Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Viernes, 21 de febrero de 2025.


Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana VI.
   Color del día: Verde.  


Antífona de entrada
Cf. Sal 30, 3-4

Sé la roca de mi refugio, oh, Dios, un baluarte de donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y aliméntame.

Oración colecta

Oh, Dios, que prometiste permanecer en los rectos y sencillos de corazón, concédenos, por tu gracia, vivir de tal manera que te dignes habitar en nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
Bajemos y confundamos allí su lengua.

Lectura del libro
del Génesis 11, 1-9

Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.

Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.

Se dijeron unos a otros: «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego».

Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.

Después dijeron: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».

El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.

Y el Señor dijo: «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».

El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.

Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.

Palabra de Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Este texto como otros de la tradición yahvista pretenden, ante todo, dar un mensaje más que ilustrar un hecho totalmente histórico. En este pasaje vemos ante todo la soberbia humana, fuente de todos los pecados, que quiere mostrar su poder al margen de Dios; querer que lo reconozcan como el “todopoderoso”. Y es que esta es la tentación del hombre desde su creación, hacerse independiente de su Creador y “conquistar el cielo” por sus propios medios.

Esto, como es evidente en el relato, siempre termina en destrucción y división. De la misma forma que se dividieron Adán y Eva entrando en rivalidad y acusaciones mutuas, así también, en este otro ejemplo nuevamente se da la confusión y la división. Es, pues, necesario que entendamos que, como dice Jesús, “sin él nada podemos hacer”.

Que la soberbia humana sólo lleva a confundir las lenguas y a no entendernos con los demás hermanos. Esto, como nunca, es hoy una realidad ya que vemos cómo la humanidad, como en Babel, busca conquistar su felicidad al margen de Dios y, como resultado, ni los gobiernos, ni las culturas, ni nuestras propias familias hablan ya el mismo lenguaje y todos toman para su lado.

Es necesario reconocer que necesitamos a Dios y hacer de él el centro de nuestra vida, de nuestras familias y de nuestra sociedad; volver a depender de él y con él construir la ciudad del amor, no la del egoísmo. Deja que el Espíritu Santo tome control de tu vida y te lleve a vivir la unidad en al amor de Dios.

Salmo responsorial
Sal 32, 10-11. 12-13. 14-15

R. Dichoso el pueblo que el Señor
se escogió como heredad.
  • El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad. R.
  • Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. R.
  • Desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones. R.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 15, 15b

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
A vosotros os llamo amigos – dice el Señor -, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. R.

EVANGELIO
El que pierda su vida por mí 
y por el Evangelio, la salvará.

Lectura del santo Evangelio
según san Marcos 8, 34-9, 1

En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?

Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles».

Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».

Palabra del Señor.

Reflexión sobre el Evangelio

Una de las cosas que llama la atención de nuestra generación es que a muchos y en muchas circunstancias nos da pena mostrarnos como verdaderos cristianos. Y no me refiero a traer alguna cruz colgada al pecho (que muchas veces es más adorno que otra cosa), sino a dejar que Cristo se transparente en nosotros.

Mucha gente tiene miedo al "qué dirán" si lleva su Biblia al trabajo, o si saben que pertenece a alguna organización cristiana, o a persignarse antes de iniciar el trabajo o la comida en un restaurante. Jesús nos previene en este evangelio: "quien se avergüence de mí y del Evangelio yo me avergonzaré de él".

Jesús nos necesita para que "el mundo, viendo crea y creyendo tenga vida". Si nosotros no dejamos que Jesús y nuestra vida cristiana, es decir los valores del Evangelio, sean notorios para los demás, ¿cómo creerá esta generación que sólo busca el confort, el placer y la riqueza? Seamos auténticamente cristianos, vivamos, pensemos y hablemos como un verdadero discípulo de Cristo. ¡Siéntete orgulloso de ser y vivir como cristiano!

Antífona de comunión
CF. Sal 77, 29-30

Comieron y se hartaron, así el Señor satisfizo su avidez; no los defraudó según su deseo.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

Oración después de la comunión

Alimentados con las delicias del cielo, te pedimos, Señor, que procuremos siempre aquello que nos asegura la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración

Señor, quiero detenerme en este momento, hacer un alto en mi agitado día para pedirte tu luz que me ayude a ver que, lo que tengo, lo que soy, ha sido porque Tú lo has permitido.

No quiero la gloria para mí; enséñame, Dios mío, a reconocer que mis éxitos son tus éxitos, que mis triunfos son tus triunfos. Que desde hoy todo lo que haga sea por ti y para ti.

Acción

Hoy empezaré a trabajar en la construcción del Reino en mi familia, buscando que todos caminemos en la misma dirección y hablemos el mismo idioma: el del amor.

Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).