Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana XXXI.
Color del día: Blanco.
Memoria obligatoria: San Carlos Borromeo, obispo.
Antífona de entrada
Sal 37, 22-23
Buscaré a mis ovejas, dice el Señor, y les daré un pastor que las apaciente, y yo, el Señor, seré su Dios.
Oración colecta
Conserva, Señor, en tu pueblo el espíritu que infundiste en el obispo san Carlos Borromeo, a fin de que tu Iglesia, renovada sin cesar e identificándose cada vez más con tu Hijo, pueda mostrar al mundo el verdadero rostro de Cristo, configurada a su imagen. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Existimos en relación
con los otros miembros
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Romanos 12, 5-16a
Hermanos:
Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros.
Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la profecía, de acuerdo con la regla de la fe; el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la enseñanza; el que exhorta, ocupándose en la exhortación; el que se dedica a distribuir los bienes, hágalo con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace obras de misericordia, con gusto.
Que vuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno.
Amaos cordialmente unos con otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor.
Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran.
Tened la misma consideración y trato unos con otros: sin pretensiones, de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde. No os tengáis por sabios.
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Termina este texto que hemos leído hoy con una serie de exhortaciones y recomendaciones del apóstol para todos los cristianos, no sólo de Roma sino del mundo entero.
Quisiera hoy acentuar el tema de estimar más a los otros que a uno mismo, ya que debemos reconocer que este aspecto del Evangelio no es fácil de vivir, pues el egoísmo se revela siempre en nosotros y es difícil reconocer que nuestros compañeros de trabajo, de apostolado, nuestros vecinos, son mejores que uno mismo.
Esto requiere, sin lugar a dudas, de la acción poderosa del Espíritu. De aquí de nuevo la insistencia de una vida espiritual firme que le permita al Espíritu Santo actuar con todo su poder en nosotros, sobre todo en esta área, y la de los enemigos y los que nos persiguen, pues solo Él pude generar en nosotros un amor tal que nos lleve a amar a todos sin distinción.
Todos estos consejos de Pablo eran precisamente lo que distinguía a la comunidad cristiana.
Por ello los demás se quedaban admirados de que alguien pudiera amar a los demás sin importar si los perseguían o no. En la célebre carta a Diogneto, éste dice cómo todos los paganos estaban admirados por el tenor de vida que llevaban los discípulos de Cristo.
Es tiempo de que cada uno de nosotros permita al Espíritu que, no solo los dones de los que nos ha hablado el apóstol se manifiesten, sino que además se vea claro este aspecto de la caridad. Seamos un reflejo claro de la caridad de Jesucristo.
Salmo responsorial
Sal 130, 1. 2. 3
R. Guarda mi alma en la paz,
junto a ti, Señor.
- Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R.
- Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre; Como un niño saciado así está mi alma dentro de mí. R.
- Espere Israel en el Señor ahora y por siempre. R.
Aclamación antes del Evangelio
Mt 11,28
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados – dice el Señor -, y yo os aliviaré. R.
EVANGELIO
Sal por los caminos y senderos e insísteles
hasta que entren y se llene mi casa
Lectura del santo Evangelio
según san Lucas 14, 15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!».
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”.
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”.
Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”.
Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”.
El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”.
El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”.
Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se llene mi casa”.
Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete».
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
El pasaje del Evangelio de hoy nos describe una de las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. Jesús nos habla por medio de una parábola del banquete que prepara un hombre y cómo éste es despreciado por todos sus invitados.
Esta cita nos quiere hacer ver varios puntos sobre la invitación que nos hace Dios a participar del Reino. Dios, como el hombre de la parábola que preparó el banquete, hace una invitación gratuita a todos, sin excepción; durante toda nuestra vida, Él se ocupa de enviarnos avisos de que todo está listo para sentarnos a la mesa a disfrutar el banquete.
Por diferentes circunstancias de nuestra vida, ponemos muchas excusas y no nos damos tiempo de acudir al llamado. Muchas veces le damos más importancia a nuestros intereses personales y materiales: los negocios, el éxito, la fama, el descanso, y despreciamos la oportunidad que nos da Dios de acudir a este banquete y vivir una vida de felicidad en unión con Él.
Pero Dios no se rinde, Él sigue esperándonos a la mesa todos los días. Él renueva su amor cada día y hace que sus mensajeros salgan de nuevo a las calles y caminos a buscar a quienes lo necesitan, a quienes sí quieren disfrutar del banquete: en la oración, en la Eucaristía, en el encuentro con su Palabra. Todo está preparado y servido, no hace falta que llevemos nada. No se tiene que pagar por participar en un banquete sobreabundante de dones.
Dios, hoy te hace de nueva cuenta la invitación, de manera personal, a participar del banquete de su Reino. No sé, quizá seas uno de los que hoy tenga una buena excusa para no ir: mucho trabajo, preocupaciones, problemas de salud, o creas que tú no mereces su invitación al banquete del Reino. Si fuera así, quiero decirte que precisamente hoy Dios te está llamando y quiere que tú participes del Reino, que veas su invitación como un regalo especial porque Él te ama y quiere que sientas su amor.
Hazle caso a esa persona que te ha invitado tantas veces al grupo parroquial, al que te invita a que lo acompañes a Misa o a un retiro espiritual. Acepta esta invitación hoy, no dejes pasar más tiempo ni dejes que se te haga tarde.
Antífona de comunión
Cf. Jn 15, 16
No son ustedes los que me han elegido, dice el Señor, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Que el santo sacramento que recibimos, Señor, nos comunique aquella fortaleza de espíritu que hizo a san Carlos fiel en su ministerio y fervoroso en la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
Señor, todo lo que me invitas a vivir sé que a mí me hará una persona más feliz, porque soy testigo de que hay más alegría en dar que en recibir. Concédeme vivir guiado por tu Espíritu para producir los frutos que esperas de mí, especialmente el amor.
Acción
Revisaré qué tanto tiempo dedico a mis amigos, compañeros y familiares en ayudarles a resolver sus problemas escuchándolos y dándoles un buen consejo.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Id y Enseñad, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).
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