Evangelio del Día - Miércoles 19 de noviembre de 2014


Tiempo litúrgico: Ordinario
Color del día: Verde

Santoral


Primera Lectura: Apocalipsis 4, 1-11
"Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene"

Yo, Juan, en la visión vi en el cielo una puerta abierta; la voz con timbre de trompeta que oí al principio me estaba diciendo: "Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después." Al momento caí en éxtasis. En el cielo había un trono y uno sentado en el trono. El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate, y alrededor del trono había un halo que brillaba como una esmeralda. 

En círculo alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con ropajes blancos y coronas de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos y retumbar de truenos; ante el trono ardían siete lámparas, los siete espíritus de Dios, y delante se extendía una especie de mar transparente, parecido al cristal. 

En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás: El primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hombre y el cuarto parecía un águila en vuelo. Los cuatro seres vivientes, cada uno con seis alas, estaban cubiertos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa: "Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene." 

Y cada vez que los cuatro seres vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adorando al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono, diciendo: "Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el ho nor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado."

Salmo Responsorial: 150
"Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo."
  • Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento. Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza.
  • Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas.
  • Alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser que alienta alabe al Señor.

Evangelio: Lucas 19, 11-28
"¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?"

En aquel tiempo dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén y se pensaban que el Reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: "Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo". Sus conciudadanos, que le aborrecían, enviaron tras de él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey". 

Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez". El le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; cómo has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades". El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco". A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades". El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo porque eres un hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras". 

El le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses". Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez". Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas". Os digo: "Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a esos enemigos míos que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia"". Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén."

Reflexión
«Háganlas producir»

El ambiente natural es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. […] El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades —materiales e inmateriales— respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.

La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador (cf. Rm 1,20) y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos (cf. Ef 1,9-10;Col 1,19-20). También ella, por tanto, es una «vocación». La naturaleza está a nuestra disposición no como un «montón de desechos esparcidos al azar», sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y cultivarla» (cf. Gn 2,15). […]

Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dignamente a la población que la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente […]. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola.

Benedicto XVI, papa de 2005 a 2013.
Encíclica “Caritas in veritate”, § 48.50 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

Acción

Señor, si alguna honra he recibido en este mundo, si de algo me pudiera jactar, te lo entrego, Señor, pues solo tú eres mi gloria y mi única y verdadera riqueza. Me despojo de todo ante ti, me postro y me humillo ante tu presencia para que seas tú quien me levante, y te sea grato, ese es el mayor deseo de mi corazón.

Hoy mantendré una actitud de humildad y si en algo recibo un halago diré con seguridad "que sea para Gloria a Dios". 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelio del Día
Evangelización Activa