Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana XII.
Color del día: Verde.
Memoria libre: San José Cafasso, presbítero.
Oración Colecta
Señor, concédenos vivir siempre en el amor y respeto a tu santo nombre, ya que jamás dejas de proteger a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Primera Lectura
Del libro de Job (38, 1. 8-11)
Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.
El Señor habló a Job desde la tormenta y le dijo: “Yo le puse límites al mar, cuando salía impetuoso del seno materno; yo hice de la niebla sus mantillas y de las nubes sus pañales; yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije: ‘Hasta aquí llegarás, no más allá. Aquí se romperá la arrogancia de tus olas’ ”.
Salmo responsorial
(Sal 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31)
R/ Demos gracias al Señor
por sus bondades.
- Los que la mar surcaban con sus naves, por las aguas inmensas negociando, el poder del Señor y sus prodigios en medio del abismo contemplaron. R.
- Habló el Señor y un viento huracanado las olas encrespó; al cielo y al abismo eran lanzados, sobrecogidos de terror. R.
- Clamaron al Señor en tal apuro y él los libró de sus congojas. Cambió la tempestad en suave brisa y apaciguó las olas. R.
- Se alegraron al ver la mar tranquila y el Señor los llevó al puerto anhelado. Den gracias al Señor por los prodigios que su amor por el hombre ha realizado. R.
Segunda Lectura
De la segunda carta del apóstol
san Pablo a los corintios (5, 14-17)
Ya todo es nuevo.
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Marcos (4, 35-41)
¿Quién es éste, a quien hasta
el viento y el mar obedecen?
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín.
Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo:
“¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”
Reflexión sobre el Evangelio
La tempestad descubre nuestra miseria y su poder
“Vamos a la otra orilla… Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua”. No es la primera vez que los evangelios nos recogen esta situación de tormenta en el lago de Galilea con los apóstoles embarcados.
En el texto de hoy encontramos algunas cosas que sólo aparecen aquí. Los apóstoles, en lugar de pedir ayuda a Jesús, se vuelven para presentarles sus quejas y pedirle explicaciones: ¿No te importa que nos hundamos? Es un duro reproche porque supone pensar que Jesús se desentiende de ellos, que no le importa lo que les suceda. Quizá sea lo que más le doliera.
Todos pasamos en nuestra vida por diversas tormentas: contrariedades, enfermedades, dificultades en el trabajo… Y también, no pocas veces, como los apóstoles, nos hemos dirigido al Señor desconcertados, porque parece “dormido”. En esos momentos el silencio de Dios nos deja desconcertados y a veces nos ganará el temor y la impaciencia. La pregunta que podemos hacernos es la razón de ese silencio de Dios.
La experiencia diaria de cada hombre muestra en qué medida la necesidad de recibir de Dios una palabra o ayuda queda a veces como tendida en el vacío. La misericordia de Dios, de la que tanto hablan las Escrituras y la catequesis cristiana, puede hacerse a veces difícil de percibir a quien pasa por situaciones dolorosas, marcadas por la enfermedad o la injusticia, en las que aun rezando no parece obtenerse una respuesta.
¿Por qué Dios no escucha? ¿Por qué, si es un Padre, no viene en mi ayuda, ya que puede hacerlo? Seguro que no es porque no le importemos. Ha dado la vida por nosotros. En ocasiones será porque quiere descubrirnos la pobre confianza que tenemos en Él, otras veces será para que descubramos nuestra fragilidad y la necesidad de aprender a vivir bajo su protección o de acudir a pedirle ayuda.
Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” Quizás es lo que quiere ayudar Jesús. Que se den cuenta de su falta de fe y cuál es el remedio: abrir el corazón a Cristo y entonces cesará el viento y vendrá una gran calma.
Tenemos en esas situaciones que abandonarnos y repetir con el salmista: Tú “que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos” (Salmo 64), “dichoso el hombre que pone en el Señor su confianza” (Sal 40).
En palabras del Papa Francisco, “poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 6). Todas esas tormentas pasarán. Dios ha puesto al mal ese límite, a la fuerza del oleaje, hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas (cf. Job 38, 11-12).
María, Auxilio de los cristianos y refugio de los pecadores, afianza nuestra confianza en el amor providente de tu Hijo y poder, que con sólo mandar a viento “¡Silencio, cállate!” se hace la calma en nuestras vidas.
Adaptado de:
La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Archidiócesis de Madrid.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.