¿Qué son y en qué se basan las indulgencias en la Iglesia? Una respuesta del Cardenal Piacenza


VATICANO, 11 Mar. 15 / 06:53 pm (ACI).- Entre los diversos medios de salvación que ofrece la Iglesia Católica están las indulgencias, que pueden ser parciales o plenarias. ¿Qué son? ¿En qué se fundamentan? ¿Para qué sirven? ¿Pueden obtenerse para otros? A estas y otras preguntas respondió el Penitenciario Mayor, el Cardenal italiano Mauro Piacenza, que hace poco pronunció una conferencia sobre el tema.

La Enciclopedia Católica señala que en el lenguaje teológico se suele usar la palabra indulgencia “en su sentido original para significar la bondad o el favor de Dios. Pero en el sentido estricto del término (...) es la remisión del castigo temporal debido al pecado cuya culpabilidad ha sido ya perdonada” en el sacramento de la confesión.

El pasado 9 de marzo en el marco del 26° Curso de Fuero Interno dirigido a sacerdotes confesores y seminaristas próximos a la ordenación sacerdotal, el Cardenal pronunció la lectio magistralis “El gran tesoro de las indulgencias” en donde explicó que estas constituyen “una preciosa síntesis entre teología y espiritualidad, entre praxis penitencial y solicitud pastoral, entre doctrina sobre la Misericordia y devoción popular”.

En el texto enviado a ACI Prensa, el Purpurado precisa que la conferencia estuvo dividida en tres partes, la primera de las cuales se titula “Las indulgencias, tesoro de la Misericordia de Dios para la Iglesia” en la que el Cardenal resalta que el Señor sobrepasa y excede su perdón “en todo lo posible al mal obrado por el hombre”.

“Podemos decir que, si Dios es bondad suprema, no es, sin embargo, la bondad como la conocemos y de la que tenemos experiencia; si Dios es justicia, no es la justicia como la conocemos: Dios es Amor, pero no el amor del que tenemos experiencia. Lo mismo vale para el gran misterio de la misericordia. Dios es misericordia, pero no es la misericordia (...) de la que tenemos experiencia”. La misericordia de Dios “es siempre más grande y siempre va ‘más allá’ de cualquier experiencia humana concreta”.

El Cardenal Piacenza afirma luego que es Cristo mismo quien confía a la Iglesia la tarea de establecer la forma de las indulgencias y que para comprender este don es necesario comprender la “distinción teológica entre culpa y pena. Sabemos bien que la culpa es redimida por la Reconciliación sacramental, mientras que la pena temporal por los pecados cometidos permanece y exige el don ulterior de la indulgencia para ser redimida”.

Luego de comentar que las “indulgencias son incomprensibles para el hombre secularizado y tambén para aquellos cristianos que, en nombre de la desmitificación del Cristianismo, lo ha reducido a una doctrina ética”, el Penitenciario Mayor subrayó que en vez de eso la indulgencia “es un himno a la libertad, un reconocimiento hasta el fondo de la dignidad del hombre que, por ser raciona, libre y capaz de la voluntad, debe ser siempre considerado ordinariamente de sus propios actos”.

“Preservando el tesoro de las indulgencias se preserva entonces la trascendencia de Dios, a través del reconocimiento humilde a la excedencia de su misericordia se preserva la dignidad del hombre, que siempre debe ser considerado capaz de elecciones libres y, por tanto, responsable de los propios actos. Se preserva también entonces la verdad de la historia, en la cual los actos se realizan y que, por su naturaleza, en su objetividad factual, se sustraen de cualquier manipulación”.

La segunda parte de la conferencia tuvo como título “Las indulgencias, mirada sobrenatural de la Iglesia y sobre la Iglesia”, en la que el Cardenal resaltó que “la remisión de las penas temporales puede ser acogida por el fiel solo por la intervención de la Iglesia” que es ministra de la Redención y Communio sanctorum (Comunión de los Santos).

La Iglesia tiene el poder de redimir los pecados solo porque Dios se ha hecho hombre y porque el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir los pecados. En ese sentido, la acción sacramental de la Iglesia es totalmente relativa (relacionada) a Cristo y siempre, en ese sentido, la administración del tesoro de las indulgencias es fiel servicio a la excedente misericordia del misterio”.

