Tiempo Litúrgico: Ordinario - Semana XX.
Color del día: Verde.
Memoria libre: San Esteban de Hungría.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (28, 1-10)
Eres hombre y no Dios,
y te crees tan sabio como Dios.
En aquellos días, el Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, dile al príncipe de Tiro: ‘El Señor Dios dice esto: Tu corazón se ha ensoberbecido y has dicho: Soy Dios, estoy sentado en el trono de Dios, en medio de los mares; pero eres hombre y no Dios, y te crees tan sabio como Dios; pretendes ser más inteligente que Daniel y conocer todos los secretos; con tu sabiduría y habilidad te has hecho rico, has amontonado oro y plata en tus tesoros; con astucia de comerciante has aumentado tus riquezas y te has ensoberbecido por tu fortuna’.
Por eso dice el Señor: “Porque te has creído tan sabio como Dios, por eso mandaré contra ti a los más feroces de los pueblos extranjeros, que desenvainarán su espada contra tu esplendor y tu sabiduría y acabarán con tu grandeza. Ellos te matarán y el mar será tu sepultura.
¿Ante la mano misma de tus verdugos te atreverás a afirmar todavía que eres Dios, cuando no eres más que un hombre? Morirás como un pagano a manos de extranjeros, porque así lo digo yo, el Señor Dios”.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Ciertamente el principio del fin de un buen hombre es la soberbia. Son tantos los hombres que antes de tener fortuna y poder eran verdaderos amigos de Dios, pero el poder y la fortuna los enfermaron y terminaron por destruirlos. Es la trampa favorita del Demonio: darnos para que, con eso mismo que nos dio, cavar nuestra tumba.
La humildad y la renuncia voluntaria es el mejor don que podemos cultivar. María Santísima es grande porque ella misma se considera "sierva". Para ella, el ser la "Madre del Mesías" no es un privilegio sino un compromiso que la lleva a dejar su casa de Nazaret para llevar esta noticia a su prima Isabel. El ser la madre del Señor la hace ser más humilde y es por ello que Dios la exalta. Con gran razón escribe san Pablo acerca de Cristo que se "humilló a sí mismo hasta la muerte de cruz y por eso Dios le dio el nombre que está sobre todo nombre".
Vemos, pues, que el tener honor, grandeza e incluso riqueza, no es algo que en sí mismo esté mal, cuando éstos nos vienen dados por Dios, porque, recibidos con humildad, se convertirán en dones para el servicio; pero cuando, como el rey de Tiro, los tomamos por nuestra propia mano, habremos sido ya mordidos por la serpiente venenosa y, a no ser que nos arrepintamos y caigamos de rodillas ante Dios, habremos cavado nuestra propia tumba. Cuida mucho tu ambición.
Salmo responsorial
(Sal Deut 32, 26-27ab. 27cd-28.
30. 35cd-36ab; R.: 39c)
R/ El Señor da la muerte y la vida.
- El Señor pensó: “Voy a dispersarlos y a borrar su memoria entre los hombres. Pero no, porque temo la presunción del enemigo y la mala interpretación del adversario. R.
- Pues diría el enemigo que su mano había vencido y que no era el Señor el que lo había hecho, porque son una nación que ha perdido el juicio”. R.
- ¿Cómo puede uno perseguir a mil y dos poner en fuga a diez mil? ¿No es porque su Dios los ha vendido, porque el Señor los ha entregado? R.
- El día de su destrucción se acerca y su suerte se apresura, porque el Señor defenderá a su pueblo y tendrá compasión de sus siervos. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (19, 23-30)
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”.
Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y exclamaron: “Entonces ¿quién podrá salvarse?” Pero Jesús, mirándolos fijamente, les respondió: “Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible”.
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús: “Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”.
Reflexión sobre el Evangelio
Este pasaje nos podría dar la impresión de que Jesús tiene algo contra los ricos. Sin embargo, nada más lejano que esto.
La Escritura es testigo de que el mismo Jesús tenía entre sus seguidores amigos (algunos eran incluso discípulos) muy ricos. José de Arimatea quien le regaló la tumba y Nicodemo que le llevó los perfumes (que eran muy caros) para la sepultura, esto sin contar al mismo Mateo y a Zaqueo, quien sólo dio la mitad de sus bienes y del que Jesús dijo: "Ahora ha llegado la salvación a esta casa".
Lo que impide que un hombre pueda disfrutar del Reino es la esclavitud, la falta de libertad sobre los bienes (o sobre cualquier cosa, incluso nuestros propios pensamientos). Cuando el hombre se aferra a los bienes, como el joven del pasaje, no es libre pues es esclavo de lo que posee. Jesús nos quiere libres, el Reino es para la gente libre, para aquellos que, como Nicodemo, José de Arimatea y tantos más, son capaces de tener sin retener.
De aquellos que reconocen que los bienes creados son de y para todos; que acaparar solamente empobrece y esclaviza. Ante esto, ¿qué tan libre eres con respecto a tus bienes? Pues de esto depende que puedas disfrutar la vida del Reino.
Oración
Señor, tú sabes que estoy dañado por el pecado original y que sin tu ayuda mis pasiones, sobre todo la soberbia, me consumen. Dame tu gracia para saber renunciar a lo superfluo, ayúdame a humillarme y a reconocer que todo lo que tengo viene de ti, de tu inmenso amor.
Humíllame para permanecer simple y sencillo ante ti y ante los demás. No permitas que jamás me enorgullezca de los dones, gracias y bienes que de ti he recibido. No me sueltes de tu mano, Señor.
Acción
Este día buscaré realizar en mi casa los trabajos más humildes, aquellos que siempre me han disgustado y los haré por amor al Señor.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2021-2022, Conferencia Episcopal de Costa Rica.