 3 de junio de 2021.


Tiempo Litúrgico: Ordinario II - Semana IX.
   Color del día: Rojo.  

Memoria obligatoria:

Primera Lectura
Lectura del libro de Tobías
(6, 10-11; 7, 1. 9-17; 8, 4-9)
Haz, Señor, que los dos juntos
vivamos felices hasta la vejez.

En aquellos días, cuando entraron a la provincia de Media y se acercaban a la ciudad de Ecbatana, Rafael le dijo al joven Tobías: “Tobías, hermano”. El le contestó: “¿Qué quieres?” Rafael le dijo: “Es necesario que pasemos esta noche en casa de Ragüel, pariente tuyo, que tiene una hija llamada Sara”.

Al llegar a Ecbatana, Tobías le dijo a Rafael: “Azarías, hermano, condúceme por el camino más corto a casa de Ragüel, nuestro hermano”. Rafael lo condujo a la casa de Ragüel, a quien encontraron sentado en la puerta de su patio, y lo saludaron. El les contestó: “¡Mucho gusto, hermanos! Sean bienvenidos”. Y los hizo pasar a su casa. Mató un carnero de su rebaño y los recibió amablemente.

Se lavaron, se purificaron y se sentaron a la mesa. Entonces Tobías le dijo a Rafael: “Azarías, hermano, dile a Ragüel que me dé la mano de mi hermana Sara”. Ragüel alcanzó a escucharlo y le dijo a Tobías: “Come y bebe y descansa tranquilamente esta noche. Nadie tiene más derecho que tú, hermano, para casarse con mi hija Sara, y a nadie se la puedo yo dar sino a ti, porque tú eres mi pariente más cercano. Pero tengo que decirte una cosa, hijo. Se la he entregado a siete parientes nuestros y todos murieron antes de tener relaciones con ella. Por eso, hijo, come y bebe y el Señor cuidará de ustedes”.

Tobías replicó: “No comeré ni beberé, hasta que no hayas tomado una decisión acerca de lo que te he pedido”. Ragüel le contestó: “Está bien. Según la ley de Moisés, a ti se te debe dar. El cielo mismo lo ha decretado. Cásate, pues, con tu hermana; desde ahora tú eres su hermano, y ella, tu hermana. Desde hoy y para siempre será tu esposa. Hijo, que el Señor del cielo los acompañe durante esta noche, tenga misericordia de ustedes y les conceda su paz”.

Ragüel mandó llamar a su hija Sara, ella vino, y tomándola de la mano, se la entregó a Tobías, diciéndole: “Recíbela, pues, según lo prescrito en la ley de Moisés. A ti se te da como esposa. Tómala y llévala con bien a la casa de tu padre. Y que el Señor del cielo les conceda a ustedes un buen viaje y les dé su paz”.

Entonces Ragüel llamó a la madre de Sara y le pidió que trajera papel para escribir el acta de matrimonio, en que constara que su hija había sido entregada por esposa a Tobías, de acuerdo con lo establecido en la ley de Moisés. La esposa de Ragüel trajo el papel. Y él escribió y firmó. Y después se sentaron a cenar.

Ragüel llamó a su esposa Edna y le dijo: “Hermana, prepárales la habitación y conduce allá a Sara”. Edna fue, preparó el lecho como su esposo le había indicado y llorando por la suerte de Sara, la condujo allí. Se enjugó las lágrimas y le dijo: “Hija mía, ten valor. Que el Señor del cielo cambie tu tristeza en alegría. ¡Ten valor!” Y salió de la habitación.

Al terminar la cena, Ragüel y Edna decidieron acostarse y acompañaron al joven a la habitación. Cerraron la puerta y se fueron.

Tobías se levantó y le dijo a Sara: “¡Levántate, hermana! Supliquemos al Señor, nuestro Dios, que tenga misericordia de nosotros y nos proteja”. Se levantó Sara y comenzaron a suplicar al Señor que los protegiera, diciendo: “Bendito seas, Dios de nuestros padres y bendito sea tu nombre por los siglos de los siglos. Que te bendigan los cielos y todas tus creaturas por los siglos de los siglos. Tú creaste a Adán y le diste a Eva como ayuda y apoyo, y de ambos procede todo el género humano. Tú dijiste: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacer a alguien como él, para que lo ayude’ ”.

