Tiempo Litúrgico: Adviento. Semana I - Feria.
Color del día: Morado.
Memoria libre: San Nicolás (de Bari o de Mira), obispo.
Antífona de entrada
Cfr. Sal 79, 4. 2
Tú que habitas en lo alto, Señor, muéstranos tu rostro y nos salvaremos.
Oración colecta
Señor Dios, que, para liberar al género humano de la antigua condición de pecado, enviaste a este mundo a tu Unigénito, favorece con la gracia de tu celestial amor a quienes fervorosamente lo esperamos, para que alcancemos el premio de la verdadera libertad. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Se apiadará de ti al oír tu gemido
Lectura del libro de Isaías
30, 19-21. 23-26
Esto dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, se apiadará de ti al oír tu gemido: apenas te oiga, te responderá.
Aunque el Señor te diera el pan de la angustia y el agua de la opresión ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro.
Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: “Éste es el camino, camina por él”.
Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano cosechado en el campo será abundante y suculento; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con pala y con rastrillo.
En toda alta montaña, en toda colina elevada habrá canales y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure las llagas de sus golpes».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 146, 1bc-2. 3-4. 5-6
R. Dichosos los que esperan en el Señor.
- Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel. R.
- Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. R.
- Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados. R.
Aclamación antes del Evangelio
Is 33, 22
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El Señor nos gobierna, nos da leyes, es nuestro rey: él es nuestra salvación.
EVANGELIO
Al ver a las muchedumbres,
se compadecía de ellas
Lectura del santo Evangelio
según San Mateo 9, 35 – 10, 1. 5a. 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Sin Cristo, todo ser humano es como una oveja sin pastor, como una lámpara sin luz; pues somos el gran cultivo de Dios, cada uno puesto con amor en el mundo, como la semilla es puesta por el sembrador en la tierra, para dar fruto, conocer al Creador y establecer una relación personal con Él.
Dios creó el mundo para que al nacer descubriéramos la belleza de ser imagen y semejanza de su amor y santidad. Dios ha tomado nuestra frágil condición humana en la persona de Cristo para rescatarnos de la vida egoísta y sin Dios. El Señor de la vida ha venido a rescatarnos de la muerte destruyendo sus cadenas y debilitando el poder del pecado.
Cristo funda a su Iglesia para que cada ser humano pudiese ser injertado en Cristo y fuese transformado plena y verdaderamente en hijo de Dios. Para eso, el Señor ha llamado y enviado a sus apóstoles y a muchos de sus sucesores y colaboradores dándoles poder y autoridad. Por eso instituyó los Sacramentos que actualizan la irrupción divina en el hoy de la historia y el rescate de la muerte en vida y de la muerte eterna.
Pero la mayoría de los Sacramentos no podrían existir si no fuera por los sacerdotes, por lo que ¿Quién perdonaría con absoluta certeza los pecados? ¿Quién transformaría el pan en la carne del Hijo del Hombre y el vino en la Sangre del Señor? Siendo que quien no come su carne y bebe su sangre no tendrá vida eterna. ¿Quién dispondría el alma con la unción del Espíritu Santo para el encuentro con el Padre de los Cielos?
Sí, es Cristo quien lo hace, pero solo a través de los sacerdotes, porque a través de ellos continúa ejerciendo en plenitud su ministerio salvador. Ellos son indispensables para la salvación porque, a través de su frágil y defectuoso medio, el Salvador del universo perpetúa en el mundo su sacrificio redentor y su perenne entrega y glorificación al Padre. Sin Cristo todo ser humano es como una oveja si pastor: Por eso el Señor hoy te repite: ‘La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos’.
Ora pues, continuamente para que sigan surgiendo sacerdotes y que sean santos, para que por su medio, Cristo continúe su obra salvadora; y, si eres varón joven y buscas vivir según el Evangelio y deseas ardientemente la salvación de los hombres, pregúntate seriamente y escuchando en el silencio del alma, si no será que también a ti el Señor te dice:
"Ve en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel; ve y proclama por el camino que ya se acerca el Reino de los Cielos; ve y cura gratuitamente a los enfermos de hoy; ve y resucita a los muertos vivientes de tu entorno; ve y echa fuera a los demonios; ve y anuncia el Evangelio".
No tengas miedo, el que llama te dará la plenitud que tu corazón anhela, y si no eres llamado a este ministerio, no dejes de colaborar con los sacerdotes para seguir extendiendo el Reino de Dios. ¡No tengas miedo!
Antífona de comunión
Cfr. Apoc 22, 12
Pronto vendré y traeré conmigo la recompensa, dice el Señor, y daré a cada uno según sus obras.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración después de la comunión
Imploramos, Señor, tu misericordia, para que estos divinos auxilios nos preparen, purificados de nuestros pecados, para celebrar las fiestas venideras. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Evangelización Activa, Misal Católico, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
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