Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Jueves, 16 de octubre de 2025.


Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana XXVIII - Feria.
   Color del día: Verde.  

Memoria libre:


Antífona de entrada

Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.

Oración colecta

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
El hombre es justificado por la fe,
sin obras de la Ley

Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Romanos 3, 21-30a

Hermanos: Ahora, sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen.

Pues no hay distinción, ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús.

Dios lo constituyó medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado en el tiempo de la paciencia de Dios; actuó así para mostrar su justicia en este tiempo, a fin de manifestar que era justo y que justifica al que tiene fe en Jesús.

Y ahora, ¿dónde está la gloria? Queda eliminada. ¿En virtud de qué ley? ¿De la ley de las obras? No, sino en virtud de la ley de la fe.

Pues sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin obras de la Ley.

¿Acaso Dios lo es solo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? También lo es de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.

Palabra de Dios.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Lutero, en 1519, leyendo este texto, llegó a una de las verdades que la Iglesia ha proclamado siempre: "El hombre es justificado por la fe en Cristo Jesús". El problema que tuvo y que ha mantenido a la Iglesia dividida por casi 500 años, es el identificar la justificación con la salvación escatológica (es decir, con la entrada definitiva al cielo).

Por ello, el centro de este problema se mueve en dos ejes: por un lado el hecho de que la palabra en griego "Dikaiosin", que en sí misma significa "hacer justo", debe entenderse como lo hacen ahora la mayoría de los teólogos como "Rehabilitar".

Es decir, la fe en Cristo hace al hombre hábil para realizar las obras del Evangelio y le da acceso al cielo. Por otro lado, como consecuencia de lo anterior, es necesario reconocer que el hecho de que una persona haya sido rehabilitada por la fe en Cristo, no significa que independientemente de su vida moral (de sus obras) obtendrá aquello que ha sido ganado por Cristo.

Sólo de esa manera pueden tener unidad y corregencia toda la Escritura, pues si no es así, ¿cómo entenderíamos las frases de Jesús: "no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que HACE LA VOLUNTAD DEL PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS", o la del apóstol Santiago cuando dice: "Muéstrame tu fe sin obras que yo con mis obras te mostraré mi fe"?

Este pasaje nos tiene entonces que llevar a que nuestra fe en Cristo, la cual nos rehabilita y nos abre las puertas del Cielo, debe ser una FE ACTIVA, una fe que se hace patente con nuestro obrar diario. ¿Es así tu fe?

Salmo responsorial
Sal 129, 1-2. 3-4. 5

R. Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa.
  • Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.
  • Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.
  • Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora R.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 6bc

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el camino y la verdad y la vida – dice el Señor -; nadie va al Padre sino por mí. R.

EVANGELIO
Se le pedirá cuenta de la sangre
de los profetas, desde la sangre
de Abel hasta la de Zacarías

Lectura del santo Evangelio
según san Lucas 11, 47-54

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!

Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.

Por eso dijo la Sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos de ellos los matarán y perseguirán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.

Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación.

¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros, no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».

Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

Palabra del Señor.

Reflexión sobre el Evangelio

Ay de ustedes doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber. Ustedes no han entrado y a los que iban a entrar, les han cerrado el paso. Cuando el Señor nos corrige y advierte de la consecuencia de no hacer vida el Evangelio, lo hace precisamente porque nos ama.

Podríamos pensar que la advertencia que el Señor hace hoy es para los sacerdotes y obispos, que nos dice solo a nosotros que es peligroso no anunciar el verdadero Evangelio, y que estamos en un terrible riesgo para nuestra salvación si no vivimos o si impedimos que los fieles conozcan y practiquen lo que la Palabra de Dios establece. Como cuando predicamos doctrinas humanas, al hablar de paja en las homilías o en conferencias, o en los comunicados oficiales. 

Y es cierto, es cierto que este mensaje es para nosotros los pastores, pero la advertencia que el Señor hace el día de hoy no es solo para el clero, sino para todo aquel que ha ido conociendo y aceptando la Palabra de Dios. La advertencia es para ti y para mí.

Si callamos o disfrazamos la verdad mientras la mentira se va apoderando del propio entorno, de la familia, los amigos, los colegas y hasta del mundo, porque, como nos dice San Pablo: ‘¿cómo invocarán a Aquél en quien no han creído, cómo creerán en Aquél de quien no han oído y cómo van a oír si no hay quien les anuncie el mensaje?’.

En efecto, también el Señor te habla a ti que vas conociendo la Palabra de Dios. Hoy, el Señor, porque te ama, te invita primero a vivir el Evangelio a pesar de las consecuencias negativas, pues las positivas son y serán siempre mucho más. 

Y también hoy el Señor te invita a no callar lo que vas conociendo de Él y de su voluntad, desde lo más mínimo y elemental, hasta aquello referido a los temas más complejos y que hoy causan más controversia o persecución, como son: la defensa a ultranza de la vida humana; la sexualidad ordenada a la santidad y el verdadero amor; la familia unida como fundamental núcleo generador de vida; y el derecho que Dios tiene de ser reconocido, amado, adorado y obedecido. 

Hoy el Señor también te invita a ti a vivir el Evangelio y a anunciarlo a tiempo y a destiempo. 

Antífona de comunión

Señor Dios, qué preciosa es tu misericordia. Por eso los hombres se acogen a la sombra de tus alas.

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

Oración después de la comunión

Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración

Señor, sólo movido por tu Santo Espíritu es que yo puedo dar testimonio de mi opción por ti, haciendo las cosas que te agradan, velando por las necesidades del huérfano y de la viuda, amando a los demás como tú me amas, dando la vida por mi prójimo. Que mi fe no sea un constante decir: "creo en ti", sino un constante actuar: "porque te creo, haré lo que me pides".

Acción

Hoy practicaré la caridad en donde me encuentre: regalando una sonrisa, ayudando material o económicamente a quien más lo necesite, obedeciendo a mis superiores (papás, jefes, maestros).

Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Id y Enseñad, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).