Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 20 de julio de 2016.


Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color: Verde

Santo del día:



Primera Lectura: Libro del profeta Jeremías (1, 1. 4-10)
Te consagraré como profeta para las naciones

Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. En tiempo de Josías, el Señor me dirigió estas palabras: “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones”.

Yo le contesté: “Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un muchacho”. El Señor me dijo: “No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”, palabra del Señor.

El Señor extendió entonces su brazo, con su mano me tocó la boca y me dijo: “Desde hoy pongo mis palabras en tu boca y te doy autoridad sobre pueblos y reyes, para que arranques y derribes, para qué destruyas y deshagas, para que edifiques y plantes”.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Al iniciar su libro, el profeta Jeremías nos narra su vocación, su llamado. A este punto, vemos cómo esta llamada es algo que hará que su vida tome un camino que no ha escogido él pero que asume con gran amor. Esto es posible porque nos dice que "ha conocido a Dios", esto es: entre él y Dios se ha desarrollado una amistad que se ha convertido en intimidad, que es el sentido profundo de la palabra "conocer" en la Biblia. 

Así como Jeremías cada uno de nosotros tiene una llamada de Dios; cada uno de nosotros ha recibido de Dios una invitación particular: algunos a ser sacerdotes, unos más a ser religiosos o consagrados, otros a ser esposos, otros más a ser padres de familia, y desde estas vocaciones servir al Reino de los cielos. San Pablo decía a los corintios: "Hay diferentes carismas (regalos de Dios), pero un solo Espíritu que obra todo en todos". Esta llamada nos pone en camino y hace de nuestra vida toda una experiencia. 

Pero para que esta experiencia sea verdaderamente hermosa y llena de fruto debe acogerse, como lo ha hecho Jeremías, con gran amor. Es posible que no nos sintamos capacitados para ella como el mismo profeta dice de no sentirse capaz, pero si Dios nos ha llamado, de la misma forma que el Señor tocó sus labios para que profetizara, así a cada uno de nosotros nos dará los carismas necesarios para realizar nuestra vocación con alegría y con amor.

Salmo responsorial: (70, 1-2. 3-4a. 5-6ab.15ab y 17)
R/ Señor, tú eres mi esperanza. 
  • Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo. R.
  • Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados. R.
  • Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías. R.
  • Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo. R.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 1-9)
Algunos granos dieron el ciento por uno

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla.

Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo: “Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron.

Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. 

Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.

Reflexión sobre el Evangelio

Quisiera que centráramos nuestra reflexión de hoy en el hecho de que Jesús se sentó para enseñarle a la gente. Una de las cosas que está perdiendo nuestra generación es la capacidad de estar a solas con Jesús, la capacidad de sentarse con Jesús a la orilla del lago y escuchar su enseñanza sin prisa. 

Nuestro mundo agitado nos mete en un torbellino de actividades en donde, si acaso dedicamos algo de nuestra jornada a la oración y la escucha del Señor en su palabra, la mayoría de las veces es a la carrera. Me gusta imaginarme esta escena en donde la gente, sin prisa, se sentó a la orilla del mar a escuchar con atención las palabras de vida que el Maestro les anunciaba. 

Quizás no puedas hacerlo todos los días, pero al menos, de vez en cuando, date tiempo para estar a solas con Jesús. Toma tu Biblia y sal a dar un paseo; busca un lugar tranquilo y ahí, en el silencio de tu corazón, y sin prisas, escucha la voz del Maestro, escucha su palabra. Te aseguro que regresarás a tu casa lleno de vida y del amor de Dios.

Oración

Señor, aquí estoy para ti, en el lugar que me pusiste, con el estado de vida al que me llamaste, asumo con gran alegría el llamado que me haces para anunciarte en el medio en que me desenvuelvo. Gracias, Señor, sólo te pido que toques mis labios para anunciarte como mereces y que de mis labios salgan verdaderamente palabras que edifiquen.

Acción

Hoy cuidaré celosamente lo que sale de mi boca, siendo consciente de que Dios la ha tocado y por lo tanto no ha de salir de ella palabra dañosa.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis 2016, Conferencia Episcopal de Costa Rica