“Ahora, Señor, si yo tomo por esposa a esta hermana mía, no es por satisfacer mis pasiones, sino por un fin honesto. Compadécete, Señor, de ella y de mí y haz que los dos juntos vivamos felices hasta la vejez”.

Y los dos dijeron: “Amén, amén” y se durmieron en paz.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Fundar una familia en la que se bendiga tu nombre por siempre

El anciano Tobías y Ragüel eran dos judíos temerosos de Dios al que tenían siempre presente en sus vidas y al que oraban elevando sus peticiones. El ángel Rafael, que había sido enviado por Dios para curar de su ceguera al anciano Tobías, guía ahora al hijo de Tobías, que también se llama Tobías, hasta la casa de Raqüel, que les recibe con la clásica hospitalidad judía y les ofrece un buen banquete.

Tobías le pide la mano de su hija Sara. Ragüel queda temeroso ante esta petición porque su hija Sara ha tenido siete maridos que habían muerto la noche de casarse. Pero el ángel le saca de sus dudas: “puedes darle la mano de tu hija sin reparo; a éste que teme a Dios le corresponde como esposa”.

Celebrado el matrimonio, Tobías y Sara, oran a Dios las tres primera noches, para que su matrimonio vaya bien y le piden “fundar una familia en la que se bendiga tu nombre por siempre”.

Como lección que podemos sacar de este relato está que Dios, en medio de las alegrías y tristezas, de los buenos y malos acontecimientos, nunca deja de su mano a los que le invocan y siempre les acompaña. 

Salmo responsorial
(Sal 127, 1-2. 3. 4-5)
R/ Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
  • Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien. R.
  • Su mujer, como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa. R.
  • Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: “Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida”. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (12, 28-34)
Éste es el primer mandamiento.
- El segundo es semejante a éste.

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.

El escriba replicó: “Muy bien,Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.

Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión sobre el Evangelio

¿Qué mandamiento es el primero de todos?

Hemos oído muchas veces este pasaje evangélico y correemos el peligro de no darle el valor que tiene. La pregunta que un letrado le hace a Jesús es la más importante de toda nuestra vida: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Que podemos traducir por cuál es la clave para conseguir la alegría de vivir, la felicidad que todos tanto deseamos. La respuesta de Jesús es clara y rotunda: el amor, dirigido en tres direcciones: a Dios, al prójimo y a uno mismo.

Quien logra amar de esta manera triunfa en la vida, quien no lo  consigue fracasa. Sabemos que Jesús de muchas maneras nos ha hablado del amor. Siempre tiene el amor en sus labios y en su corazón y nos lo expresa una y mil veces. Es claro que muchos en nuestra sociedad piensan que el triunfo personal viene principalmente por acumular dinero y todo lo que él pueda proporcionar.

Jesús, profundo conocedor de nuestros entresijos humanos, sabe también que el amor es la asignatura más difícil que tenemos, la que más nos cuesta aprobar y de la manera que él nos indica.

Por eso, viene en nuestra ayuda, en primer lugar, dándonos ejemplo, amándonos hasta entregar su vida por nosotros y, segundo lugar, regalándonos  su amor para que nosotros podamos amar con nuestras fuerzas y con el amor que él nos ofrece. “Amaos unos a otros como yo os he amado”, y así podamos decir “Ya no soy yo ama es Cristo quien ama en mí”.

Oración

Señor Jesús, que has querido prolongar tu presencia en medio de nosotros, tu iglesia, como alimento que perdura para la vida eterna, enséñanos a desear participar de tu mesa en donde se nos da el Pan de vida y el Cáliz de salvación, para que al pregustar la vida del cielo, merezcamos gozar del Banquete eterno, donde tú, junto con el Espíritu y el Padre, son don y bendición infinitas por los siglos de los siglos. Amén.

Acción

El día de hoy dedicaré un buen tiempo para adorar al Señor en su presencia real ante el Santísimo Sacramento del altar.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B – 2021, Conferencia Episcopal de Costa Rica