El Padrenuestro de Jesús


En contraposición con el de Leonardo Garnier, ministro de Educación de Costa Rica

¡Padre nuestro! Esta es la gran noticia que nos enseñó Jesucristo: que su Padre es también nuestro, que todos somos sus hijos e hijas muy amados, que aquel Dios que en Israel era llamado “Todopoderoso”, “Altísimo”, “Creador”, es nuestro Padre (Is 64,7), que lo podemos llamar “Abba”, término cariñoso con que los niños judíos se dirigían a su papá y que los cristianos, sabemos, lo podemos hacer con nuestro Padre Celestial (Gál 4,6-7), que precisamente es tan bueno con nosotros y con todos los seres humanos, que hace “salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45).
“Santificado sea tu nombre”. Aquel que en Israel era llamado Yahvé, es decir, el Señor, ahora Jesús pide que su nombre, es decir, la persona de Dios Padre y su presencia en el mundo, la historia, el pueblo de Dios, la humanidad y nosotros, podamos invocarlo y llamarlo, para que siempre se haga presente entre nosotros, como sabe hacerlo siempre: con el cariño, la bondad y el amor con que sabe dirigir nuestros destinos, aún los más oscuros y terribles que los seres humanos vivimos hoy día…

Y porque es tan bueno con nosotros, nos envió a su Hijo (Jn 3,16), nos lo entregó para nuestro rescate y salvación, no castigándolo con la pasión y la muerte, pues era inocente y Dios no es un padre cruel o malvado, sino entregándolo al mundo, al nacer de María y al sufrir por nosotros, asumiendo el dolor y la muerte, resucitando y siendo exaltado por Dios, para que nunca nos sintamos solos en nuestros dolores y pesares, para que, por su muerte pascual, desde ahora podamos participar de su triunfo.

“Venga tu Reino”… Es decir, que cada día los seres humanos podamos sentir y experimentar el señorío de Dios, que implica un reino de amor, de justicia, de libertad y de vida abundante para todos y todas. Y ese reino lo comenzó Jesús al anunciarlo, hacerlo presente y posible con sus milagros y su predicación (Mt 4,23-24). Y ese Reino lo esperamos cada día que se cumpla plenamente, porque todavía hoy vivimos bajo “reinados” y estructuras de muerte, de insolidaridad, de injusticia, de pobreza, de maldad… Y porque los cristianos, unidos a Cristo, podemos ir cambiando estas situaciones de muerte e injusticia en algo totalmente nuevo, hasta que llegue el Reino de Dios con toda su fuerza.

¡Danos hoy nuestro pan de cada día! Porque los seres humanos, necesitamos el alimento cada día, así también saciar otras necesidades apremiantes: el pan de las oportunidades, de la educación y la cultura, de los bienes materiales compartidos, porque en el mundo y en Costa Rica son pocos los que tienen muchísimo y miles o millones que tienen muy poco, el pan de la solidaridad y de la justicia, del techo, del vestido y de tantos “panes” que le son negados a los pobres, los marginados y los excluidos de nuestros sistema excluyente. Pedimos a Dios este pan y estos panes, y hacemos lo posible para ganarlos honradamente.

¡Y no nos dejes caer en tentación! No simplemente las tentaciones de cada día, que todos y todas las tenemos, las pruebas y las luchas en las que la vida nos “arrastra” y tantas situaciones nos hacen enfrentarlas, sino que seamos capaces de ver detrás de ellas, el mal que podamos hacer, la falta de conciencia ante el pecado, el mal personal social y estructural llamándolo por su nombre, como lo que es, nunca disimularlo y saber discernir con coraje, todo aquello que se oponga a Dios y a los hermanos. 

No sentirnos tentados a hacer componendas con quienes han sabido arrinconar a Cristo y a la Iglesia en la oscuridad, a los cínicos y a los que venden su dignidad por un plato de lentejas. ¡Líbranos, Señor, de estas tentaciones, de ese mal, de esos “malignos”, para que tu Iglesia nunca pierda su dimensión profética y evangelizadora!

Escrito por el Padre Mario Montes Moraga