El Papa a los ancianos, abuelos y nietos: vivan juntos amándose sin excluir a nadie

Encuentro con abuelos, ancianos y nietos promovido por la Fondazione Età Grande.   (Vatican Media Divisione Foto)

27 abril 2024
Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano | Vatican News

➤➤ El Papa Francisco recibió esta mañana a los abuelos, ancianos y nietos de la Fundación italiana, “Gran Edad”. Consejos para ellos: que estén juntos, como familia, sin excluir a nadie, con amor.

Francisco recibió a los ancianos, abuelos y nietos de la Fundación la Gran Edad, y les dijo que es importante estar juntos con amor, sin excluir a nadie. Sobre todo en una sociedad llena de especialistas en hacer muchas cosas, pero egoísta, individualista, que lo único que se alcanza es el empobrecimiento de la humanidad.

El mundo actual estimula a la gente a no depender de los demás, a creer en sí mismos, nada más, viviendo como islas, dijo el Papa, todas ellas actitudes que sólo crean mucha soledad.

Con el Salmo 133, que dice: "¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!", Francisco habla del amor, "el amor nos hace mejores" -dijo- "nos enriquece y nos hace más sabios, a cualquier edad".

El amor nos hace mejores

Se aprecia -dijo el Santo Padre- el amor que existe entre los abuelos y sus nietos, haciéndose mejores los unos a los otros. Importante es compartir la fe siempre joven que une a todas las generaciones, y recordó a su abuela, de quien aprendió por primera vez a conocer a Jesús, que nos ama, que nunca nos deja solos, afirmó, y que nos anima a estar cerca unos de otros y a no excluir nunca a nadie.

Recordó a ellos la anécdota que le contó su abuela, la historia de una familia, donde el abuelo lo habían apartado de la mesa a la hora de comer, porque no comía bien y se ensuciaba. Y el nieto un día se puso a construir una mesa, su padre le dijo qué hacía, y le respondió, que estaba haciendo una mesa para él para que sólo cuando sea viejo pueda comer allí.

De allí que el Pontífice insistió que es importante estar juntos con amor, sin excluir a nadie, nos hace mejores, más humanos. Nos enriquece.

Abuelos y nietos juntos amándose

El gran riesgo de nuestro tiempo: la soledad y el egoísmo

Además dijo que de qué sirve que la sociedad esté llena de especialistas en hacer muchas cosas, rica en conocimientos y medios útiles para todos, si luego no se comparte nada y cada uno piensa sólo en sí mismo, toda la riqueza se pierde, afirmó, de hecho se convierte en un empobrecimiento de la humanidad.

Y es este un gran riesgo de nuestro tiempo, la pobreza de la fragmentación y del egoísmo. El mundo es uno sólo -afirmó- hecho de muchas realidades que son diferentes precisamente para que puedan ayudarse y complementarse:

“Generaciones, pueblos, y todas las diferencias, si se armonizan, pueden revelar, como las caras de un gran diamante, el maravilloso esplendor del hombre y de la creación. Esto es también lo que nos enseña vuestro estar juntos: ¡no dejar que la diversidad cree fisuras entre nosotros !No pulverizar el diamante del amor, el tesoro más hermoso que Dios nos ha dado.”

Actitudes que crean soledad: vivir como islas

Francisco habló también de algunas frases falsas que se dicen, y que estimulan a vivir en soledad: "¡piensa en ti mismo!", "¡no necesites a nadie!". Son frases falsas, dijo, que engañan a la gente haciéndole creer que es bueno no depender de los demás, hacer por uno mismo, vivir como islas, mientras que son actitudes que sólo crean mucha soledad.

“Como cuando, a causa de la cultura del descarte, los ancianos se quedan solos y tienen que pasar los últimos años de su vida lejos de su casa y de sus seres queridos. Pensemos un momento: ¿nos gusta esto?¿No es mucho mejor un mundo en el que nadie tenga que temer acabar sus días solo? Está claro que sí”

Entonces, animó a construir un mundo así, entre todos, no sólo elaborando programas de cuidados, sino cultivando diferentes proyectos de existencia, en los que el paso de los años no se considere una pérdida que disminuye a alguien, sino un bien que crece y enriquece a todos: y como tal se aprecia y no se teme.

A los nietos: el amor nos hace más sabios

“Queridos nietos, vuestros abuelos son la memoria de un mundo sin memoria, y "cuando una sociedad pierde la memoria, está acabada". Escúchenlos, sobre todo cuando os enseñan con su amor y su testimonio a cultivar los afectos más importantes, que no se obtienen a la fuerza, no aparecen con el éxito, sino que llenan la vida”

Y mencionó la sabiduría de dos ancianos, que Francisco quiso pensar que eran dos abuelos: Simeón y Ana, quienes reconocieran a Jesús cuando María y José lo llevaron al Templo de Jerusalén (cf. Lc 2,22-38).

Lo acogieron, dijo, lo tomaron en sus brazos y comprendieron -sólo ellos comprendieron- lo que sucedía: que Dios estaba allí, presente, y los miraba con los ojos de un Niño. Y ellos lograron ver en ese niño, al pequeño Jesús, que había llegado el Mesías, el Salvador que todos esperaban.

Es que los ancianos ven lejos, señaló Francisco, porque han vivido muchos años, y tienen mucho que enseñar. Y aconsejó a los nietos que busquen a sus abuelos, que no los marginen, por el bien de los nietos, porque la marginación de los ancianos [...] corrompe todas las estaciones de la vida, no sólo la de la vejez".

Nietos y abuelos juntos

Aprender de la sabiduría de los abuelos

Por último, les dijo que aprendan de la sabiduría del amor fuerte de sus abuelos, y de su fragilidad, que es un "magisterio" capaz de enseñar sin necesidad de palabras, un verdadero antídoto contra el endurecimiento del corazón:

“Les ayudará a no dejarse aplastar por el presente y a saborear la vida como relación. Pero no sólo eso: cuando ustedes, abuelos y nietos, mayores y pequeños, estén juntos, y se vean y se escuchen a menudo, cuando se cuiden mutuamente, vuestro amor es una bocanada de aire limpio que refresca el mundo y la sociedad y nos hace a todos más fuertes, más allá de los lazos de parentesco”

Y concluyó el Papa afirmando que este es el mensaje que nos dio Jesús en la cruz, cuando, señaló: "viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: ¡He ahí a tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la acogió" (Jn 19,26-27). Con esas palabras nos confió un milagro que realizar: el de amarnos a todos como una gran familia, dijo.

Fuente: