Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Miércoles 2 de noviembre de 2022.


Tiempo Litúrgico: Ordinario - Semana XXXI.
   Color del día: Negro.  

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.

Primera Lectura
Del segundo libro de los
Macabeos (12, 43-46)
Obró con gran rectitud y nobleza,
pensando en la resurrección.

En aquellos días, Judas Macabeo, jefe de Israel, hizo una colecta y recogió dos mil dracmas de plata, que envió a Jerusalén para que ofrecieran un sacrificio de expiación por los pecados de los que habían muerto en la batalla.

Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección, pues si no hubiera esperado la resurrección de sus compañeros, habría sido inútil orar por los muertos. Pero él consideraba que, a los que habían muerto piadosamente, les estaba reservada una magnífica recompensa.

En efecto, orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados es una acción santa y conveniente.

Reflexión sobre la Primera Lectura

La muerte es un hecho al que todos tememos, tanto a la propia como a la de los seres queridos y personas cercanas.

La muerte crea un vacío y genera una sensación de sin sentido por la vida, ¿para qué vivir si vamos a morir? ¿para qué disfrutar la vida si vamos a terminar con el dolor de la enfermedad y la muerte?

Más todavía, existe una mentalidad fatalista que cuando mucho reímos, tenemos miedo terminar llorando, de tal manera que parece que la muerte es como un enemigo que espera cazarnos cuando más desprevenidos estemos.

Pero el cristiano no puede tener esa mentalidad fatalista, la muerte es la puerta que nos abre el cielo y el cielo, es la vida eterna vivida en plenitud frente a Dios y al lado de quienes más nos importan y amamos.

El cristiano no teme la muerte porque sabe que existe la vida plena, la vida perfecta que no acaba ni se agota.

Jesús ve la vida eterna como un banquete en el que todos gozamos de la presencia y cercanía de Dios que nos atiende y sirve los mejores manjares, por eso la Eucaristía, como comida, banquete y convivio es un anticipo del cielo, pero el pan ya no lo ofrecerá el sacerdote sino Jesús mismo.

El cristiano está llamado a la vida que Jesús nos ganó con su muerte y por eso no tememos la enfermedad y la muerte porque sabemos que, después de padecer un poco, tendremos como recompensa lo que el corazón humano anhela en lo más profundo: vivir por siempre y ser felices sin medida.

Salmo responsorial
(Sal 102)
R/. El Señor es compasivo
y misericordioso.
  • El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.
  • Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque ÉL conoce de que estamos hechos, se acuerda que somos barro. R.
  • Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como la flor del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla. R.
  • Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus mandatos. R.

Segunda Lectura
De la Primera Carta del apóstol
San Pablo a los Corintios
(1 Cor 15, 20-24a.25-28)
En Cristo, todos volverán a la vida.

Hermanos:  Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.  Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.

En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.

En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre.  Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies.  El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios todo lo sometió bajo sus pies. Pero cuando ÉL diga: «Todo está sometido», será evidentemente a excepción de aquel que le ha sometido todas las cosas.

Y cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.

Evangelio
† Del santo Evangelio según san
Lucas (23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6)
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho esto, expiró.

Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado”.»

Reflexión sobre el Evangelio

Cuando Jesús corregía a los saduceos sobre su visión de la vida después de la muerte, les dice: "No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven". Jesús nos enseña de este modo, algo esencial: la vida es lo único que Dios quiere y da; por eso Jesús decía "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia", refiriéndose a esta vida que vivimos en el cuerpo, pero también en previsión de la vida eterna.

La muerte no es el final; es decir, para el ser humano no todo termina con la muerte, para los que vivimos en Cristo, para quienes le hemos aceptado por el bautismo, estamos llamados a una vida que no termina ni acaba, una vida plena y perfecta, lo que llamamos la vida eterna.

Al celebrar a quienes han muerto confiando en la misericordia de Dios, queremos confesar que confiamos en que esa aspiración humana a la vida perfecta se realiza como don de Dios con la resurrección de Jesús, que es el anticipo de la nuestra propia resurrección.

Oración

Ya no temo, Señor, a la muerte, ni temo, tampoco la oscuridad porque la vida Tú la tienes y eres Tú quien la da.

Acción

Repetiré este día: ¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón?

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2021-2022, Conferencia Episcopal de Costa Rica.