Tras alentar a “superar cualquier forma de reducción inmanentista del Cristianismo y de la Iglesia”, el Penitenciario aseguró que en la Comunión de los santos, elemento necesario para entender las indulgencias, están unidos todos los bautizados: los santos y beatos en el Cielo, los fieles en la tierra y las almas que se purifican en el purgatorio.

“Esta es la razón por la que, asumiendo el misterio de la libertad en el tiempo, cualquier bautizado puede lucrar la indulgencia para sí mismo o puede aplicarla a las almas purgantes, en razón no de una insostenible sustitución de la libertad personal, sino por la común vocación a la salvación y los distintos y complentarios estados en los que se encuentran los bautizados”.

En cuanto a la libertad de los fieles bautizados que aún están en la tierra, el Cardenal precisó que todos pueden lucrar u obtener la indulgencia para sí mismos o para un difunto, “pero nunca para otro hombre que esté todavía dotado de su libertad, y por tanto llamado a elegir y convertirse personalmente, a acoger personalmente el don de la misericordia”.

El Cardenal indicó luego que a la Iglesia le es confiada la tarea de “anunciar al mundo entero que Jesús es el Señor y que el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir los pecados. Solo ese anuncio, que se convierte en experiencia concreta de redención y de vida nueva, puede renovar la faz de la tierra”.

“El tesoro de las indulgencias es entonces más eficaz que cualquier reforma humana, que cualquier intento humano, solo humano, demasiado humano como para cambiar las cosas. Solo quienes se dejan cambiar por la divina misericordiay, con humildad, se dejan atraer abundantemente hacia la Iglesia y el tesoro sobrenatural de las indulgencias, pueden ser el propio destino realmente cambiado y, con eso, el de la humanidad, a partir de aquella porción de humanidad que les es más cercana”.

Como tercer punto de la conferencia, el Cardenal se refirió a “Algunas aspectos pastorales de las indulgencias”, en el que resaltó la necesidad de una buena pastoral fundada en una doctrina auténtica para comprender este tema.

El Purpurado dijo que “en el sacramento de la Reconciliación, el hombre herido por el pecado y la culpa, deja que Cristo, el Buen Samaritano, se incline sobre él y vierta aceite y vino en sus heridas, (...) sabiendo que el precio total de tal Redención ha sido saldado por la Cruz de Cristo Señor”.

“La celebración de la Eucaristía con la Comunión sacramental, subraya la dimensión eclesial de la indulgencia, que exige ser acogida en aquella Comunión sobrenatural que es don del Espíritu Santo y que, por esto mismo, trasciende infinitamente toda mera comunión psíquica, alianza humana o simple adhesión ideológica”.

El Cardenal Piacenza precisó luego que “la Comunión con la Iglesia es Comunión con toda la Iglesia, no solo con una parte de ella”.

“Nunca es aplicable a la Iglesia y, en ella, ni a la doctrina ni a la pastoral, el criterio de la ‘mayoría simple’. Y esto por dos razones, una histórica y otra teológica. La histórica es que ¡Cristo no era mayoría! Y aquí la teológica: ¡la mayoría de la Iglesia son los santos!”

El Penitenciario Mayor prosiguió explicando que “quien pide a la Iglesia atuar ante el infinito tesoro de la divina Misericordia, para que sus penas sean canceladas, lo hace en comunión con la Iglesia extendida en todo el mundo y con los fieles en Cristo que, en el mundo, unen su propia oración a la del Señor para obtener la salvación de cada uno”.

Sobre la oración por el Papa que se exige para obtener una indulgencia, el Cardenal Piacenza dijo que “esto recuerda a cada uno que la primera tarea de Pedro es la de rezar por la Iglesia y que quienes piden a la Iglesia el don de la indulgencia están llamados a unir su oración a la de Pedro, haciéndola así universal”.

“Rezar por las intenciones del Santo Padre significa reconocer, indirectamente, el poder de las llaves, poder al que está sometido directamente el tesoro de las indulgencias, por la misma voluntad salvífica de Cristo”.

Para concluir, el Penitenciario Mayor hizo votos para que la Virgen María, Madre de la Misericordia, “abra las mentes y los corazones de pastores y fieles, para comprender, acoger, vivir y proponer la experiencia sobrenatural de las indulgencias y a través de ella, la de la excedencia de Dios, de la realidad teándrica de la Iglesia y del valor salvífico de cada auténtica propuesta pastoral y sacramental”.

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