Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana XXXIV.
Color del día: Verde.
Memoria libre: Santa Catalina Labouré.
Oración Colecta
Mueve, Señor, la voluntad de tus fieles, para que, secundando con mayor empeño la acción de tu gracia divina, recibamos con mayor abundancia los auxilios de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Primera Lectura
Del libro del Apocalipsis del apóstol
san Juan (18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9)
Cayó la gran Babilonia.
Yo Juan, vi un ángel que bajaba del cielo. Su poder era inmenso y con resplandor iluminó la tierra. Gritó con voz potente y dijo: “Ha caído ya la gran Babilonia y ha quedado convertida en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros, en escondrijo de aves inmundas y repugnantes”.
Otro ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Con esta misma violencia será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y desaparecerá para siempre. Ya no se volverán a escuchar en ti ni cantos, ni cítaras, ni flautas, ni trompetas.
Ya no habrá jamás en ti artesanos de ningún oficio, ni se escuchará más el ruido de la piedra de molino; ya no brillarán en ti las luces de las lámparas, ni volverá a escucharse en ti el bullicio de las bodas. Esto sucederá porque tus comerciantes llegaron a dominar la tierra y tú, con tus brujerías, sedujiste a todas las naciones”.
Después de esto oí algo así como una inmensa multitud que cantaba en el cielo: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus sentencias son legítimas y justas. El ha condenado a la gran prostituta, que corrompía a la tierra con su fornicación y le ha pedido cuentas de la sangre de sus siervos”.
Y por segunda vez todos cantaron: “¡Aleluya! El humo del incendio de la gran ciudad se eleva por los siglos de los siglos”. Entonces un ángel me dijo: “Escribe: ‘Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero’ ”.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Este pasaje, dedicado principalmente a la Roma imperial, manifiesta la soberanía de Dios sobre todo hombre y toda nación. Nada ni nadie le pueden hacer frente y, nadie que haya atentado contra su pueblo, quedará impune. Por ello, se alegra su pueblo, porque como en los días del Éxodo, es su mano fuerte y su brazo extendido el que realiza la liberación.
Es una advertencia para todos aquellos, pequeños y grandes, que han querido usurpar el lugar soberano de Dios, constituyéndose en "pequeños dioses" que tiranizan y subyugan a los pequeños, a los de privilegios limitados. Es un claro eco del Magníficat, en el cual María afirma que Dios dispersa a los soberbios y derriba del trono a los poderosos, dándole el reino a los humildes.
Estos son precisamente los invitados al Banquete escatológico, es decir, a la paz y al gozo mesiánico. Es una invitación al final de nuestro año litúrgico a restituirle a Dios su lugar como Dios de nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra empresa, en nuestro gobierno. Es de nuevo una invitación a la conversión de corazón a fin de participar de su reino, de manera imperfecta aquí en la tierra y definitivamente en el cielo.
Salmo responsorial
(Sal 99, 1b-2. 3. 4. 5)
R/ Dichosos los invitados
al banquete del Señor.
- Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo. R/
- Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. R/
- Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios entre himnos, alabando al Señor y bendiciéndolo. R/
- Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba. R/
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Lucas (21, 20-28)
Jerusalén será pisoteada por los paganos,
hasta que se cumpla el plazo señalado por Dios.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les ha señalado.
Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.
Reflexión sobre el Evangelio
Este evangelio en sus últimos versículos nos presenta la actitud que el cristiano debe tener ante el fin del mundo. Para el cristiano, como diría san Pablo: "la vida es Cristo y la muerte una ganancia". El cristiano vive gozosamente la llegada del Reino pues para él, la llegada de Cristo es el momento más gozoso y esperado.
Este encuentro con Aquél a quien tanto se ha amado y por quien tanto se puede haber sufrido, es el momento más precioso del cristiano. Este momento puede ocurrir de manera particular, es decir, cuando una persona muere, o de manera colectiva, que será la llegada definitiva de Cristo.
No sabemos qué ocurrirá primero. Los cristianos del tiempo de Lucas pensaban que era inminente, pero Jerusalén fue totalmente destruida y todavía estamos esperando. Vivamos, pues, alegremente y con una esperanza llena de optimismo en el amor de Aquél que nos espera en la casa del Padre.
Antífona de la Comunión
Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo, dice el Señor.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Después de la Comunión
Te rogamos, Dios todopoderoso, que, habiéndonos concedido el gozo de participar de esta mesa divina, ya nunca permitas que nos separemos de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración
Señor, me humillo ante ti, reconozco mi nada delante de tu todo, reconozco mis limitaciones delante de tu soberana omnipotencia; por eso, me declaro absolutamente necesitado de ti; necesito de tu gracia, de tu presencia, de tu amor, quiero participar del banquete que me has preparado, pues sé que la salvación, la gloria y el poder te pertenecen, porque tus sentencias son legítimas y justas.
Acción
Hoy, en cada cosa que haga, pondré atención especial en que todo lo que hago, esté sustentado por la gracia que Dios deposita en mí para el bien común.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.